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Jafar Panahi, ganador de la Palma de Oro: el director iraní que la República Islámica odia

Con su galardón, el cineasta se corona como uno de los grandes del cine mundial, lo que pone en riesgo su regreso a su país

El cineasta Jafar Panahi presume de Palma de Oro en Cannes.Foto: Stephane Mahe (REUTERS) | Vídeo: EPV
Gregorio Belinchón

¿De verdad piensa que podrá volver a Teherán? El pasado jueves, en una azotea de un edificio en Cannes, Jafar Panahi (Miyaneh, 64 años) respondía con absoluta tranquilidad a esta pregunta de EL PAÍS. “Sí, ¿por qué no?”. ¿No le da miedo el riesgo que ha asumido, porque no solo ha rodado a escondidas una película, cuando lo tiene prohibido, sino que puede ganar la Palma de Oro de Cannes? “Puede que te suene raro, pero más se está jugando el pueblo iraní”. Este sábado, con el trofeo en la mano, el galardonado aseguró: “Lo más importante es nuestro país y lograr su libertad. Hagamos que llegue ese momento juntos, un momento en el que nadie se atreva a decirnos qué debemos vestir, y qué debemos o no hacer”.

A inicios del siglo XXI, Panahi era un director de prestigio, con películas como El globo blanco (1995) y El espejo (1997). En 2000 ganó con El círculo el León de Oro de Venecia. Y a la vez comenzó a acentuarse su perfil político. Con Fuera de juego (2006), en la que contaba las desventuras de las mujeres de su país por ir a los estadios de fútbol a ver a su equipo favorito, ahondó en la distancia creciente entre sus compatriotas y los ayatolas. En 2010 fue detenido por primera vez, junto a su esposa y una quincena de invitados, en su casa de Teherán: su delito, apoyar a Mir Hosein Musavi, el principal líder de la oposición del entonces presidente Mahmud Ahmadineyad. Tras varios meses en prisión, e incluso iniciar una huelga de hambre, volvió a su hogar para sufrir arresto domiciliario. De ahí que Esto no es una película (2011) estuviera filmada en su piso, y explorara su frustración por no rodar. La película salió de Irán escondida en un pendrive.

Mientras en Europa recibía numerosos apoyos (en 2010, Juliette Binoche ganó en Cannes el premio a mejor actriz por Copia certificada, de Abbas Kiarostami, y recogió el galardón con un letrero con el nombre de Panahi), el cineasta comenzó su carrera de artista prohibido, filmando en secreto Taxi Teherán (Oso de Oro en 2015), Tres caras (2018) y Los osos no existen (2022), rodada en la frontera con Turquía. En todas Panahi se interpreta a sí mismo o a un personaje similar a él. Y mientras, proseguía la represión. En julio de 2022, el otro gran represaliado, Mohammad Rasoulof, fue detenido. Panahi le dedicó un post en su cuenta de Instagram y condenó la “constante represión” que sufrían los artistas iraníes. A los tres días se acercó a la cárcel a preocuparse por Rasoulof, y también fue detenido y encarcelado. A la semana fue condenado a seis años de cárcel por los hechos de 2010. Ambos vivieron juntos en prisión las protestas de las mujeres, y ambos han dedicado sus últimas películas a las experiencias que sufrieron en sus celdas. Liberados, Rasoulof decidió huir a Alemania y Panahi, que ahora mismo solo tiene prohibido rodar, se lanzó a filmar.

Un simple accidente, que ya tiene distribución en España, habla de torturadores y torturados, de la venganza y cómo marca de manera distinta a cada persona. El iraní realizó la posproducción en Francia, volvió a casa y ahora en la Costa Azul ha recogido los parabienes por su trabajo. “Cuando haces un filme, primero tienes que estar satisfecho con tu vida, al menos así lo veo yo”, contaba a EL PAÍS en Cannes. “Cada película, a su vez, supone un reto, desde la primera pregunta que me planteo, que es: ‘¿De verdad es necesaria?“. Y sobre lo que escuchó en la cárcel, apuntaba: ”Hay que gente que llevaba años allí, yo me he librado. Me quedé con una pensamiento: que el día en que se acabé este régimen, seamos capaces de superarlo sin violencia. Que la violencia finalice con ellos”.

El cineasta se niega a ser pesimista ante el Régimen Islamista que gobierna en su nación: “No puedo, no debo. Primero, porque soy padre. Segundo, porque entonces sería otro derrotado más. Y tercero, porque confió en las mujeres iraníes. Fíjate en que el torturador de Un simple accidente no mira a las mujeres a la cara. Son el futuro y ellas ya poseen el poder de cambiar”.

A su vez, su propia familia ha sido la primera en sufrir sus problemas legales, sus 88 días de huelga de hambre en 2010 y sus pasos por la prisión. “Mi hijo vive fuera, mi hija está allí. ¿Cómo no pensar en ellos? Bueno, nos hemos construido en la fortaleza ante las adversidades”. Y vuelta a su futuro: “Tengo ya un proyecto en marcha. Es un guion que manejé hace 20 años, y durante un lustro intenté levantar. Ahora voy a por él, y sí, rodaré en Irán”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.
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