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Mirga Gražinytė-Tyla se convierte en la primera candidata para dirigir el Concierto de Año Nuevo

La lituana triunfa como primera mujer al frente de uno de los prestigiosos Abonnementkonzerte de la Filarmónica de Viena en 165 años de historia, pero su presidente dice que serán necesarios al menos siete años más de colaboración con la orquesta para su nominación

Mirga Gražinytė-Tyla dirigiendo a la Filarmónica de Viena el pasado 4 de mayo en el Musikverein.
Pablo L. Rodríguez

Las mujeres que han dirigido a la Filarmónica de Viena en sus 183 años de historia podrían contarse con los dedos de una mano. La primera que se subió a este prestigioso podio fue Carmen Weingartner-Studer, en 1934. Ocurrió durante un ensayo en Padua y como parte de una maniobra de su marido, el director Felix von Weingartner, para desestabilizar al conjunto. El responsable de la orquesta tildó la experiencia como “una forma de terror” y Weingartner-Studer tan solo dirigió un concierto durante el Festival de Salzburgo de 1935. Hubo que esperar siete décadas para volver a ver a una directora al frente de los filarmónicos vieneses: Simone Young, en octubre y noviembre de 2005, en la gala de reapertura del Burgtheater y en el Konzerthaus. Han seguido actuaciones aisladas de Emmanuelle Haïm, en 2016, tanto en el Festival de Lucerna como en el Theater an der Wien, y de Joana Mallwitz y Oksana Lyniv durante las dos últimas ediciones de las Mozartwoche de Salzburgo.

Pero nunca hasta el pasado fin de semana una directora había dirigido los prestigiosos conciertos de abono de la orquesta vienesa en la sala dorada del Musikverein. Se trata del ciclo destinado a sus abonados desde 1860, con unos diez directores diferentes cada año, que se cuentan entre los mejores del mundo. Si hace unos 50 años esa lista incluía a Herbert von Karajan, Karl Böhm, Leonard Bernstein, Lorin Maazel, Carlos Kleiber, Claudio Abbado junto a Zubin Mehta y Riccardo Muti, hoy se mantienen los dos últimos y se suman Franz Welser-Möst, Christian Thielemann, Andris Nelsons, Yannick Nézet-Seguin y el debutante Klaus Mäkelä. Todos hombres. Ahora llega el momento de añadir el nombre de la lituana Mirga Gražinytė-Tyla (Vilnius, 38 años), que se acaba de convertir en la primera candidata para dirigir el Concierto de Año Nuevo. Una directora que ya despuntó hace 10 años con su nombramiento en Birmingham o su contrato en Deutsche Grammophon y que es bien conocida en España por su reciente éxito al frente de La pasajera, de Weinberg, en el Teatro Real.

“Le puedo asegurar que hoy nadie en la orquesta se pregunta si quien dirige o toca como solista es un hombre o una mujer”, sostiene el actual presidente de la Filarmónica de Viena, el violinista Daniel Froschauer, que recibió a EL PAÍS el sábado en la Philharmonische Kanzlei, presidida por la histórica primera fotografía del conjunto en 1864. La orquesta, exclusivamente masculina hasta 1997, cuenta actualmente con 140 integrantes, de los cuales tan solo 23 son mujeres, aunque tiene varias más en fase de prueba. “Todas las mujeres (y los hombres) que están en nuestra orquesta han ganado una audición a ciegas tras una pantalla y han pasado un periodo de adaptación”, prosigue el presidente de los filarmónicos vieneses, que insiste en contar con la mejor, pero también con el mejor en cada caso. “Las músicas de nuestra orquesta son también muy estrictas en ello, pues no quieren que nadie sea contratado aquí por su sexo, sino por su calidad”, reconoce.

Mirga Gražinytė-Tyla, dirigiendo a la Filarmónica de Viena durante la interpretación de la ‘Suite Lemminkäinen‘ de Sibelius, el pasado 4 de mayo en el Musikverein.

La propia Gražinytė-Tyla tampoco considera que el hecho de que una mujer dirija los conciertos de abono de la Filarmónica de Viena sea un gran avance como sociedad. “Mira, todavía no hemos conseguido los objetivos climáticos que queremos y los conflictos armados no son precisamente menores. ¡Todavía no hemos conseguido nada!”, responde con contundencia en el número de abril de Musikfreunde, la revista gratuita del Musikverein. En esa misma publicación esquiva con ironía las preguntas sexistas sobre su condición de madre de familia con tres hijos pequeños y se confiesa defensora radical de la igualdad entre sexos: “Soy una gran admiradora de la youtuber germano-vietnamita Mai Thi Nguyen-Kim y sus teorías sobre el cerebro humano. Parece ser que existe un cerebro típico femenino y otro masculino. Afortunadamente, muy pocas personas tienen un cerebro tan típico. Por regla general, son formas mixtas”.

No ha sido fácil conseguir que la directora aceptase la prestigiosa invitación de la Filarmónica de Viena. “La seguimos desde hace tiempo y la invitamos hace siete años a la Mozartwoche, pero no quiso venir”, asegura Froschauer. “Buscamos otra fecha y se mostró un poco indecisa, aunque la experiencia con ella dirigiendo la ópera El idiota, de Weinberg, en la última edición del festival de Salzburgo, fue muy positiva”, prosigue. Pensaron conjuntamente en un programa para su debut en los conciertos de abono centrado en la Suite Lemminkäinen, de Sibelius, que ella concibe estrechamente relacionada con la ópera basada en el Kálevala que nunca se materializó. “Somos una orquesta de ópera y nos entendemos de maravilla con batutas que piensan en la música sinfónica desde una perspectiva operística”, remarca el presidente de los Wiener, que se muestra muy feliz y emocionado con el éxito de este debut.

Primer plano de Mirga Gražinytė-Tyla durante su concierto al frente de la Filarmónica de Viena del pasado 4 de mayo en el Musikverein.

Pero eso no quiere decir que la lituana vaya a dirigir el Concierto de Año Nuevo a corto plazo. “Es un evento muy importante para la orquesta al que invitamos a directores con los que llevamos trabajando como mínimo una década de forma asidua, pues requiere una enorme presión y quien lo dirija debe salir y brillar”, admite Froschauer. Comenta varios casos recientes, como Gustavo Dudamel en 2017 y Andris Nelsons en 2020, ambos con 10 años de colaboración previa, pero también la incorporación de Yannick Nézet-Seguin en la próxima edición, que empezó a trabajar con ellos en 2010, aunque dirigió su primer concierto de abono el pasado mes de marzo. “Habrá una mujer directora en el Concierto de Año Nuevo y solo es cuestión de tiempo, pero necesitamos que trabaje con nosotros regularmente durante al menos siete años”, asegura.

De momento, el éxito del debut de Mirga ha sido memorable en las tres actuaciones que ha dirigido este fin de semana con la Filarmónica de Viena en el Musikverein, con todas las entradas agotadas. Los críticos del Kurier y Die Presse resaltaron la buena noticia que suponía ver a una mujer en ese podio, la valentía de su interpretación y los vítores del público en la actuación del viernes día 2, para la Sociedad de Amigos de la Música. Esos comentarios podrían extrapolarse a las actuaciones de abono del sábado día 3 y a la matiné del domingo 4. La lituana abrió el fuego con una interpretación asombrosamente detallada, intensa y poética de Midsummer Song, de su compatriota Raminta Šerkšnytė. Se trata de una obra de 2009 en la que la compositora lituana de 49 años, que estuvo presente en los conciertos, evoca espiritualmente el solsticio de verano con 18 instrumentistas de cuerda y un percusionista en la parte final (su partitura inédita nos fue remitida por la Künstleragentur Dr. Raab & Dr. Böhm GmbH). La composición arranca derritiendo los centros tonales de re mayor y re menor, y avanza desde la luz a la oscuridad de la atonalidad para volverse a elevar y desembocar en el silencio.

A continuación, el programa prosiguió con la actuación estelar de Yuja Wang como solista en el Concierto para piano núm. 1, de Chaikovski. La pianista china apareció en el escenario con sus característicos tacones Louboutin de diez centímetros, pero sus atuendos en tonos oscuros y su interpretación fueron algo más austeras y mucho más musicales. Junto a Mirga, que también dirigió con un sencillo conjunto negro de pantalón y el pelo recogido, supo llevar a la orquesta vienesa a una interpretación tan ardorosa como contemplativa, con alguna licencia que aspiraba a resaltar el sustrato ucraniano de la obra. Me refiero tanto a la canción folclórica ucraniana del primer movimiento como a la que sobresale en el tercero (el canto primaveral Vyidy, vyidy, Ivanku), cuyo ritmo dislocaron de forma bastante llamativa. La pianista, que exhibió unas dobles octavas voladoras impresionantes junto a atractivos destellos expresivos durante el concierto, incidió en sus propinas en la musicalidad o en el recuerdo de Ucrania. Es lo que sucedió con su brillante interpretación de Jazz-Prelude, Op. 53, núm. 10, de Nikolai Kapustin, un pianista y compositor ucraniano perseguido por su acercamiento al swing, que hizo cabecear rítmicamente al austero público clásico vienés.

Vista general del escenario de la sala dorada durante el ‘Concierto para piano núm. 1’ de Chaikovski, con Mirga Gražinytė-Tyla dirigiendo y Yuja Wang como solista, el pasado 4 de mayo en el Musikverein.

No obstante, lo mejor del debut de Mirga fueron las tres leyendas que dirigió de la Suite Lemminkäinen, de Sibelius, en la segunda parte. Se trata de extensos fragmentos orquestales de dicho proyecto operístico frustrado basado en el Kálevala, en el que Lemminkäinen se convierte en un remedo del Siegfried wagneriano. La directora utilizó su paleta más dramática y narrativa para conectar con la Filarmónica de Viena, que exhibió su legendario sonido, ya desde los punzantes acordes de las trompas vienesas que abren Lemminkäinen y las muchachas de Saari. Fue memorable el retrato de esas jóvenes, con su tema en la madera de tinte folclórico, pero también del jactancioso héroe. A continuación, sobresalió el mundo sonoro del reino de la muerte de El cisne de Tuonela, con ese magistral solo de corno inglés interpretado por Wolfgang Plank, que flotó sobre un lago de la cuerda dividida con una emocionante austeridad. Todo terminó con un alarde de vigor y brillantez en El regreso de Lemminkäinen, y con la directora lituana saliendo a saludar con humildad y en solitario ante un público puesto en pie. Pero no estará al frente de un Concierto de Año Nuevo hasta, al menos, 2032.

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Sobre la firma

Pablo L. Rodríguez
Zamorano residente en Zaragoza, es doctor en Historia del Arte y Musicología. Colabora en EL PAÍS como crítico de música clásica desde 2013. Tuvo un pasado como violinista, pero finalmente se decantó por la teoría. Desde 1999, es profesor del Máster en Musicología de la Universidad de La Rioja, donde también coordina el Doctorado en Humanidades.
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