Isaac Fonseca, un gran triunfador
El novillero mexicano cortó cuatro orejas al mejor lote, y brillaron a gran altura Jorge Martínez y Álvaro Alarcón, que paseó un trofeo, con novillos deslucidos


Isaac Fonseca cortó cuatro generosas orejas, pero no se le puede negar que es un torbellino que persigue el triunfo con un ardor desmedido; está verdaderamente hambriento de laureles, y le mueve un estilo emocionado y cálido, arrollador y espectacular en todos los tercios. Acudió a Pamplona nueve días después de que el pasado 26 de junio sufriera en Las Ventas una grave herida en la pierna derecha y fractura de la mandíbula, y, aún con los puntos frescos, no se le notó. Está claro que quiere ser figura y no desaprovecha un segundo para demostrarlo en el ruedo.
Estuvo acompañado por Jorge Martínez y Álvaro Alarcón, otros dos novilleros con una extraordinaria proyección, que pecharon con oponentes deslucidos, y fallaron, además, en la suerte suprema; pero ninguno de los dos volvió la cara a las dificultades extremas de sus novillos.
Pero el que salió a hombros fue Fonseca, que no hizo faena para tantos trofeos, pero impactó a los tendidos por su raza de torero valiente, por su seguridad en la cara de los novillos, por su entrega y, especialmente, por su extrema facilidad para conectar con el público.
Le tocó en suerte el mejor ejemplar de la tarde, el segundo, al que se le concedió la vuelta al ruedo, y Fonseca lo exprimió de principio a fin en una faena de muleta pletórica de emoción; y no por la calidad de sus muletazos, que también, sino por su dominio del escenario, su serenidad y empeño en torear como mandan los cánones. Inició su labor de rodilla en los medios y muleteó con largura por ambas manos al tiempo que el novillo hundía el hocico en la arena. Templó la codiciosa embestida del animal, de una calidad sobresaliente, y destacó, sobre todo, con la mano derecha en un par de tandas pletóricas de hondura y mando. Unas ceñidas manoletinas dieron paso a una estocada defectuosa que un dadivoso presidente pasó por alto.
Con una larga cambiada de rodillas en el tercio recibió al cuarto, un manso que soltaba la cara, sin fijeza, pero con movilidad como toda la novillada. Fonseca volvió a dar muestras de una encomiable disposición y se mostró muy por encima de las escasas posibilidades de su oponente. Esta vez mató de manera fulminante, y una oreja hubiera sido un justo premio.
Jorge Martínez no tuvo suerte con su lote, pero está claro que le sobran condiciones para ser torero. Tiene un valor seco, suficiente oficio y una buena concepción taurina. No le acompaña, sin embargo, un semblante triste y excesivamente sobrio, y, además, mató mal.
Alarcón salió por la Puerta Grande en Madrid y llegó a Pamplona dispuesto a comerse el mundo; y casi lo consigue a no ser por la enorme dificultad que le planteó su primer novillo, áspero y bronco como pocos. No le perdió la cara y se jugó el tipo de verdad; algunas posibilidades más le ofreció el sexto, que se movió con genio, y el novillero no perdió la oportunidad de demostrar que ha llegado para quedarse por su decisión y entrega. También mató mal, pero el presidente sacó su pañuelo blanco.
Pincha / Martínez, Fonseca, Alarcón
Novillos de Pincha, bien presentados; noble y codicioso el primero, y mansurrón en varas, y muy encastado y de gran clase el segundo al que se le dio la vuelta al ruedo; los demás, mansos y deslucidos, especialmente el tercero.
Jorge Martínez: dos pinchazos y cinco descabellos (silencio); metisaca en los bajos y pinchazo (silencio).
Isaac Fonseca: estocada caída -aviso- (dos orejas); gran estocada (dos orejas). Salió a hombros por la puerta grande.
Álvaro Alarcón: casi entera tendida y baja y tres descabellos (silencio); pinchazo y casi entera perpendicular (oreja).
Plaza de Pamplona. 5 de julio. Primer festejo de la feria de San Fermín. Más de tres cuartos de entrada.
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