Lenny Kravitz da la vuelta al ruedo en Madrid
El cantante agotó al público de la plaza de Vistalegre
Lenny Kravitz dio ayer la vuelta al ruedo en la madrileña plaza de toros de Vistalegre. Lo hizo literalmente. Casi al final del concierto, absorto en un trance ególatra, bajó del escenario y recorrió el callejón dejando que sus fans le tocasen y, en algunos casos, frotasen, ante el estupor del equipo de seguridad. Dos horas de concierto, muchos decibelios y todo un espectáculo.
Son las 22.00 en la repleta y ya sudorosa plaza de Vistalegre. Se apagan los focos. Cae el telón que cubre el escenario, en la arena se encienden las luces de cientos de cámaras digitales y Lenny Kravitz arranca directamente con Where are we runnin'?, el primer corte de su último disco Baptism.
A Kravitz le dieron espasmos. Era la primera canción y no tuvo piedad, ni con el público, ni con su cadera. Se agitó y se retorció a ratos convulso y a otros sinuoso, regodeándose en su propia música y encendiendo aún más al público. No hubo compasión durante las dos horas que duró el concierto. Subió al escenario enfundado en unos pantalones vaqueros de cintura muy muy baja, tanto que a nadie le quedó la más mínima duda de que al cantante estadounidense no le gusta la ropa interior. Botas plateadas, gafas enormes y pelo extraliso completaban el 'look' del músico de 40 años.
En la barrera
Recorrió, acompañado de un banda increíble, todos sus grandes éxitos: Always on the run, Again y Dig in. Antes de saltar al ruedo, y quizás en el origen de su lance torero, llegaron American woman, Fly Away y Are you gonna go my way?. Una vez en el callejón, rodeado de sus desbordados guardaespaldas, se colgó de la contrabarrera retorciéndose sensualmente entre los gritos de los fans. Una de ellas fue escogida por el cantante para subir más tarde al escenario. Kravitz, que ha tocado casi todos los instrumentos en su último disco, se atrevió con el piano, el órgano y la batería. A las baquetas, precisamente, interpretó una improvisación de más de cinco minutos, "una música que sale del espíritu" cómo el mismo la definió, en memoria de las víctimas del 11-M. "No se puede matar la vida", gritó ante un agradecido y un tanto sorprendido público.
Para los bises, el cantante norteamericano escogió I belong to you y el mítico Let love rule. Su despedida fue poco menos que abrupta. Sin un "adiós", "ha sido un placer", o "buenas noches", desapareció del escenario. En las gradas hubo un pequeño momento de desconcierto y duda resuelto por el encendido de las luces y la subida de los técnicos al escenario para desmontar el equipo.

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