Arranca la cumbre del clima en tiempos de fractura global: “Es el momento de imponer una nueva derrota a los negacionistas”
Lula, el anfitrión, carga contra la desinformación mientras Trump da la espalda a la COP en el décimo aniversario del Acuerdo de París

La cumbre del clima anual, la COP30, que este año se celebra en la ciudad amazónica de Belém (Brasil), ha comenzado oficialmente este lunes, aunque el jueves y viernes pasados se celebró un encuentro previo en el que participaron varias decenas de primeros ministros y presidentes. A 29 grados y con un 73% de humedad en la calle, se ha iniciado esta cita en la que durante dos semanas los países tratarán de acordar un enfoque común para afrontar la crisis climática en un complicado momento político internacional del que la lucha contra el calentamiento no está ni muchos menos al margen.
“Es el momento de imponer una nueva derrota a los negacionistas”, ha proclamado el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, en la apertura de la cumbre. En su discurso ha advertido contra la desinformación y los algoritmos que atacan la ciencia. Además, ha defendido el multilateralismo en este difícil momento internacional.
“Su trabajo aquí no es luchar entre ustedes, sino luchar juntos contra esta crisis climática”, ha espetado por su parte en el mismo acto de apertura Simon Stiell, el secretario ejecutivo del área climática de la ONU, a los asistentes. “El multilateralismo definitivamente es el camino”, ha añadido André Correa do Lago, el diplomático brasileño que preside esta COP30. “La urgencia es el elemento distintivo de esta misión”, ha enfatizado Correa do Lago en referencia a la batalla contra el calentamiento. “Ese elemento que está tan presente, como vimos con gran tristeza esta semana en Paraná y en Filipinas, y hace dos semanas en Jamaica”, en referencia al tornado, el tifón y el huracán más recientes.
A esos desastres que alimenta el cambio climático también se ha referido Lula, quien ha hecho un paralelismo entre los colosales desafíos logísticos de acoger la cumbre en la Amazonia y combatir la emergencia climática. “Habría sido más fácil celebrarla en una ciudad sin problemas. Pero decidimos probar que, cuando hay voluntad política y compromiso con la verdad, no hay nada imposible”. Y ha añadido: “A los que hacen la guerra, les digo que es mucho más barato colocar 1,3 billones para acabar con el problema climático que 2,7 billones en guerras, como hicieron el año pasado”.

La cita de Belém es la trigésima que se celebra desde que en 1992 se acordó en una cumbre en Río de Janeiro la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Esta convención es la que en las últimas tres décadas ha guiado los pasos de la lucha internacional contra el cambio climático bajo el paraguas de la ONU. Fruto de ese marco, en diciembre de 2015, nació el Acuerdo de París, el más ambicioso de los pactos climáticos puestos en marcha hasta ahora, que este año cumple su décimo aniversario en un complicado contexto internacional.
Las previsiones del Gobierno brasileño antes de comenzar la cumbre eran que alrededor de 170 países participen en las negociaciones. Estados Unidos comunicó hace unos días a la ONU que no enviaría una delegación a Belém, aunque en cualquier momento podría aterrizar porque, aunque Donald Trump ha sacado a su país del Acuerdo de París, sigue siendo miembro de la convención marco. La participación de EE UU en las últimas citas medioambientales en el contexto de la ONU no ha sido especialmente positiva para el avance de los tratados internacionales: en octubre, amenazó con aranceles y sanciones a los países que apoyaran un impuesto a las emisiones de dióxido de carbono del sector marítimo internacional. En agosto, contribuyó activamente a que no se acordara un tratado que pusiera coto a la producción de plástico para frenar esta contaminación. Y hace unos días el Gobierno de EE UU pidió a la ONU que dejara claro y por escrito su portazo a la lucha contra el cambio climático en el informe que analiza los planes de recorte de las emisiones de los países.
A esos zarpazos de la Administración de Trump se le une en la UE una ola de freno a las políticas climáticas y medioambientales. Y el avance del negacionismo ultraderechista en el Gobierno de muchos países. Ese es el contexto en el que se desarrollará una cumbre del clima que no tiene un foco claro como otras citas recientes, más allá de que se celebra en la Amazonia, uno de los grandes sumideros del planeta que también se ve amenazado por el calentamiento global.
La cumbre del año pasado, en Bakú (Azerbaiyán), estaba centrada en la financiación que los países más ricos deben aportar a los que tienen menos recursos para combatir y adaptarse al cambio climático. Y en la de Dubái de 2023 señaló por primera vez en estas tres décadas de negociaciones en negro sobre blanco a los principales responsables de esta crisis, los combustibles fósiles, e instó a su progresivo abandono.

La cita de Belém estará, sin embargo, dominada por el incumplimiento de una de las obligaciones del Acuerdo de París. Los casi 200 países que forman parte de este tratado deben presentar periódicamente sus planes de recorte de emisiones (conocidos por las siglas NDC), en los se autoimponen metas concretas. Esos compromisos deben conducir a que el aumento de la temperatura no supere los 2 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales y, en la medida de lo posible, los 1,5 (aunque esta última barrera se da por hecho que caerá en la próxima década y la única alternativa es que esa superación del 1,5 sea solo temporal).
En febrero de este 2025, todos los países deberían haber presentado sus nuevos planes, con objetivos para 2035. Prácticamente nadie cumplió. La ONU pidió entonces a los Gobiernos que lo hicieran entes del 30 de septiembre. Pero solo seis decenas cumplieron esa nueva prórroga, lo que ha impedido que los científicos hayan podido hacer para Naciones Unidas un buen análisis de lo que suponen los nuevos objetivos de recorte. En los últimos días, ha aumentado el ritmo de presentación de las NDC y este lunes figuran ya en el registro de la ONU 108 planes nacionales.
Aunque no se ha podido hacer un balance certero, lo que sí se sabe es que no están encaminados a que el aumento de la temperatura se quede dentro de los márgenes de seguridad, entre esos 2 y 1,5 grados. Y uno de los puntos de debate que se perfilan más conflictivos es cómo abordar esa brecha entre lo que se debería hacer y lo que prevén los distintos Gobiernos. La otra brecha que hay que cubrir es la de la financiación para los países en desarrollo, que ha sufrido también un importante golpe por la retirada de EE UU de los foros climáticos.
Li Shuo, director del China Climate Hub del Instituto de Políticas de la Sociedad Asiática, ve esta cumbre de Belém como una “ceremonia colectiva de graduación del Sur Global”. Por la retirada de EE UU y los titubeos de la Unión Europea, pero también por el paso adelante que supuso el nuevo plan climático que presentó China a finales de septiembre, donde por primera vez se compromete a recortes concretos de sus emisiones. China, además, está liderando en el mundo la instalación de renovables y la fabricación y venta de coches eléctricos.
En una carta previa al inicio de la cumbre, Corrêa do Lago combinaba la satisfacción de los avances con la urgencia para instar a los países a tener más ambición y pisar el acelerador. Sostenía el diplomático que la transición climática es ya una tendencia irreversible y motor del desarrollo sostenible y que “el Acuerdo de París está funcionando”. Ahora, recalca, “el reto consiste en acelerar su implementación para mantener el objetivo de 1,5 grados Celsius dentro del alcance, al tiempo que se fortalece la resiliencia ante los crecientes impactos [del calentamiento global]”.

La carta del embajador brasileño ensalza, precisamente, el liderazgo chino al afirmar que “la transición climática es la tendencia de nuestro tiempo, como ha señalado el presidente chino, Xi Jinping”. Esa mención —el único nombre junto al de Lula— es significativa en un momento en que el estadounidense Donald Trump proclama que el calentamiento global es una farsa.
“De alguna manera, la disminución del entusiasmo del Norte Global demuestra que el Sur Global está avanzando”, declaró Corrêa do Lago a la prensa el domingo en Belém. “No es algo nuevo, lleva años gestándose, pero no había tenido la visibilidad que tiene ahora”, añadió en unas declaraciones recogidas por la agencia Reuters.
Además de acelerar la implementación del Acuerdo de París, intentando fijar hojas de ruta para aspectos como la adaptación al cambio climático o el abandono de los combustibles fósiles, las prioridades de Brasil para esta cumbre son reforzar el multilateralismo y “conectar el régimen climático a la vida de las personas y la economía real”. De ahí su idea de crear un fondo de inversión que sirva para proteger los bosques tropicales y pagar a quienes lo protegen con su modo de vida sostenible.
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