Adiós a Rèmi, el defensor del océano
Rémi Parmentier, cofundador de Greenpeace e histórico activista medioamiental, falleció a finales de junio
Conducía mi furgoneta por las carreteras portuguesas cuando sonó una llamada telefónica de nuestra común amiga, Kelly Rigg: “Rèmi ha muerto”.
Hacía una semana me había estado comunicando con él, felicitándole por los avances que se habían conseguido en la Conferencia de la ONU sobre los Océanos, celebrada en Niza, y de los que él había sido un importante impulsor.
No era posible que aquella persona inspiradora y rebosante de proyectos no estuviese, de pronto, entre nosotros. A medida que pasan las horas, la incredulidad se disipa y se abre camino. Junto al dolor de perder un amigo que ha sido leal hasta en los momentos más difíciles, se consolida la conciencia de que su marcha deja un vacío difícilmente reemplazable entre los estrategas de un ecologismo actualizado y responsable. Con sus propuestas prácticas, viables sin dejar de ser radicales, podía discutir de tú a tú con los líderes mundiales de la política y la industria, utilizando el sentido común, la ironía, la provocación y hasta el humor para plantear los problemas de nuestros mares y proponer soluciones urgentes y viables.
Conocí a Rèmi hace más de 40 años, y su inspiración fue determinante en el cambio más importante en el curso de mi vida. Yo ya era un ecologista activo antes de encontrarme con él. Combinaba mi trabajo profesional como biólogo pesquero del Instituto Español de Oceanografía con la presidencia del GOB, el grupo conservacionista más importante de Baleares y uno de los más prestigiosos de nuestro país. El ejemplo de Rèmi me decidió a abandonar mi empleo seguro como funcionario para pasar a dirigir la sección española de Greenpeace, y participar activamente en el impulso de cambios contundente y rápidos en la forma en cómo se tratan nuestros mares.
Mi primer encuentro con Rèmi fue en un ciclo de debates en el que se mostraba a la ciudadanía los distintos aspectos del ecologismo, más allá de las imprescindibles luchas locales. Entre los ponentes, Petra Kelly, líder de los Verdes alemanes, y Benigno Varillas, periodista medioambiental de EL PAÍS, junto a otros activistas y políticos. No podía faltar Greenpeace, que llevaba una década en acción y que ya era conocida en España por sus actividades contra la caza de ballenas, pero sobre todo por la campaña que en aquellos momentos la organización llevaba a cabo contra los vertidos de residuos radioactivos frente a Galicia. Las jornadas fueron un éxito general, pero las sesiones presentadas por Rèmi Parmentier fascinaron al público por su vivacidad, la fuerza de sus imágenes y, por qué no, por el español afrancesado que manejaba sin ningún tipo de complejos, a toda velocidad y con un acento que no consiguió corregir durante medio siglo de vida en España, donde se casó y creó una estupenda familia.
El Rèmi que yo conocí entonces era un joven rebelde y melenudo de 25 años, siete menos que yo, iconoclasta y algo gamberro, que vivió el rebufo del Mayo del 68 y que se revolvía contra las injusticias, en particular las ambientales, que empezaban a hacerse muy evidentes en aquellos años. Inicialmente, se unió a Amigos de la Tierra, pero muy pronto se sintió inspirado, como me sucedió a mi poco tiempo después, por las innovadoras tácticas de acción directa no violenta de un grupo de jóvenes que desde Canadá fletaron en 1971 al viejo “Phyllis Cormak” para oponerse a las pruebas nucleares previstas por los Estados Unidos en Alaska. Rèmi se incorporó rápidamente a ese grupo, y participó en los trabajos de puesta a punto de otro viejo arrastrero, el emblemático “Rainbow Warrior”, restaurado para enfrentarse a la caza de ballenas y focas en distintas partes del mundo. Greenpeace Internacional se estaba consolidando.
En España, el “Rainbow Warrior” fue detenido por la Armada por impedir el trabajo de la flota ballenera de Massó. Pero, tras meses de cautiverio, protagonizó una espectacular fuga de la base naval del Ferrol. En plena transición política, antes de 23F, esta acción de Greenpeace suscitó algunas críticas entre los sectores más reaccionarios, pero también el entusiasmo y apoyo de un amplio sector progresista. Desde entonces, Rèmi empezó a circular por nuestro país, organizando la oposición española a los vertidos de residuos radioactivos que realizaban buques del Reino Unido y los Países Bajos. Rèmi no era solo un estratega de salón. Era un activista de primera línea. Su presencia a bordo de las lanchas neumáticas frente a los arpones y bajo los bidones legitimó siempre su discurso. Cuando había que ponerse un chaleco salvavidas, se lo ponía. Y cuando era conveniente enfundarse en un traje y corbata para intervenir como observador en los convenios internacionales, se hacía.
La presencia de los voluntarios de Greenpeace impidiendo con sus lanchas la contaminación radioactiva de los caladeros gallegos fascinó a la opinión pública española. Incluso a aquellos que habían criticado las campañas contra la caza ballenera o la fuga del Ferrol les aplaudieron.
Es en ese contexto en el que surge la conveniencia de crear una sección española de Greenpeace. Encargado por la dirección internacional, Rèmi explora posibles miembros para una Junta Directiva promotora de la asociación. Se muestra interesado por la fortaleza y organización de los ecologistas baleares, y me sugiere que ocupe la presidencia de Greenpeace España. Me acompañan en la junta Benigno Varillas y el escritor gallego Manuel Rivas.
Inmediatamente, Rèmi fue capaz de suscitar el apoyo de numerosos artistas como Miguel Ríos, Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel, Camarón y muchos otros que nos proporcionaron legitimidad y recursos mediante discos y conciertos que atrajeron decenas de miles de socios que con sus donaciones y cuotas permiten que Greenpeace se mantenga independiente de cualquier tipo de subvenciones de gobiernos o empresas.
Con Rèmi diseñamos la primera campaña de Greenpeace en el Mediterráneo, en 1985. La ría de Huelva, el coral rojo, Portman, las Columbretes, el Polo petroquímico de Tarragona, Palomares, las maniobras militares en Cabrera,…y tantas otras batallas, que nos ocupaban meses y meses en el mar, y mucho trabajo de investigación y presión política.
Juntos fuimos avanzando en la resolución positiva de estos conflictos y muchos más, mientras también paralizábamos la flota ballenera soviética que pasaba por Gibraltar hacia la Antártida,
Rémi era, ha sido, incansable hasta el final, con Greenpeace primero y luego con su Varda Group. Con el primero, también formó parte del diseño de la campaña contra la explotación de hidrocarburos en la Antártida, que fue determinante en mi decisión de unirme profesionalmente a Greenpeace. Por eso digo que Rèmi cambió positivamente el rumbo de mi vida para siempre. Dicen que es de bien nacidos ser agradecidos. Pues eso. Gracias, Rèmi Parmentier, amigo. ¡Hasta pronto!
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