Boric y Kast apuestan por una transición ordenada tras el triunfo de la extrema derecha en Chile
El presidente electo muestra un tono conciliador con su antecesor tras prometer reforzar el combate contra la inseguridad y la expulsión de los extranjeros sin papeles
La transición presidencial en Chile entre Gabriel Boric y José Antonio Kast, líder de la extrema derecha del Partido Republicano, ha arrancado con los signos institucionales que son tradición en la democracia sólida del país sudamericano: una cordial llamada telefónica en la noche del domingo y una reunión este lunes en el Palacio de La Moneda. Ambos estuvieron allí acompañados por sus respectivos equipos para iniciar el cambio de mando, previsto para el 11 de marzo de 2026.
Los dos hombres encabezan proyectos políticos diametralmente opuestos y la campaña presidencial fue hostil: Kast no se limitó en los descalificativos al Gobierno de Boric —lo trató varias veces de “fracasado” e “inepto”—, y el propio presidente criticó al ultraconservador en una cadena nacional, sin nombrarlo, a fines de septiembre, por su compromiso de hacer un recorte fiscal de 6.000 millones de dólares en los 18 primeros meses de mandato. Pero ambos han logrado en las últimas horas conversar pública y privadamente de forma amable, lo que indica que respetarán los gestos republicanos que son costumbre en Chile desde el retorno a la democracia en 1990.
Luego de desayunar con ciudadanos del municipio de Buin, en la zona sur de Santiago, donde ejerció de concejal, su primer cargo de elección popular, Kast llegó a La Moneda de la mano de su esposa, Pía Adriasola. Vestía traje y corbata, una formalidad que Boric no utilizó mientras fue presidente. Luego de una reunión larga, que incluso hizo retrasar la reunión del presidente electo con los partidos de las derechas, Kast describió el encuentro: “Fue una reunión muy positiva y republicana”. “Este Gobierno de emergencia tiene que verse reflejado en un Gobierno de Unidad nacional en los temas prioritarios que requieren políticas de Estado”, dijo en referencia a asuntos como la seguridad pública, salud, educación o vivienda.

Kast fue elegido el domingo en la segunda vuelta con un 58% de los votos, frente al 41% de Jeannette Jara, la militante comunista candidata del oficialismo de Boric. Como ya hizo desde la misma noche electoral, Kast ha dicho en reiteradas ocasiones que busca cuidar la institucionalidad: “Este no será el Gobierno de una persona, ni el Gobierno de un partido político, sino que será un Gobierno mucho más amplio para poder lograr entendimiento en aquellos temas fundamentales”.
Horas antes, desde el municipio de Las Condes, donde se ubicó su comando, Kast había apelado a los entendimientos políticos. La derecha no tiene mayoría ni en la Cámara de Diputados ni en el Senado, como le sucedió al propio Boric y a sus antecesores, por lo que necesitará llegar a acuerdos para cumplir su promesa de orden y seguridad.
Sacrificio y rigor
“La victoria no es una meta, es un punto de partida. Lo que viene va a exigir sacrificio, rigor, prioridades claras y unidad. Los cambios comenzarán de inmediato. Pero los resultados verdaderos requieren perseverancia”, aseguró Kast el domingo luego de conocerse que resultó electo con la mayor cantidad de votos que haya alcanzado en la historia de Chile un presidente, más de siete millones.
“Esta noche no les prometo magia, les prometo trabajo, carácter, orden, decisión y convicción. Porque hoy Chile nos exige unidad, no como consigna, sino como aprendizaje histórico”, indicó Kast, quien ha abandonado su tono duro de campaña para intentar una relación menos compleja con sus rivales políticos. Él chocó tanto con el Gobierno de Boric como con la Administración del conservador Sebastián Piñera (2018-2022), a la que llamó “el peor Gobierno de la historia”. De paso, Kast intenta rebajar las altas expectativas ciudadanas que han generado sus rotundas promesas entre una gran parte del electorado.
En dos de los temas clave en los que pretende enfocarse en su Gobierno de emergencia —delincuencia y control de la migración irregular— Kast ha prometido medidas audaces: una cárcel de alta seguridad en pleno desierto, con altas restricciones a los internos, y la expulsión de los más de 330.000 extranjeros sin papeles, que luego ha matizado como una “invitación” a irse de Chile y que sean sus empleadores los que les paguen el pasaje. En su campaña, Kast hizo una cuenta regresiva de los días que le quedan a los migrantes en situación irregular para dejar el país.

“Felicito al futuro presidente. Ahora el desafío, para con los chilenos, es cumplir muchas metas ambiciosas para el país”, escribió tras los resultados Evelyn Matthei, la candidata de la derecha tradicional, que en un momento fue la favorita para hacerse con el Gobierno en el periodo 2026-2030, pero que finalmente quedó quinta en la primera vuelta presidencial de noviembre. Con una relación tirante con Kast, al que incluso acusó de liderar una “campaña asquerosa” en su contra a través de redes sociales, su mensaje apunta a un asunto clave: las altas expectativas iniciales con las que tendrá que lidiar el republicano, que no se limitó a la hora de las promesas.
El jefe de campaña de Kast en la segunda vuelta, Martín Arrau, que lleva unas semanas intentando moderar las expectativas, dijo este lunes que el triunfo “no es un cheque en blanco” y que es igual a haber ido al banco y que les dieran un crédito de siete millones (de votos) y hay que “pagar la cuota”. “Estamos endeudados y hay que gobernar para todos y hay que repartirle utilidades a todos los millones de accionistas en Chile”, añadió en el Diario Financiero.
Primer pinochetista en 35 años
Es la primera vez desde el retorno a la democracia, hace 35 años, que Chile tendrá un presidente pinochetista, que votó por el Sí al dictador en el plebiscito de 1988 y que, además, defiende a la dictadura, no se ha distanciado de su legado y no ha sido capaz de negar que empujará determinados indultos a violadores de los derechos humanos que hoy están presos.
En esta campaña, sin embargo, que es su tercera, Kast prefirió no enfocarse en sus posiciones respecto del pasado reciente ni en las libertades individuales —como el aborto— que rechaza. Su prioridad, como repite, está en la triple crisis que advierte en Chile: falta de crecimiento económico, migración irregular y delincuencia. La inseguridad afecta sobre todo a los sectores vulnerables que, en esta elección, han estado con Kast y no con la izquierda, que obtuvo el peor resultado en una presidencial desde 1990.
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