Kast, una década ensayando para llegar a La Moneda
En su tercer intento por llegar al poder, el candidato ultraconservador aprovecha la histórica sensación de inseguridad en Chile para explotar su programa de mano dura


En septiembre de 1988 se transmitió la franja electoral del plebiscito para decidir si Augusto Pinochet seguía o no en el poder. En uno de los episodios de la campaña por el Sí apareció un estudiante de 22 años llamado José Antonio Kast. En representación de la comunidad gremialista de la Universidad Católica de Chile, el alumno de Derecho decía estar “convencido” de que la obra del régimen militar iba en “directo beneficio” de su generación. El joven de aspecto germano era el hermano pequeño de Miguel Kast, quien había ejercido como ministro durante la dictadura. Casi 40 años después de aquella aparición televisiva, el abogado, de 59 años, busca por tercera vez llegar a la Presidencia de Chile. Si lo consigue, como indican las encuestas, los chilenos tendrán por primera vez un jefe de Estado que respaldó a Pinochet. “Si estuviera vivo, votaría por mí”, dijo el candidato de las derechas, en su primer intento por arribar a La Moneda, en 2017.
Quizá el mentor más importante del ultraconservador fue Jaime Guzmán, uno de los principales ideólogos de la derecha chilena y fundador de la Unión Demócrata Independiente (UDI), el partido doctrinario de su sector -lo asesinaron cuando era senador, en 1991-. Kast lo conoció siendo un universitario y sus convicciones e ideales lo llevaron a enrolarse en su formación. Durante 20 años militó en sus filas, fue concejal y diputado por el partido por cuatro períodos, pero en 2016 renunció tras varios desencuentros con las dirigencias de la vieja guardia y por sentir que ya no defendían los principios morales del proyecto original. “Si logro influir en las personas, claramente seguiré con mis aspiraciones presidenciales”, advirtió en su misiva de despedida. Al año siguiente se lanzó en su aventura por convertirse en jefe de Estado como independiente.
En su primera campaña propuso el cierre de la frontera con Bolivia para controlar el narcotráfico, que en todas las escuelas públicas hubiese un profesor de religión e indultar “a todos aquellos que injusta o inhumanamente están presos” por los casos de violaciones a los derechos humanos de la dictadura militar. Obtuvo el 8% de los votos. El resultado de una campaña austera organizada por un grupo pequeño de díscolos de la derecha tradicional dio cuenta que había un espacio para un discurso más duro. Y Kast tomó nota. En 2021 se volvió a presentar. Venía de fundar el Partido Republicano y el discurso parecía hacer cada vez más eco en la sociedad chilena. En su programa hablaba de una “nueva derecha” que hacía frente al “colapso institucional e ideológico” de su sector, y de una opción política “determinada” a retomar la batalla cultural, ideológica y programática, que defendiera los principios y valores sin complejos.
Empujaba, entre otras cosas, la reducción del Estado, derogar la ley del aborto en tres supuestos y eliminar el Ministerio de la Mujer. En primera vuelta ganó con el 27,8% de los votos y en el balotaje, aunque moderó su discurso, fue derrotado por el izquierdista Gabriel Boric. Tras su fracaso en los comicios, presidió el Political Network for Values (2022-2024), una red ultraconservadora que conecta políticos y activistas de Europa, América Latina, Estados Unidos y África, contraria al “feminismo radical”, a la “ideología de género”, a los homosexuales y, sobre todo, al aborto. Unos días antes de abandonar el cargo en la red, en diciembre de 2024, Kast participó de una cumbre antiabortista en el Senado de España: “Quienes nos caricaturizan en la prensa, quienes desparraman el odio a través de las redes sociales en nuestra contra, son aquellos que nos temen. Y nos temen porque nos saben irreductibles, saben que somos valientes, y que nunca vamos a claudicar en la defensa de estos valores”.
También participó en cumbres de líderes de la ultraderecha global, como la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) de EE UU, o la convención de Vox en Madrid, donde ha coincidido con el español Santiago Abascal, el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, o el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, todos países que ha visitado durante su campaña para adoptar sus ideas en Chile. Además, se reunió con la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, con quien habló por teléfono tras pasar a la segunda vuelta, al igual que con el presidente argentino, Javier Milei.
Una de las razones del por qué Kast no ganó en 2021 fue por la movilización del voto femenino y el de los jóvenes para evitarlo. Con eso en cuenta, en este tercer intento el candidato ha dejado atrás lo de defender sin complejos los principios y valores y ha sido muy cuidadoso en no ahondar en sus posturas sobre libertades individuales o su defensa al legado de la dictadura de Augusto Pinochet. El padre de nueve hijos, casado con la abogada Pía Adriasola, y adherente del movimiento de Schoenstatt, diseñó una campaña que no diera espacios a herir sensibilidades de los electorados que históricamente le han rehuido. El discurso se ha centrado en una batería de medidas para un “Gobierno de emergencia”, enfocadas en seguridad, crecimiento económico y control migratorio, las principales preocupaciones de los chilenos.
El silencio de Kast sobre la llamada agenda valórica ha hecho más fácil el apoyo de las figuras más liberales de su sector, presentándose como la opción de las derechas chilenas, sin peros: desde la libertaria hasta la más centrista. El republicano, sin embargo, ha dicho que no ha cambiado sus convicciones, como su rechazo al matrimonio homosexual, a la píldora del día después, a la ley de identidad de género, por mencionar algunas. “Soy un hombre de convicciones, defiendo la vida desde la concepción hasta la muerte natural”, ha dicho en la campaña. Y también ha advertido: “Vamos a volver a hablar de Dios, de la Patria y de la familia”.
Ya hay voces dentro del ala radical de la derecha que han manifestado las presiones que ejercerán en el Congreso para discutir la denominada batalla cultural, que chocan con las del sector más liberal del sector. La capacidad de liderazgo de Kast, si resulta electo, como indican todas las encuestas antes de la veda de 15 días previos a los comicios, se pondrá a prueba a partir de marzo de 2026, una década después de renunciar a la UDI y confesar sus aspiraciones presidenciales. Su formación nunca ha gobernado, por lo que es una incógnita si impulsará sus posturas del pasado o las de 2025.
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