Elecciones en Chile: no es sólo derechización
La sociedad no ha tenido un giro ideológico unidimensional, una derechización monolítica, sino que se caracteriza por un conjunto heterogéneo, y a menudo contradictorio, de preferencias

La primera vuelta presidencial en Chile del 2025 pareciera haber repetido el resultado de la elección del 2021 con José Antonio Kast, del partido de ultraderecha Republicanos, enfrentando a una candidata de izquierda. Pero detrás de ese primer titular, los resultados electorales muestran un panorama muchísimo más complejo e incierto de cara a la segunda vuelta. Con una participación histórica, Jara y Kast obtuvieron 26,85% y 23,92%, respectivamente. La sorpresa fue Parisi en el tercer lugar con 19,7% y 14 de 155 escaños en la Cámara de Diputados. Resultados que expresan un reordenamiento político profundo, donde la consolidación de la derecha radical como principal opción plantea la duda de si el electorado se ha derechizado o si estamos frente a un fenómeno político más complejo.
Ciertamente, diversos estudios vienen constatando un giro de las prioridades ciudadanas hacia la demanda por mayor seguridad, con la criminalidad instalada como la principal preocupación (61%, según CEP), y una creciente disposición a aceptar menos libertades a cambio de seguridad (48% ICSO-UDP). En un sentido similar, una mayoría de personas dice sentir un “gran conflicto” con migrantes y que su cantidad es “excesiva” (77% y 85% en Bicentenario). Pero estas mismas encuestas identifican actitudes más progresistas respecto de libertades civiles o el rol del Estado en seguridad social. Casi la mitad de las personas apoya el aborto en tres causales (CEP), un tercio el aborto libre (34%), cerca del 60% favorece la eutanasia, el 68% apoya el matrimonio igualitario y 53% la adopción homoparental (Bicentenario). Incluso en el plano económico el respaldo a políticas públicas universales se impone sobre la focalización (44% frente a 32%) y permanece firme la expectativa que el Estado garantice una igualdad de oportunidades para todas y todos.
Así, la sociedad chilena no ha tenido un giro ideológico unidimensional, una derechización monolítica, sino que se caracteriza por un conjunto heterogéneo, y a menudo contradictorio, de preferencias que no calzan plenamente con los clivajes tradicionales de izquierda y derecha. Más aún, las distinciones geográficas, etarias y de género han adquirido una relevancia trascendental en las elecciones.
Entonces, ¿qué otras dinámicas estuvieron en juego en esta elección?
Lo primero es reconocer el impacto transformador que ha tenido la introducción del voto obligatorio en la política chilena. Esta fue la primera elección presidencial con inscripción voluntaria y voto obligatorio. Desde su introducción se han incorporado aproximadamente cinco millones de electores que no participaban con voto voluntario, con un cambio desde el 47% de participación en la primera vuelta del 2021 al 85,4% en 2025.
Estos nuevos electores, identificados por muchos como “votantes obligados”, tienen posiciones más conservadoras que las del votante habitual (según la encuesta del COES), pero su comportamiento se mueve poco por propuestas de políticas públicas y más por el rechazo y la desconfianza hacia la política y sus instituciones. Así, rechazaron la propuesta constitucional de 2022, luego dieron una mayoría relativa al Partido Republicano en el proceso de 2023, para rechazar su propuesta de texto a finales del año. Sus preferencias ideológicas u electorales no son estables, primando el descontento con el status quo.
Si las percepciones de la ciudadanía están en movimiento lo mismo ocurre en un sistema político en transformación. Marcado por disputas por la hegemonía de izquierdas y, sobre todo, las derechas. Por segunda vez consecutiva la coalición de derecha que gobernó el país en dos períodos con Sebastián Piñera quedó fuera de la segunda vuelta. Evelyn Matthei, quien había liderado las encuestas durante meses quedó en quinto lugar y los partidos que la apoyaron perdieron 10 escaños en el Congreso mientras sus competidores de extrema derecha aumentaron 18: de 24 a 42.
En la centroizquierda esta vez primó una estrategia de mayor unidad luego del aprendizaje en 2021, pero no desaparecieron las tensiones entre partidos y corrientes de izquierda y social demócratas, que probablemente resurgirán con fuerza concluido el gobierno y en el escenario de una derrota en segunda vuelta.
Finalmente, a pesar de todas estas transformaciones resulta imposible soslayar el peso de la historia de cara a la segunda vuelta. Desde 2006 Chile ha sido un ejemplo paradigmático de la dinámica del péndulo electoral latinoamericano. Siendo Ricardo Lagos el último presidente en traspasar el poder a alguien de su sector. Desde entonces han triunfado los desafiantes: Bachelet, Piñera, Bachelet, Piñera, y Boric consecutivamente.
Jeannette Jara enfrenta así enormes desafíos para alterar la tendencia histórica hacia la alternancia. No se trata sólo de una derechización, sino también de la dificultad para articular, desde una izquierda hoy en el poder, una estrategia que conjugue en muy corto tiempo, la narrativa adecuada y la capacidad operativa de movilización para conquistar a una sociedad en búsqueda de orden, seguridad, protección y cambio. Por su parte, la derecha tiene el camino más despejado, pero no puede confiarse. Debe reconciliar sus diferencias internas y evitar el espejismo de creer que tiene mayorías culturales e ideológicas consolidadas para no levantar rechazo hacia agendas conservadores impopulares. Pero sea quién sea que triunfe, el próximo presidente deberá lidiar con un Congreso fragmentado que hará imprescindible el dialogo y la negociación para asegurar gobernabilidad al país.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.










































