El Chile de extrema derecha de Kast
Con la percepción de la inseguridad en niveles históricos y una valoración de la democracia en retroceso, los ciudadanos buscan cambios radicales y propuestas de mano dura


Chile tiene miedo. Solo el 39% de sus habitantes se siente seguro caminando solo por la noche, lo que lo ubica en el puesto 138, justo detrás de Zimbabue, en una encuesta realizada en 144 territorios por la empresa estadounidense Gallup. Las principales preocupaciones son la delincuencia, los asaltos y los robos, especialmente entre los más vulnerables y los pesimistas sobre la situación económica. “El país cambió, las calles ya no son las mismas de antes”, dijo en agosto el fiscal nacional del Ministerio Público, Ángel Valencia, a raíz del secuestro a un empresario. A ese Chile le habla el ultraderechista José Antonio Kast. A ellos apela con su propuesta de “un Gobierno de emergencia” para enfrentar con “medidas duras” una nueva criminalidad marcada por homicidios más violentos que duplican los de hace una década.
Estas elecciones se celebran en un contexto donde el 24% de los chilenos se identifica con la derecha, su mayor histórico, según la encuesta del Centro de Estudio Públicos (CEP), un 36% con el centro y un 20% con la izquierda. Otra cifra que ha alcanzado su máximo es el respaldo a que, en algunas circunstancias, un régimen autoritario puede ser preferible (23%).
En el cierre de campaña de Kast, celebrado este martes, se proyectó un vídeo con declaraciones que había hecho el republicano en el pasado bajo el lema “cuando nadie se atrevió, él se atrevió”. Hubo dos que provocaron los mayores gritos y aplausos. Su propuesta de instalar una zanja en la frontera norte para aplacar la inmigración irregular y su respaldo a Carabineros en el marco del estallido social de 2019, cuando la confianza en la institución estaba pulverizada por las violaciones a los derechos humanos durante las revueltas, según los registros de distintas organizaciones internacionales. Entonces un 35% de los chilenos aprobaban la gestión de las policías, mientras que hoy alcanza el 75%, según cifras de la encuestadora Cadem.
Durante la campaña, en más de una ocasión Kast ha celebrado que la candidata de la izquierda, Jeannette Jara, se refiera a Carabineros como tal y no como pacos, el nombre despectivo con el que en Chile se denomina a la policía uniformada, recordándole que visitó una camiseta con el símbolo del estallido, el negro matapacos, en alusión a un perro con un pañuelo rojo al cuello se hizo conocido por ladrar y atacar a Carabineros. El Partido Comunista, la formación donde milita Jara, desempeñó un papel activo en las movilizaciones, aunque tampoco controlaban la calle.
En el Partido Republicano hay quienes explican el buen posicionamiento de Kast en las encuestas presidenciales -todo indica que pasará al balotaje junto a Jara- en cómo ha calado “el trauma” del estallido social que, además de las masivas protestas, también estuvo marcada por hechos de violencia que pusieron en jaque la institucionalidad y la democracia chilena. Si en diciembre de 2019 un 55% decía haber apoyado las manifestaciones, esa cifra hoy es de apenas un 23%, según la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP). Entonces, apuntan los republicanos, los electores miran a quien siempre se mostró contrario: Kast. Incluso se restó del Acuerdo por la Paz, firmado por los presidentes de los partidos políticos que le otorgaron una salida institucional a la crisis social, en los días álgidos de la crisis. Ese pactó derivó en dos procesos constitucionales fracasados. Y aunque el segundo estuvo dominado por integrantes republicanos, eso no parece pasarle la cuenta, porque siempre defendieron que no tenían problemas con que continuara vigente la Constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Para entender quiénes son los votantes de la ultraderecha chilena, la Fundación Friedrich Ebert (FES), ligada al Partido Socialdemócrata de Alemania, elaboró un estudio donde, en base a encuestas, los perfiló y comparó con los adherentes a la candidatura de Evelyn Matthei, de la derecha tradicional. Kast arrastra a los más jóvenes, a los de un nivel socioeconómico bajo, de ciudades pequeñas y mayoritariamente hombres. Matthei, por su parte, a las mujeres, a los mayores de 45, universitarios, de clase media-alta y de la Región Metropolitana de Santiago. En el voto duro, Matthei cuenta con un respaldo mayoritario de mujeres (61,7%), mientras que Kast concentra su apoyo en los hombres (55,6%). En el caso de los evangélicos, una religión que en otros países como Brasil ha dado alas a la ultraderecha, el republicano concentra el 36,1% de los apoyos, frente al 15,7% de Matthei.
El académico de la Universidad Católica, Cristóbal Rovira, quien lideró el informe, dijo a EL PAÍS: “Quedó muy claro que las personas que adhieren al libertario Johannes Kaiser o Kast, no tienen un vínculo carismático con el líder, sino que apoyan a quienes representan mejor sus ideas”. Esas ideas son el fortalecimiento de la familia, la seguridad y el patriotismo. Además de la crisis familiar y valórica que perciben, afirman que el país padece una crisis de delincuencia y de justicia que no ha sido abordada de manera correcta ni efectiva “debido a la implementación de medidas blandas y de bajo impacto”.
Estratégicamente, en esta campaña ha esquivado los asuntos de libertades individuales o su defensa al legado de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), que se leyeron como una de las razones de su derrota ante el izquierdista Gabriel Boric en el balotaje de las elecciones anteriores. Su discurso se basó de manera casi inamovible en seguridad, control migratorio y economía. Esta semana, sin embargo, dijo en la sureña ciudad de Concepción, en la región del Biobío, donde hay mayor población evangélica en el país: “Vamos a volver a hablar de Dios, de la patria, y de la familia”. También ha reiterado que, a pesar de que no se pronuncie sobre la agenda valórica, no ha cambiado de opinión: “Soy un hombre de convicciones, defiendo la vida desde la concepción hasta la muerte natural”, dijo el lunes en el último debate televisivo. Esto se traduce en que mantiene su rechazo a la píldora del día después, al matrimonio homosexual, al aborto y la ley de divorcio, por ejemplo.
Kast también se ha dedicado en la campaña a hablarle a ese 60% sostenido que desaprueba el Gobierno de Boric. En sus intervenciones suele referirse a un “Gobierno fracasado” y a Jara, representante de nueve partidos de izquierda y centroizquierda, como la candidata de la “continuidad”. A la exministra del Trabajo de la Administración de izquierdas le achaca las listas de espera en los centros de salud, los ingresos de migrantes sin papeles o el alza en las cuentas de la luz. “Jara es Boric y Boric es Jara”, sostuvo en su cierre de campaña el martes. En ese mismo encuentro, cantaron uno de sus jingles que hace un juego de palabras con el número cinco, el que le corresponde en la papeleta: “Vota cinco vota Kast, vota cinco por Kast, sin comunismo, sin comunismo”, apelando al elector que teme la llegada de una militante del Partido Comunista a La Moneda.
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