Participación: el sello de la Nueva Educación Pública
La participación exige tiempo, organización y voluntad de diálogo. Pero el aprendizaje colectivo que surge de estos espacios es invaluable

La Nueva Educación Pública es, ante todo, un proyecto profundamente democrático. Desde que comenzó su instalación en 2018, ha buscado mucho más que mejorar la calidad de la educación o la gestión de los establecimientos: ha puesto en el centro la participación activa de las comunidades escolares como garantía de legitimidad, pertinencia y sostenibilidad en el tiempo.
Hoy, hablar de educación pública es reconocer que estudiantes, docentes, asistentes de la educación y familias ejercen su derecho a decidir, deliberar y construir en comunidad el futuro de sus escuelas y liceos. Esa participación es, sin duda, una de las grandes transformaciones que trae consigo la Nueva Educación Pública.
La participación comienza desde el primer paso de la instalación de un Servicio Local. La Ley N° 21.040 establece que lo primero es constituir un Comité Directivo Local, integrado por representantes del gobierno regional, de los municipios y de las familias. Este órgano cumple un rol esencial: contribuir al perfil del futuro director ejecutivo del SLEP y velar por su gestión estratégica, asegurando la rendición de cuentas ante la comunidad.
Una vez que los colegios son traspasados, la participación se profundiza con la constitución de los Consejos Locales de Educación Pública, instancias destinadas a representar los intereses, necesidades y particularidades de cada comunidad educativa. Estos consejos están integrados mayoritariamente por estudiantes, docentes, asistentes de la educación y apoderados, quienes eligen a sus representantes mediante procesos democráticos.
En las próximas semanas, 17 Servicios Locales desarrollarán elecciones para dichos Consejos: cerca de 500 mil personas forman parte de los padrones electorales. El grupo más numeroso del padrón corresponde a los apoderados (300 mil personas), seguido por 150 mil estudiantes, 30 mil docentes y 20 mil asistentes de la educación. Las votaciones se llevarán a cabo en 1.173 establecimientos bajo dependencia de los 17 SLEP que celebran elecciones de Consejos Locales en 2025.
En 2024, en los 7 SLEP que realizaron elecciones, participaron aproximadamente 100 mil personas: 51 mil estudiantes, 33 mil apoderados y 15 mil entre docentes, asistentes y directivos. Esperamos que esas cifras se multipliquen este año y gran parte del padrón vote, reflejando la expansión y consolidación de la participación comunitaria en la educación pública.
Estos órganos no son un trámite institucional. Son el corazón de un sistema que entiende que la educación pública no se impone desde arriba, sino que se construye con las comunidades como protagonistas. No se trata solo de votar o elegir representantes: se trata de abrir espacios reales donde las voces de quienes conviven día a día en las escuelas se escuchan, se transforman en propuestas y se convierten en decisiones colectivas.
La participación también ha sido decisiva en la elaboración de instrumentos estratégicos. Así ocurrió con el ajuste reciente de la Estrategia Nacional de Educación Pública, actualmente en curso, cuya propuesta se elaboró a partir de las recomendaciones, aportes y experiencias de alrededor de cuatro mil actores del sistema.
Por su parte, los Planes Estratégicos Locales (PEL), instrumentos de gestión a seis años que definen las prioridades y acciones de los SLEP en coherencia con la Estrategia Nacional de Educación Pública, se construyen de manera colaborativa con equipos directivos, docentes, estudiantes y familias. Así, por ejemplo, en el caso de los SLEP de Andalién Costa y Los Libertadores, alrededor de 15 mil personas participaron en conversatorios, grupos focales y consultas masivas organizadas por los SLEP para la formulación de sus respectivos Planes Estratégicos Locales.
Si analizamos todas estas instancias —los Comités Directivos Locales, los Consejos Locales, la elaboración de los Planes Estratégicos y el debate de la Estrategia Nacional de Educación Pública— se distinguen decenas de miles de personas que participan activamente en la transformación de la educación pública. Cada uno de estos espacios encarna un ejercicio democrático de gran valor, donde las comunidades no solo opinan, sino que deciden, proponen y asumen responsabilidades para fortalecer la calidad de los aprendizajes.
Este camino no está exento de desafíos. La participación exige tiempo, organización y voluntad de diálogo. Pero el aprendizaje colectivo que surge de estos espacios es invaluable. En un país que busca fortalecer la democracia, la cohesión social y nivelar la cancha, la Nueva Educación Pública ofrece un ejemplo inspirador: demostrar que, cuando se abre la puerta a la participación, las comunidades responden con compromiso y propuestas que enriquecen el sistema.
La educación pública pertenece a todos y todas. Se fortalece cuando cada voz tiene un espacio, cuando cada estamento aporta desde su experiencia y cuando cada comunidad sabe que sus decisiones son valoradas. Ese es el espíritu de la Nueva Educación Pública: una política de Estado que avanza en calidad y equidad, y que seguirá creciendo impulsada por la fuerza democrática de la participación.
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