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Noticias falsas
Tribuna
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Desinformación, noticias falsas y caos

La posverdad, la desinformación, las noticias falsas o las mentiras —que hoy se diseminan con una velocidad nunca imaginada— amenazan a la democracia (como es el temor de base), pero también a la realidad tal y como la conocemos

Un hombre se informa en Chile.

Lo peor es que parece no importar, o no incomodar, o que nada cambia. Y no es sólo en Chile y su actual proceso electoral: se vivió en la última presidencial de Argentina y en EE.UU.; hace algunos años tuvo su peak durante la pandemia y el movimiento antivacunas, o se puede seguir día a día en el mercado financiero. La posverdad, la desinformación, las noticias falsas o las mentiras —que hoy se diseminan con una velocidad nunca imaginada— amenazan a la democracia (como es el temor de base), pero también a la realidad tal y como la conocemos.

Hagamos un poco de historia: en 1998 —cuando los clicks, los bits y los baits importaban menos; cuando los datos factuales, la evidencia, resultaba decidora o, al menos, eso pensábamos— el médico cirujano Andrew Jeremy Wakefiled publicó un supuesto estudio que aseguraba establecer una relación directa entre el uso de la vacuna triple vírica —que previene la sarampión, paperas y rubeola— con la aparición de autismo y ciertas enfermedades intestinales en niños. Para su publicación, Wakefield consideró 12 casos —sí, leyó bien, 12 casos— pese a que la vacuna se venía administrado a millones de niños desde su aprobación en 1971.

El resultado, probablemente, ni el propio Wakefield lo imaginó: hasta ahora miles de padres se niega a vacunar a sus hijos citando el falso estudio, el mismo que en 2004 fue desmentido gracias a una investigación periodística de Sunday Times que reveló que Wakefiled planeaba crear —en asociación con un laboratorio— un nuevo tipo de vacuna que reemplazaría —millonario negocio mediante— la triple vírica. El escándalo fue tal que, en 2012, la revista Time le dedicó un extenso reportaje a Wakefield y su investigación acusándolo del mayor fraude científico de la historia, pero ya era demasiado tarde.

Como si la evidencia periodística no fuera suficiente, dos grandes estudios científicos, longitudinales, con grupos de control, seguimientos de casos y todo el rigor científico que se requiere, uno de 2015 y otro de 2022, establecieron que no existía relación alguna entre la administración de la vacuna y la denuncia de Wakefield. Una mentira, un engaño que hasta el día de hoy sigue costando vidas con masivos brotes de sarampión en Europa y EE.UU. (los más altos en 40 años), la misma enfermedad que estuvo casi 50 años erradicada.

Vamos ahora al mercado financiero. En marzo de 2023, el Silicon Valley Bank enfrentó una crisis de liquidez debido a una incorrecta gestión de riesgos y alzas en las tasas de interés, una situación compleja para cualquier actor bancario, contexto que se vio agravado al extremo por un posteo en redes sociales que ponía en duda la capacidad del banco de devolver a todos los depositantes sus ahorros. La publicación se viralizó miles de veces provocando una corrida financiera sin igual, pues todos quienes tenían su dinero en el banco corrieron por él.

En cosa de horas, y a medida que la publicación se hacía más viral, la acción de Silicon Valley Bank iba en caída libre, sus cuentas se comenzaban a vaciar y la capacidad de responder a los clientes a esfumar. En prácticamente dos días, Silicon Valley Bank dejó de existir. “No importa lo fuerte que sea la supervisión de capital y de liquidez, si un banco sufre una fuga abrumadora de depósitos impulsada por las redes sociales, o lo que sea, el banco puede estar en riesgo de quebrar”, dijo la ex presidenta de la Reserva Federal y entonces Secretaria del Tesoro de EE.UU., Janet Yellen, la primera vez que una alta autoridad del sistema financiero reconocía y ponía en valor y precio a la desinformación, a las noticias falsas, a los engaños masivos.

Hablar de los ejércitos de bots, de los trolls, de las estrategias digitales basadas en engaños para ganar campañas políticas es un ejercicio fácil, muy fácil. Los candidatos, no importa el país o el sector político, dan cada día material para este tipo de análisis, matando de un click la teoría de democratización que traería internet y las redes sociales, para pasar a un autoritarismo de los influencers, de la noticia que genere más ruidos, del posteo más sensacionalista, de aquel que provoque más daño.

Como nunca, la última campaña presidencial en Chile ha estado marcada por este debate. Pero los electores prefieren creer en sus propias cajas de resonancia. Da lo mismo que “mi candidato” diga una mentira; si esta hace sentido con lo que “yo creo” es suficiente. Los heridos, el daño que produzca, es sólo un efecto colateral. No hay cuenta de por medio, no es necesario aclarar, chequear, pensar o debatir.

“Estamos frente a una pandemia de desinformación”, dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS en 2020 al ver que el organismo no sólo debía luchar contra el COVID, sino también contra aquellos que renegaban de las vacunas, de las cuarentenas, incluso de la existencia misma del virus. Millones murieron no sólo por la enfermedad, sino por su negativa a vacunarse.

La Teoría del Caos habla de cambios discretos, pequeñísimas variaciones en sistemas complejos, pero que son altamente sensibles a los estímulos que, combinados, pueden generar cambios radicales y dramáticos en el tiempo. El sistema financiero, sanitario y político contaminando por desinformación. ¿Debemos preocuparnos?

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