Comunidades para el empleo: cuando la intermediación laboral se vuelve vínculo y posibilidad
Sabemos que encontrar trabajo no depende únicamente de tener un buen currículum, sino también requiere redes de apoyo, claridad de propósito y confianza personal

En un país donde el acceso al empleo sigue siendo una promesa esquiva para muchas personas, especialmente mujeres cuidadoras, personas de clase media precarizada o quienes enfrentan barreras estructurales, hablar de intermediación laboral no puede limitarse a la lógica de la oferta y la demanda. Desde la Fundación Junto al Barrio, en colaboración con OTIC SOFOFA, hemos impulsado un programa piloto que propone una mirada distinta: una intermediación laboral con enfoque psicosocial y comunitario.
Comunidades para el Empleo es una iniciativa que acompañó a más de 140 personas en siete comunas del país a lo largo de nueve meses, integrando coaching, talleres grupales, contención emocional y articulación territorial. Lejos de ser una simple derivación a ofertas laborales, el programa ofreció acompañamiento personalizado, fortalecimiento de habilidades socioemocionales y trabajo en red con actores locales, para abordar las barreras estructurales que muchas veces impiden acceder a un empleo.
Sabemos que encontrar trabajo no depende únicamente de tener un buen currículum, sino también requiere redes de apoyo, claridad de propósito y confianza personal. Por eso, este modelo se centró en fortalecer el capital social de las personas participantes, ayudarles a reconocer sus propias capacidades y construir junto a ellas una hoja de ruta laboral ajustada a sus necesidades y contextos. Se trató de crear condiciones reales para la inserción laboral, no solo desde lo técnico, sino desde el acompañamiento cercano y sostenido.
Los resultados dan cuenta de algo profundo: más del 70% de quienes iniciaron el proceso lo completaron con mejoras concretas en distintos indicadores. Pero más allá de los números, lo que más destaca es la transformación subjetiva. Personas que llegaron con miedo, frustración o sensación de fracaso, hoy se reconocen con herramientas, con agencia y, sobre todo, con esperanza. Y no es casualidad. El componente comunitario del programa –el sentido de pertenencia, la creación de redes entre pares, la certeza de no estar solo- fue clave para sostener esos procesos.
Desde la investigación social, este piloto nos ha permitido observar cómo la empleabilidad se construye también desde lo relacional y lo emocional. Que la motivación, la autoestima laboral, las redes de apoyo y la percepción de posibilidad son tan determinantes como la experiencia previa o el nivel educativo. Y que los programas que no consideran estas dimensiones están condenados a reproducir las mismas exclusiones que dicen querer resolver.
Este tipo de intervención nos recuerda que las políticas públicas no pueden diseñarse desde escritorios alejados de los territorios. La intermediación laboral, cuando se hace con enfoque comunitario, permite reconocer las particularidades de cada contexto, articular con actores locales y construir soluciones que realmente dialogan con las necesidades de las personas. En ese sentido, Comunidades para el Empleo no solo fue un programa, sino también un ejercicio de escucha activa, de co-construcción y de validación de saberes que muchas veces quedan fuera de los diagnósticos tradicionales. Además, el trabajo colaborativo entre sociedad civil, sector privado y gobiernos locales mostró que es posible generar sinergias virtuosas cuando se comparte una visión común: que el empleo digno es un derecho y que su acceso debe ser facilitado con responsabilidad y empatía. Este programa nos deja aprendizajes valiosos sobre cómo escalar sin perder lo situado, cómo sostener procesos sin burocratizarlos, y cómo medir impacto sin reducirlo a cifras incorporando la dimensión subjetiva y plenamente humana de la experiencia.
En tiempos donde la incertidumbre laboral afecta a miles, necesitamos más programas que pongan en el centro a las personas, sus historias y sus comunidades. Porque cuando la intermediación laboral se vuelve vínculo, también se vuelve posibilidad real de transformación social. Por eso, creemos que este enfoque debe escalarse. No como una receta única, sino como una invitación a repensar las políticas de empleo desde una lógica más humana, situada y transformadora. Una intermediación que no solo conecte personas con trabajos, sino también con sus propias capacidades, con otros que comparten sus desafíos, y con un futuro que, por fin, se sienta posible.
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