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Lina Meruane, escritora: “Sobre tener o no hijos, el punto es la posibilidad de decidir cuándo, por qué y cómo voy a tenerlos sin que sea tabú”

A 11 años de publicar el muy comentado ensayo-diatriba Contra los hijos, su propia autora lo convierte en una obra que se presenta hasta mañana en el Teatro La Memoria: Esa cosa animal

Lina Meruane en Santiago (Chile), el 5 de Agosto.

Algo más de 24 horas antes faltaban para que Esa cosa animal debutara ante el público capitalino y Lina Meruane Boza (Santiago de Chile, 54 años) se instalaba a media tarde del martes pasado en una oficina del Teatro La Memoria que mira a la amplia calle Bellavista, en el barrio turístico-bohemio del mismo nombre. Se la habían facilitado para conversar con EL PAÍS y a eso se dedicó, siendo sólo interrumpida por una noticia que transmitió personalmente la propia directora de la obra, Roma Monasterio, con una sonrisa bien plantada: “Confirmaron función extra para el [próximo] domingo”.

Entre el asombro y la satisfacción, la autora de Las infantas iba advirtiendo el buen semblante de su debut hecho y derecho en la dramaturgia (había convertido el final de su novela Fruta podrida en una obra estrenada en Nueva York, pero no era lo mismo). Adicionalmente, la suya es una adaptación del que debe ser su libro más leído, Contra los hijos (2014): un “ensayo-diatriba feminista”, como lo ha llamado, que pone puntos políticos sobre íes relativas a la procreación, la maternidad, los feminismos de hoy y de ayer, los abusos patriarcales, “la máquina de tener hijos” y esos “hijos dispuestos a avergonzar a sus padres con rabietas públicas”, que “ya adolescentes empiezan a volverse maltratadores”.

Celebraba igualmente la escritora y académica que Esa cosa animal -con las actuaciones de Lorena Carrizo Polanco, Daniela Jacques Aviñó y Daniel Parra- le permitiese insertar la vibración de la vida humana a través de la historia de tres hermanos cuyos esplendores y miserias ayudan a problematizar la propuesta su libro de 2014:

“El ensayo es una propuesta que tiene una idea, es un género de la persuasión. Y, sobre todo en la diatriba, es un argumento. La obra de teatro, en cambio, trae personajes con historias, con deseos, con necesidades, con contradicciones”.

Sin hijos por temprana opción de vida y próxima a terminar una novela –“publico una cada siete años, y ya va tocando”-, Meruane aborda también una discusión que está en boca de muchos y que ella misma adelantó: la crisis de fertilidad en Chile.

Lina Meruane en el Teatro La memoria.

Pregunta. “En Chile no están las condiciones sociales ni estructurales para tener y criar hijos”, declaró en enero a EL PAÍS la socióloga Martina Yopo. ¿Cómo conectaría esas palabras a su aproximación a la maternidad?

Respuesta. El discurso alarmista sobre la natalidad no tiene en cuenta lo que la gente siente en este momento: que las condiciones vitales no están dadas para que sea deseable tener hijos. Este es un gran tema, sobre el que también estoy escribiendo [prepara una obra con Alexandra von Hummel, Patricia Rivadeneira y Antonia Zegers] a partir de esta alarma social. En Esa cosa animal hay varias escenas de una agencia de trabajo que quiere convencer a chicas jóvenes, les venden una pomada [las intentar atraer] y les ofrecen argumentos que son los que se están poniendo sobre la mesa en Estados Unidos para convencer a las mujeres de que vuelvan a la casa, de que vuelvan a la maternidad y a su rol tradicional.

P. El contraargumento diría que hace 100 años tampoco estaban las condiciones, o que entonces bastaba con pan, techo y abrigo, mientras ahora hay una serie de nuevas condiciones y necesidades.

R. Sí. Cuando los hijos dejaron de ser parte del sustento económico de la familia y pasaron a ser hijos mucho más únicos, más deseados, más singulares, ocurrió una transformación, sobre todo en las clases medias, en que el hijo es la proyección del éxito de la familia. Para que ese hijo sea una manifestación del éxito familiar se convierte en una especie de hijo-proyecto que necesita todas las atenciones, los cuidados, los mimos, las tecnologías, los programas extracurriculares. Es un niño que demanda mucho más tiempo, porque es un producto preciado de la familia. Cuando eso sucede, el hijo se va convirtiendo cada vez más en hijo-cliente de los padres, y incluso en hijo tirano: ese niño malcriado que se cree el rey de la casa y que termina violentando a sus propios padres. Entonces, mucha gente se plantea: si no le puedo asegurar a ese hijo que sea la manifestación del éxito del proyecto económico y social de la familia, que se convierta en un capital, no vale la pena tener un hijo.

P. Yopo pone el acento en la “desnaturalización” y en la “politización” de la maternidad. ¿Ve la maternidad o el potencial de maternidad como arma política?

R. Es algo que se está discutiendo mucho en los feminismos. Hay un sector del feminismo que siente que su capacidad reproductiva marca una diferencia con los hombres, que les da un valor a sus propias existencias, y que en ese sentido la maternidad y el cuidado de los hijos son una cuestión política. No estoy muy de acuerdo, aunque respeto esa posición. Como yo lo veo, no se trata de tener o no tener un hijo, sino de qué hijo vamos a tener. De qué manera ese hijo va a contribuir a la mejora de la sociedad, por ejemplo. En qué medida sus cuidados van a ser compartidos y no delegados, una vez más, a la mujer. Y cuando las madres hacen esa distinción con su capacidad de procrear, lo que hacen también es decirle al otro, al padre-progenitor, que en realidad no está incluido en esa fórmula, pero con eso repiten una fórmula de la que tantas mujeres se han quejado a lo largo de la historia: que están solas en sus maternidades.

P. Somos una especie que se ha reproducido durante miles de años sin preguntarse por qué y somos seres culturales que buscan sentido en eso mismo. ¿Cómo ve la tensión?

R. Hay lectoras de Contra los hijos que me dicen, “leí el libro y decidí no tener hijos”, o “leí el libro y decidí tener un hijo, pero de otra manera”. Y creo que el punto es la posibilidad de decidir, sin que se convierta en un tabú, no tener hijos, o no tenerlos a los 20 años, o a los 25, o a los 40. O sea, poder decidir cuándo, por qué y cómo voy a tener hijos, y cuántos hijos voy a tener. No creo que se vaya a acabar la reproducción, muy por el contrario; pero ahí está lo político: cuando uno se empieza a preguntar por qué o cuándo.

Lina Meruane.

P. Algo que las generaciones anteriores de mujeres no se preguntaron…

R. Claro, y muchas mujeres descubrieron que nunca habría querido tener hijos, pero se sintieron forzadas a tenerlos. Ahora, entre el espacio de la biología, donde ocurren los deseos, y el de la cultura, donde nos hacemos las preguntas, tendría que haber un lugar donde se pueda pensar el problema: si voy a ser madre, o bien cuándo y en qué condiciones materiales, incluso afectivas, quiero tener esos hijos. Creo que en ese lugar intermedio es donde se toman las mejores decisiones sobre cómo, cuándo, dónde y por qué.

P. Así como aumentan los lugares que aceptan mascotas, parecen reducirse los que aceptan niños, posiblemente debido a esos que corren o gritan sin control. ¿Cómo ve la relación de los padres con la idea de autoridad?

R. Es un tema que a me interesa y me preocupa, porque creo que se confunde el no, el ¡basta!, con el autoritarismo. Los padres de hoy no quieren ser padres autoritarios, quieren ser padres complacientes, padres amigos de sus hijos: se ha perdido la posibilidad de darles estructura a esos hijos, y creo que hay que tener en cuenta que un niño siempre está probando sus límites. Incluso quiere que le digan que no, aunque pelee contra ese no, y está bueno darle ese no.

En todas las relaciones sociales es bueno tener límites, que no es lo mismo que imponer una autoridad violenta, pero sí decir hasta acá. Ese hasta acá, ese no, me parece importante, porque si no, hay gente que empieza a decir, no quiero niños en mi vecindario, ni en mi piscina, por estos niños-clientes que creen que son los dueños del mundo.

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