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Chile
Tribuna
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¿En Chile, lo mejor está por venir?

En Chile es necesaria una suerte de deconstrucción del pasado de la izquierda, y en particular de la trayectoria del PC, lo que conlleva una redefinición tanto de su política exterior como de su línea política interna

Personas portan una pancarta del Partido Comunista en Valparaíso, Chile, el 1 de mayo de 2024.

En su film de 2023, el cineasta italiano Nanni Moretti vuelve sobre el problema de la izquierda de ese país, siguiendo la línea de lo que él mismo había realizado antes en Palombella Rossa (1989) y Aprile (1998). Bajo el título Il sol dell’avvenire -traducida como El sol del futuro, o también Lo mejor está por venir-, Moretti se ampara en la sátira y en la ficción para intentar una suerte de final feliz por la actitud del Partido Comunista Italiano (PCI) frente a la invasión de la Unión Soviética (URSS) en Hungría, ocurrida en 1956. Es decir, juega con la idea contra-fáctica de ¿qué habría resultado si hubiese ocurrido lo contrario?.

Para ello, Moretti reconstruye las actividades cotidianas de la sección Antonio Gramsci del PCI, en un popular barrio romano de los años cincuenta. En 1956, los militantes de esa sección recibieron con entusiasmo la llegada del circo Budavari procedente de Hungría, en el momento en que estallaba una revolución popular en Budapest, su capital. Como sucedería doce años después, en Praga, la revolución húngara fue brutalmente reprimida mediante la ocupación e intervención militar ordenada desde la URSS. En el film, los artistas del circo y los militantes de la sección Antonio Gramsci, observaban horrorizados la televisión que trasmitía el ingreso de las tropas y tanques soviéticos -pasando por arriba de barricadas y repeliendo las manifestaciones contra la invasión-. De inmediato se produjo entre los militantes comunistas una acalorada discusión, dejando en evidencia la tensión que generaba la invasión soviética. Mientras algunos hablaban de un rechazo y una condena, otros afirmaban que se debían respetar las decisiones de la dirigencia del partido -encabezado por Palmiro Togliatti- de mantener la lealtad hacia la URSS.

Como es sabido, el PCI no rechazó la invasión soviética en Hungría. Hecho que llamó la atención considerando que desde 1944 dicho partido -que llegaría ser el más importante partido comunista de occidente- había abandonado la vía armada, al optar por colaborar en la construcción de la República italiana. Junto a otras fuerzas democráticas, el PCI se transformó en uno de los artífices de la Primera República emergida en 1946. En 1968, cuatro años después de la muerte de Togliatti, el PCI rechazó la invasión soviética a Checoslovaquia que aplacó la “primavera de Praga”, rompiendo relaciones con la URSS.

Junto con los partidos comunistas de Francia y España, el PCI se transformó en el promotor del llamado Eurocomunismo, que cuestionaba el modelo soviético y aceptaba las democracias-liberales parlamentarias. Tras el quiebre democrático chileno de 1973, el secretario general de PCI Enrico Berlinguer hizo un sugerente balance de las causas que provocaron el golpe, concluyendo que el principal factor había sido el distanciamiento entre la UP y la Democracia Cristiana (DC). Por ende, Berlinguer sostuvo que, para el porvenir de la sociedad italiana, había que superar las tensiones y distancias entre el PC y la DC de ese país, a través del compromiso histórico que se extendió hasta 1978, junto con plantear un vínculo indisoluble entre socialismo y democracia.

Así, el no rechazo del PCI a la invasión a Hungría era una mancha oscura en su trayectoria, que Moretti se propuso rectificar. Para ello recurre, de nuevo, a una fuerte crítica al stalinismo. Además, para el final del film proyecta una manifestación de los militantes y dirigentes de base del PCI, exigiendo a Togliatti romper relaciones con la URSS. Tras la escena de la manifestación, el periódico l’Unità, perteneciente al PCI, publica como principal titular Adiós a la Unión Soviética, provocando una explosión de júbilo entre los militantes de base.

Al volver a observar el film de Moretti, es inevitable pensar en el PC chileno. En primer lugar, porque se trata de un partido que posee tradición democrática. Tanto en los años sesenta, como durante la Unidad Popular (UP), el PC fue un partido reformista, y un tanto conservador en términos valóricos, en comparación con organizaciones que optaron por la radicalización y la validación de la vía armada, como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y la principal facción del Partido Socialista (PS). Durante la UP, el PC fue un partido legalista, que asumió de manera literal la línea oficial de esa coalición de gobierno. En segundo lugar, a pesar de esa larga tradición democrática, el PC chileno siempre orientó su política siguiendo los lineamientos definidos desde la URSS. Con el desmoronamiento de la URSS, en 1991, sus referentes pasaron a ser Cuba, Corea del Norte y, a partir de 1998, la revolución bolivariana. A su vez, ha idealizado a China, pese a que el régimen comunista de esa potencia no tuvo inconveniente alguno en mantener relaciones comerciales con la dictadura de Pinochet. Hoy China es considerado un “modelo alternativo” al resto del capitalismo, pese a la vulneración de derechos y la política hegemónica promovida por el gigante asiático.

La reflexión también se extiende al hecho de que, desde 1990, el PC por primera vez se transforma en una fuerza hegemónica, no sólo de la izquierda sino además de aquellas agrupaciones que aún se mantienen como parte de la centro-izquierda. Asumir el liderazgo de todo ese espectro implicaría tanto moderación programática como manifestar un compromiso estricto con la democracia, sin excepción alguna. Sin embargo, dirigentes del PC han reivindicado recientemente el leninismo al que, en aras de la próxima contienda presidencial, pretenden complementar con la distinción entre pueblo-élite. Esto podría significar reforzar y ampliar la idea de una política antagónica, como lo han planteado las teorías actuales del populismo de izquierda. O bien, en un sentido más pragmático, dejar de lado la lucha de clase por la conciliación de intereses diversos, como ocurrió con el populismo clásico en varios países latinoamericanos hasta antes de la Revolución cubana. En ambas situaciones, el compromiso con las instituciones y la democracia representativa o quedan en suspenso, o se ve comprometida su vulneración.

En el film de Moretti, el porvenir está vinculado a la superación de un pasado y a la reivindicación de aquello que el PC italiano supo promover a partir de 1968, tanto en su política internacional como en lo que tuvo que ver con los procesos internos. En Chile también es necesaria una suerte de deconstrucción del pasado de la izquierda, y en particular de la trayectoria del PC, lo que conlleva una redefinición tanto de su política exterior como de su línea política interna. Por cierto, esto último pasa por un adecuado diagnóstico de la realidad chilena y de la convicción de que determinados procesos no se pueden forzar ni conducir de manera vertical, y por ende en ningún caso reivindicando la idea leninista de centralismo democrático.

Con mayor razón, si la próxima contienda electoral, y la posibilidad de ser gobierno, requieren de una alianza amplia en lo partidario y la colaboración de un extenso espectro de organizaciones sociales. Sin embargo, esto podría llevar a un nuevo dilema: que al exaltar su compromiso democrático, junto a la moderación programática, el PC provoque la pérdida de protagonismo -e incluso la irrelevancia- de otros partidos de izquierda y centro-izquierda.

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