La coalición bastarda
El presidente Boric no ha ejercido ningún tipo de liderazgo en la coalición de partidos gobernantes, lo que se ve muy bien en la facilidad con la que se reactivan viejas rencillas que se creían superadas

La actual coalición de partidos gobernantes está enfrentando un difícil proceso de selección de candidatos en una reñida elección primaria presidencial, la que tendrá lugar el 29 de junio próximo. Si bien esta coalición de partidos posee un nombre de fantasía, Unidad por Chile, no pasa de ser eso: una fantasía.
Durante varias semanas, la campaña electoral de esta primaria fue de un inusual aburrimiento, lo cual se explicaba a la luz de varios escándalos de corrupción que golpearon duramente al Gobierno. A decir verdad, estos escándalos terminaron por devorar a la elección primaria, provocando una importante indiferencia popular. Sin embargo, en las últimas dos semanas bastaron que se emitieran algunas opiniones políticas completamente fuera de tono para encender la campaña. La opinión irreverente que provocó la verdadera partida de la campaña de primarias la entregó el economista de orientación socialista Óscar Landerretche. En un primer momento, esbozó una crítica legítima al presidente Gabriel Boric, poniendo en entredicho su forma de gobernar en una comparación entre Boric como dirigente estudiantil y diputado, y el gobernante de hoy: “Hay que diferenciar un poco qué es lo que uno cree que son las convicciones de un político, de lo que le conviene decir. Yo creo que va a ser interesante observar al presidente cuando sea expresidente, a mí todavía no me... cuando alguien se comporta de una manera por 17 años, y después por dos (años) se comporta de otra manera, está bien, es un avance, pero quiero ver”. Pero lo que definitivamente encendió la pradera fue la crítica frontal al Frente Amplio (y en menor medida al Partido Comunista) durante el estallido social, un momento volcánico en el que Sebastián Piñera presidía a Chile: “me gustaría que si hay un gobierno de derecha traten de no derribarlo, y convertir el país en un maldito infierno y quemar iglesias, quiero ver eso. ¿Estoy convencido de que eso no va a ocurrir? No, no estoy convencido”. La reacción no se hizo esperar y arreciaron las críticas frenteamplistas al economista, al punto de interpelar a la candidata del socialismo democrático Carolina Tohá por si apoyaba o no esta crítica tan destemplada. La respuesta la entregó la jefa de campaña de la candidata en un breve posteo en la red X, informando que Landerretche no forma parte del comando de campaña.
Hace pocos días, se inició la difusión por televisión abierta de los spots de los cuatro candidatos, en los que destaca el mensaje irracional del candidato frenteamplista Gonzalo Winter. En ese spot, conocido como “la mesa del poder”, se observa a un conjunto de empresarios ficticios del mundo de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), de la banca (a propósito del Crédito con Aval del Estado, CAE) y de las empresas concesionarias de carreteras, en un evidente guiño a la crítica de una parte de las izquierdas a los Gobiernos de la Concertación (1990-2010) y de la Nueva Mayoría (segundo gobierno de Michelle Bachelet): es todo el tema del eslogan que arreció durante el estallido social “no fueron treinta pesos, fueron treinta años”). El tono grotesco de estos empresarios solo podía agravar la controversia. En el debate televisado del día de ayer, la candidata Tohá no dejó pasar ese spot, e increpó directamente a Gonzalo Winter: “Entendía que ya no se iba a volver a esa caricatura, que se parece un poquito a las imágenes que armaba el golpismo de Allende”, concluyendo con un sentimiento de decepción.
Este largo relato de los hechos no describe un asesinato, sino el nulo cemento colectivo de la coalición gobernante. Más allá del nombre de fantasía que la define, de lo que todos estos hechos nos hablan es de una coalición bastarda, sin nombre ni pater de familia: el presidente Boric no ha ejercido ningún tipo de liderazgo, lo que se ve muy bien en la facilidad con la que se reactivan viejas rencillas que se creían superadas. Evidentemente, los cuatro candidatos tampoco han logrado imprimir liderazgo, lo cual es lógico: esta es una primaria de izquierdas, un evento eleccionario que por su propia naturaleza fragmenta al sector que concurre a ella, algo muy distinto de lo que sucede en una primera vuelta presidencial. Se sabía que la primaria imprimiría una dinámica centrífuga entre candidatos y partidos: lo que no era esperable es que esa dinámica descansaría en discrepancias de origen, fundamentalmente traumáticas. Tampoco era esperable que los socialistas, cuyo partido fue muy reacio a plegarse a la candidatura de Carolina Tohá, reaccionaría de modo tan ofendido ante la reactivación de estos fantasmas del pasado por parte del Frente Amplio. Hay algo casi irreparable en estos fantasmas.
De resultar triunfadora de la elección primaria la candidata del Socialismo Democrático Carolina Tohá, su prioridad consistirá en unificar (lo que no es lo mismo que unir electoral y administrativamente a los partidos derrotados) a todas las izquierdas en torno a un programa que haga sentido y que, al mismo tiempo, no parezca irrealista a los ojos de un electorado que observa con indiferencia estas disputas en torno a un trauma. No será nada de fácil, y no existe ninguna garantía de que esto pueda lograrse. Si quien resulte triunfador de esta primaria es Jeannette Jara o Gonzalo Winter, por muy duro que parezca, la elección de fin de año quedará prácticamente resuelta: el país se ha corrido demasiado a la derecha. En esta corrida, hay mucha responsabilidad de quienes alentaron los “no fueron treinta pesos, fueron treinta años”: de modo evidente, siguen pensando lo mismo.
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