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Los 10 lugares de Jaime Bellolio, alcalde de Providencia: “Fui un niño muy inquieto y el atletismo ayudó a mi dispersión”

El ingeniero comercial y exdiputado (UDI) habla de su infancia sobre los árboles y el techo de su casa; de la amistad que forjó con Piñera tras ser ministro y de cómo pidió matrimonio a su esposa en una plaza con una canción de Pixies

Jaime Bellolio
Ana María Sanhueza

La casa de los abuelos en Providencia. Mi bisabuelo fue de esos inmigrantes italianos que llegaron a Chile a finales de 1800. El destino era Valparaíso; pero el barco, que recalaba en Talcahuano, se echó a perder, por eso se quedó en Talcahuano y abrió un almacén: El Águila. Él no había terminado la enseñanza media, así es que su obsesión fue que sus hijos e hijas estudiaran en la Universidad de Concepción. Así, mi abuelo, Blas, estudió Medicina y fue senador por Concepción en 1953. Por eso se vino a vivir a Providencia en 1953 a una casona en la calle Marchant Pereira que existe hasta hoy. Ese fue mi primer vínculo con la comuna y mi papá, que se crio en esa casa, me llevaba al mercado de Providencia a comer empanadas. Mis abuelos maternos también vivían en el sector, en Galvarino Gallardo con Matilde Salamanca. Tenían una imprenta que se llamaba Artes y letras. (Marchant Pereira 192, Providencia)

Fachada de la casa de los abuelos de Jaime Bellolio.

Colegio Huelen. Mi mamá fue profesora de Matemáticas y de Religión e hizo clases durante 25 años en el Colegio Huelen, que estaba en Manuel Montt, en Providencia: llegó a ser subdirectora. Era un colegio solo de mujeres, donde estudiaban mis dos hermanas mayores, y como yo era muy chico, en vez de dejarme solo en la casa, mi mamá me llevaba en las tardes al colegio. Recuerdo haber estado en la biblioteca y en la dirección; era un poco mascota de quienes estaban ahí. También estuve en jardines infantiles por el trabajo de mi mamá. En los veranos mi mamá nos llevaba con la bibliotecaria y ella nos hacía un coach de lectura: leí Sandokán, toda la línea de Sherlock Holmes y El escarabajo de oro de Edgar Allan Poe. (Manuel Montt, 367, actual Universidad Mayor)

La cancha de atletismo del Estadio Nacional. Yo era un niño extremadamente inquieto y hacía todo tipo de cosas peligrosas para mi madre. Jugaba fútbol solo, porque mis hermanas mayores no me apañaban: imitaba las jugadas del programa Show de goles. También andaba en bicicleta y me subía a los árboles. Un día, a los cinco años, me subí al techo de mi casa disfrazado de Superman. Sabía que no podía volar, pero mi vecina se aterró: fue un escándalo en el barrio porque se veía riesgoso. Y una forma para contener esas energías fue el atletismo, como un mecanismo para ayudar a mi dispersión, porque siempre fui muy disperso, aunque cuando me concentro en algo no escucho nada más. Empecé a entrenar en sexto básico, en el colegio, y después en San Carlos de Apoquindo. Ir al Estadio Nacional y competir en la posta de rekortan rojo, era el momento cúlmine, porque todo lo que entrenabas durante el año terminaba en el campeonato interescolar: era extraordinario, mágico, con barras, con gritos. Competí hasta segundo año de universidad. Tengo mi colección de medallas de salto largo, posta 4x100 metros y 4x4, que odiaba, porque correr 400 metros planos es muy difícil. Otra manera que ayudó a contener mis energías fueron las actividades extraprogramáticas, como estar en el centro de alumnos del colegio [Cordillera], porque yo no era de esos que me podía quedar sentado ocho horas en una sala de clases: necesitaba hacer cosas. (Pedro de Valdivia 4801, Ñuñoa).

Campus San Joaquín de la UC. En el colegio discutía con los profesores sobre todo en las lógicas humanistas, filosóficas y de religión, pero era sobre todo para buscar el por qué. Y eso me hizo entrar en lo político, junto a una experiencia con mi abuelo Blas cuando yo tenía 11 años, en 1992: entré a su escritorio, que estaba lleno de remedios porque era médico, y encontré su placa que decía Senado 1953-1961. Le pregunté: '¿La compraste en el Persa?‘. Él se enojó, y nunca lo había visto enojado. Es que para mí era algo imposible, porque el Senado había empezado en 1990 [se disolvió en la dictadura y se reanudó con la llegada de la democracia]. A partir de ahí descubrí esta vinculación entre lo profesional y lo político: en el colegio con el centro de alumnos, en una veta de estar haciendo otras cosas para las demás personas. Luego estudié Ingeniería Comercial en la Universidad Católica. En segundo año entré a la política: en 2001 fui consejero de la Federación de Estudiantes (Feuc); en 2002, presidente de Ingeniería Comercial y en 2003, presidente de la Feuc. El Campus San Joaquín marcó mi vocación, porque me di cuenta que me quería dedicar a lo público, en el amplio espectro, no solo en lo electoral (Avenida Vicuña Mackenna 4860, San Joaquín)

Plaza Loreto Cousiño. Con mi señora, Teresita Zalaquett, pololeamos ocho años, desde que estábamos en tercero medio: nos conocimos en el Estadio Nacional. Le pedí matrimonio en una banquita en la Plaza Loreto Cousiño. Fue el día de mi cumpleaños. Lo hice en esa plaza porque me gustaba mucho y necesitaba un lugar tranquilo: estaba muy nervioso. Yo le había hecho un video en el computador con fotos nuestras, de chicos y de grandes, que terminaba con la música que nos gustaba: Corazón, de Los Auténticos Decadentes y Here Comes Your Man, de Pixies. Llevamos 18 años de casados y tenemos cuatro hijos. (Entre las calles Eliodoro Yáñez, Carlos Silva Vildósola, Las Hortensias y Juan de Dios Vial Correa, en Providencia)

Plaza Loreto en Santiago.

Salones de los poetas en La Moneda. Cuando fui ministro, era un circuito que me encantaba mostrar y es de mis lugares favoritos de La Moneda: los salones Gonzalo Rojas, Pablo de Rokha, Violeta Parra y Nicanor Parra, Mistral, Huidobro y Neruda.

ExCongreso Nacional: Cuando fui diputado tenía oficina en Buin, mi distrito, pero también ocupaba una en el exCongreso, en Santiago. Es un lugar precioso, histórico. Pero pasó a ser más emblemático todavía por el funeral de Estado del presidente Piñera. Cuando me nombró ministro vocero de Gobierno, en julio de 2020, nos conocíamos, teníamos una buena relación, aunque no éramos cercanos. Pero nos tocó vivir toda la pandemia y muchas acusaciones constitucionales y ahí nos hicimos muy cercanos. Fue una época muy álgida y muy tensa, y eso saca lo mejor y lo peor de cada uno. Después que terminó el Gobierno almorzábamos juntos todas las semanas y hablábamos de todo. A pesar de que para afuera se veía como un hombre súper frío, para adentro era muy distinto. Fue muy cariñoso con mi familia y una vez nos invitó a todos a veranear a Ranco. A mi hijo menor, León, lo trataba como nieto y él pasaba, literalmente, por arriba del presidente: le sacaba sus lápices, sus blocks, el diario. Y yo histérico corriendo detrás de León, que tenía dos años. El presidente siempre preguntaba: ‘¿cómo está el terremotito?'. (Compañía de Jesús 1131, Santiago)

Estación de tren Linderos. Viví con mi familia 12 años en Linderos, en la comuna de Buin que, además, era mi distrito. Arrendábamos una parcela, con árboles frutales, limones, naranjos y olivos: yo hacía mis propias aceitunas. Me encantan los animales, tuve 15 gallinas y ocho perros. Nos cambiamos después de que dejé de ser ministro: hoy tengo un conejo, cuatro perros y un gato. La estación de trenes es un lugar emblemático. En mis seis años de diputado peleé como loco para que tuviéramos el Metrotren hasta Rancagua, pasando por San Bernardo y Buin. Y cuando se logró ese proyecto, fue extraordinario. (Kilómetro 35 de la línea Longitudinal Sur).

L’Italiano. Es una fiambrería y restaurante que queda en Bellavista. Su dueño es un italiano muy divertido. Fui panelista de Estado Nacional en TVN por dos años, y una vez salí y me tocó responder preguntas a varios periodistas el mismo día que se inauguró. Entonces entré a la tienda y fui uno de sus primeros clientes. Siempre voy porque me gusta cocinar. (Bellavista 0896, Providencia)

Parque de Las Esculturas. Tiene un significado especial porque es el lugar lanzamos mi campaña como alcalde de Providencia. Escogimos ese espacio no sólo porque es un símbolo de cultura y encuentro para los vecinos, sino porque además representa la ‘vida buena’ que queremos empujar y que, justamente, fue el eslogan que lanzamos ese día. También, es un monumento al sentido de oportunidad, pues el parque fue creado después de una crecida del río que arrasó con todo. Una de mis primeras actividades como alcalde electo fue inaugurar la obra Mano Abierta de Mario Irarrázaval en ese parque. Es una instalación única en la región y que se está transformando en un ícono en la comuna. (Avenida Santa María 2201, Providencia)

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Sobre la firma

Ana María Sanhueza
Es periodista de EL PAÍS en Chile, especializada en justicia y derechos humanos. Ha trabajado en los principales medios locales, entre ellos revista 'Qué Pasa', 'La Tercera' y 'The Clinic', donde fue editora. Es coautora del libro 'Spiniak y los demonios de la Plaza de Armas' y de 'Los archivos del cardenal', 1 y 2.
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