Nunca tan pocos hicieron tanto daño
Con el plantel más millonario de su centenaria historia, Colo Colo fue humillado en Fortaleza por la Libertadores

La imagen en el Arena Castelao de Fortaleza, en el norte de Brasil, era desoladora. Abatidos, humillados y heridos, los jugadores de Colo Colo abandonaron el campo en medio del jolgorio local, que volvía al triunfo después de un mes de malos resultados. En las calles del balneario, casi un millar de hinchas chilenos deambulaban malhumorados masticando dos derrotas flagelantes: no pudieron entrar al estadio por una sanción de la Conmebol y acompañan a la peor versión de su club desde que estuvo a punto de perder la categoría, en medio de la pandemia.
El 4 a 0 es la guinda de la torta del Centenario del club, que suponía fiestas y festejos por meses. Todo fue muy rápido, violento y amargo. En el partido de ida frente al mismo Fortaleza, integrantes de la barra brava rompieron un acrílico, ingresaron a la cancha y obligaron a suspender el pleito. Argumentaban que lo hacían en protesta por la acción policial en las afueras del recinto y antes del pleito que pretendía controlar una avalancha de fanáticos intentando ingresar sin tickets. El procedimiento costó la vida de tres adolescentes, pero la invasión en protesta se transformó en una grotesca parodia. Con los rostros cubiertos, los garreros terminaron sacándose fotos con los jugadores y pidiéndoles las camisetas.
Desde allí todo fue una maldición. La Conmebol acusó ocultamiento de información, le restó tres puntos y aplicó una sanción a los hinchas: diez fechas sin entrar a los estadios de Chile y Sudamérica. El gobierno calificó a la barra de “organización criminal” y limitó los horarios y aforos de los partidos del torneo local. Los actos del Centenario fueron suspendidos y las pérdidas son millonarias en las arcas de la institución, que tiene presidente interino a la espera del balance rechazado por los accionistas opositores, encabezados por Leonidas Vial, el zar de la Bolsa de Valores, que no descansará hasta ver defenestrado al actual presidente, Aníbal Mosa.
Con el plantel más millonario de la historia del fútbol chileno, los jugadores pusieron su generosa cuota para el descalabro. Rendimientos bajísimos, reclamos por los premios, apoyo a los barristas y escasa empatía con el derrumbe institucional. Encabezados por Arturo Vidal, todo en esta temporada ha sido una verborragia que promete grandes logros, pero que luchan por postergar los partidos más importantes -inexplicablemente- mientras el divorcio con los hinchas no violentos se hace más evidente.
Jorge Almirón, en medio de todo este panorama, goza del respaldo directivo (lo trajo el grupo opositor) pero no ha sido capaz de sustraerse al terremoto. Malas decisiones en la conformación del plantel, en definir la estrategia y en la selección de los jugadores han significado las peores presentaciones desde que asumió en el cargo. A lo único que podría apostar es a clasificar a la Copa Sudamericana y a una remontada improbable en el plano local, sobre todo porque ha dejado mensajes herméticos sobre su continuidad y “el fin de su ciclo”, echando leños a la hoguera que lo consume todo.
En las calles de Fortaleza, tarde, resuenan aún los fuegos artificiales prohibidos en Chile y que una barra, con raíz criminal de acuerdo a la inteligencia del Estado, hace estallar cada vez que puede, emulando a las bandas del narcotráfico. Un grupo encapsulado y violento que batalló sin descanso para que este año, destinado a los festejos, a la remodelación del estadio y al sueño de reconquistar la Copa, se convirtiera en una pesadilla.
Nunca un puñado de hombres malos había tenido tanto éxito en amargar la ilusión de millones.
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