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Evelyn Matthei
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La porfiada memoria

Los dichos de Evelyn Matthei son absolutamente tóxicos. Plantean la pregunta de cómo coexistir con alguien que sostiene que hubo algo inevitable en crímenes, y cómo entenderse con ella cuando nunca se ha escuchado un mea culpa sin necesidad de excusarse por lo que la izquierda pudo vociferar

Evelyn Matthei

Todo parecía indicar que la campaña presidencial chilena de este año sería una campaña de futuro, en donde la guerra comercial a escala global desatada por el presidente Donald Trump obligaría a los candidatos a tomar posición sobre todos los temas que embargan el porvenir. Pues bien, bastó una entrevista radial con un reconocido periodista pinochetista, Sergio Checho Hirane en una radio con marcada línea editorial ultra (radio Agricultura), para que la candidata presidencial de centroderecha Evelyn Matthei reviviera los fantasmas del pasado. Al ser interrogada sobre los orígenes de la dictadura de Pinochet, Matthei no dudó en afirmar que el golpe de Estado fue “inevitable”, reactivando un tema altamente controversial tanto entre los chilenos como en la academia. Esto no sería nada si Matthei, en un arranque de memoria obstinada, no hubiese afirmado: “Yo lo que quiero señalar es que probablemente al principio, en 1973 y 1974, era bien inevitable que hubiese muertos, porque estábamos en una guerra civil”, rematando con un chocante: “pero ya en 1978, en 1982, cuando siguen ocurriendo (las muertes), ahí ya no, porque ya había control del territorio”.

La controversia no se hizo esperar: al poco rato, el presidente Gabriel Boric publicó en su red X que “el golpe de Estado en Chile no es justificable. La dictadura fue criminal e ilegítima desde 11 de Septiembre de 1973 hasta el 11/03/1990. Nada justifica los asesinatos, los desaparecidos, las torturas, el exilio. Ni el 73, 74, 83, 85, o el año que sea”. Por si fuera poco, no faltaron los familiares de víctimas que afirmaron con absoluta razón que “la muerte de mi madre o de mi hermano” no fueron inevitables. Es así como la candidata de una fracción del Socialismo Democrático, Carolina Tohá, rebatió el torcido razonamiento de Matthei afirmando que “la muerte de mi padre entró dentro de esas fechas que ella considera inevitable”: quien fuese ministro del Interior del presidente Salvador Allende fue asesinado en 1974. En cuanto a la “legitimidad” que entrega una “guerra civil” imaginaria, una suerte de licencia para matar, no hay mucho más que agregar: la izquierda extremó el lenguaje y la retórica revolucionaria, qué duda cabe, pero guerra civil jamás hubo.

Es evidentemente absurdo fijar en el perímetro de ciertos años la inevitabilidad de asesinatos políticos a gran escala, como también es irracional afirmar que, cual terremoto o tsunami, el golpe de Estado era “inevitable”. En la medida en que se acepte que en los orígenes de los acontecimientos históricos se encuentra la agencia humana, por alambicadas que sean las condiciones del momento, es insostenible la tesis del efecto meteorito. Las implicancias morales son enormes: desde que el cese de una gran crisis trae costos humanos hasta que el asesinato forma parte de esos costos. ¿Cómo no ver que en esa forma de pensar hay un modo de aceptación de la historia y de lo que ocurrió, a secas, como si ni hubiese agencia humana y todo fuese explicable en modo meteorito?

Para la conmemoración de los 40 años del golpe, un grupo de jóvenes de centroderecha (sub-40) suscribió un documento condenatorio tanto del golpe como de las violaciones a los derechos humanos, sin desconocer la profundidad de la crisis política y social que afectaba a Chile en 1973. Muchos de esos jóvenes son hoy connotados dirigentes políticos (hay un ex ministro de hacienda entre ellos, Ignacio Briones), ex presidentes de partido (Hernán Larraín lideró a Evopoli) y excelentes intelectuales y profesores universitarios (Cristobal Bellolio, Daniel Brieba, etc.). Puedo imaginar la incomodidad que los embarga ante los dichos de su candidata presidencial. ¿Cómo se gestiona esa incomodidad?

Nadie pide que la abandonen, del mismo en que no es razonable que se le exija a las izquierdas crucificar y abandonar a quienes ven en Cuba algún tipo de democracia. Pero convengamos que en ambos casos hay un problema, aunque en el caso chileno es mucho más agudo ya que la controversia se refiere a una historia propia con todas sus consecuencias, y no a lo que ocurre en otras latitudes. La figura del expresidente Sebastián Piñera se agiganta cuando denunciaba a quienes colaboraron con la dictadura militar de Pinochet en calidad de “cómplices pasivos”, lo que contrasta cruelmente con las palabras de la candidata Evelyn Matthei. Sin embargo, en ambos casos hubo que aceptar aliarse con quienes fueron cómplices de violaciones a los derechos humanos, todos ellos civiles, quienes alegan alegremente hasta el día de hoy no haber sabido nada. Evelyn Matthei tiene un desafío personal especialmente complejo, al ser hija del ex comandante en jefe de la Fuerza Aérea Fernando Matthei, quien en esa calidad integró la junta militar de gobierno que se originó en un golpe de Estado. La candidata presidencial se ha escudado en que, bajo la comandancia de su padre, no hubo violaciones a los derechos humanos por parte de personal de la Fuerza Aérea de Chile (FACH): es probable que no hayan existido en forma sistemática ni bajo la orden de Fernando Matthei. Pero es en su calidad de miembro de la junta militar que hubo centenares de violaciones a los derechos humanos, asesinatos y detenidos desaparecidos: ¿supo? Es difícil alegar ignorancia dada su posición.

Los dichos de Evelyn Matthei son absolutamente tóxicos. Plantean la pregunta de cómo coexistir con alguien que sostiene que hubo algo inevitable en crímenes, y cómo entenderse con ella cuando nunca se ha escuchado un mea culpa sin necesidad de excusarse por lo que la izquierda pudo vociferar: los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas siempre supieron que no había amenaza a su supremacía. Ni en 1973 ni nunca.

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