Tango de cojos
En lo económico, por lo demás, no se puede omitir que Estados Unidos y China, aparte de estar en veredas geopolíticas distintas, muy a su pesar están profundamente amarrados el uno al otro

“La resolución de la guerra comercial dependerá de factores como la voluntad política de ambas partes, las presiones económicas internas y las dinámicas geopolíticas”. Esta es parte de la respuesta que da ChatGPT al consultarle si sabe cómo puede terminar el actual conflicto arancelario global que tiene al mundo en vilo y a los mercados financieros sumidos en una volatilidad maniaco-depresiva pocas veces vista.
En la respuesta, bastante general, se deslizan algunas cuestiones dignas de ser miradas más en detalle para especular, que a estas alturas es casi lo único que se puede hacer, respecto a qué puede haber de trasfondo y cómo podrían continuar los acontecimientos.
En cuanto a la cuestión política en juego, como alude la respuesta de este servicio de IA, además de “la voluntad política”, hay que considerar que los que se están midiendo son dos sistemas políticos muy distintos. Por un lado, una democracia federal, con poderes independientes y una economía de libre mercado y, del otro, un Estado centralizado, con una ‘economía de mercado socialista’, dirigido por un partido único.
No se trata de un tema menor, más allá de que el expediente de las órdenes ejecutivas en Estados Unidos pueda leerse como un intento de emparejar la cancha o soslayar la diferencia estructural entre ambos sistemas. Una dinámica con menos contrapesos políticos internos en el país asiático, en el caso americano sí que tiene límites, por las dinámicas propias de su democracia, con partidos y parlamentarios que pueden decantar en una u otra dirección en cualquier momento y porque, institucionalmente, hay otras instituciones (por ejemplo, la Reserva Federal) que pueden moverse en direcciones que no sean funcionales a la estrategia de ruleta rusa que a ratos parece promover el presidente Trump.
La cuestión económica tiene, por su lado, también una incidencia relevante en este proceso, sobre todo cuando la volatilidad golpea los bolsillos no solo de las personas de a pie, sino que también los de los grandes consorcios y empresas. Esos grandes grupos, si se ven perjudicados, pueden ser mucho más vocales en Estados Unidos que los grandes consorcios empresariales de China, y la prensa ya ha dado cuenta del aumento de decibeles en esos círculos y hacerlo sobre la base de información online, como lo reflejan las pantallas de las bolsas de valores. Sin ir más lejos, varios análisis tienden a interpretar que la tregua de 90 días concedida por el presidente a las naciones que no hayan contragolpeado con aranceles a EE UU tiene parte de su explicación en las preocupaciones del mundo real.
En lo económico, por lo demás, no se puede omitir que Estados Unidos y China, aparte de estar en veredas geopolíticas distintas, muy a su pesar están profundamente amarrados el uno al otro. En lo comercial, por ejemplo, con un intercambio de bienes y servicios que en 2024 ascendió a US$ 585.0000 millones (con un amplio déficit para EE UU), y en lo financiero, con una deuda pública americana en manos de China que asciende a unos US$ 720.000 millones y que se cree es una bala de plata en manos chinas en caso de querer poner sobre la mesa una pistola distinta de la de los aranceles, afectando con decisiones de venta el equilibrio monetario americano.
Ambas naciones, en forma figurativa, se podría decir que llevan décadas bailando un tango de cojos, donde los tropiezos de uno no son indiferentes al otro. Sin embargo, si esa danza termina mutando, como se ve, a una lucha de gladiadores encadenados uno al otro sobre una viga en altura, no puede terminar bien para ninguno de ellos, ni tampoco para los espectadores.
Una recesión en Estados Unidos y una crisis en China, como se ha planteado en las modelaciones de escenario de prestigiosas instituciones financieras y económicas internacionales, no serían indiferentes para nadie, y sus consecuencias aparte de extensas podrían ser muy duraderas.
Finalmente, en cuanto a la cuestión geopolítica, el cambio en el orden internacional que comenzó a tomar forma antes de la guerra arancelaria, con alianzas militares en duda, con nuevas estrategias en materia de defensa y de alianzas, seguramente no es indiferente, afectando las estrategias de las cancillerías, fuerzas armadas y ministerios de Defensa de un buen número de naciones y, por supuesto, de Estados Unidos.
Se suele decir que en las crisis la riqueza cambia de manos. La pregunta es si el trance actual tendrá ganadores y perdedores, o solo habrá de estos últimos.
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