Ir al contenido
_
_
_
_

Mallorca, literatura del ‘shock’ del turismo

Novelistas, poetas y ensayistas narran la especulación desenfrenada, el choque cultural y el cambio de paradigma que atraviesa la mayor de las Baleares, por donde en 2024 pasaron 13 millones de turistas

Postales de Palma de Mallorca pertenecientes a los fondos de la Fundación Casa Planas, centro de interpretación de la imagen turística de la isla. 
Carlos Garfella

“Mallorca es la pionera de la literatura sobre urbanismo salvaje”. La destrucción del safareig (una balsa de piedra donde se lavaba la ropa en la Mallorca rural) de los abuelos de Pau Vadell (Santanyí, 1984) para construir una rotonda fue el trauma nostálgico que inspiró Uralita (LaBreu, 2025) el último poemario, en catalán, del poeta. / “Sigui com sigui, tot s’acaba amb un esclat”/ (sea como sea, todo termina con una explosión). El balconing es precisamente uno de los ejes del libro. “Los escritores tienen que visionar y mostrar lo que está pasando y lo que vendrá. Yo tengo 40 años y en los últimos 20 en Mallorca he vivido en carne propia un gran cambio”, explica Vadell sobre la gran mutación de la isla de los récords turísticos . Coincide Llucia Ramis (Palma, 1977), autora de Las Posesiones (Libros de Asteroide, 2017), novela que en su edición original en catalán ganó el Premi Llibres Anagrama de Novela y donde su protagonista regresa por un asunto familiar a su isla natal y acaba transitando por una Mallorca donde convergen todas las angustias, también la urbanística, que amenaza con arrebatar las possessions (casas, en catalán) de la infancia. “Tengo la sensación de extinción, de que no estamos haciendo lo suficiente, y que lo único que podemos hacer es explicarlo a través de la escritura. Por eso digo que Mallorca acabará siendo literatura”, dice Ramis.

Una Mallorca totalmente dominada por el turismo y el capital extranjero es la profecía distópica cumplida que el monumental escritor Llorenç Villalonga ya dejó por escrito en 1973 con la única obra de ciencia ficción que publicó (Andrea Víctrix, Destino), ahora reeditada por la editorial AdiA por ser de rabiosa actualidad. En ella, su protagonista despierta tras pasar más de 80 años congelado en la Palma de 2050, que de hecho ya no se llama así, sino Club Turista de la Mediterránea, y está tomada por los excesos. La casa del protagonista, además, ha sido derribada y es ahora un rascacielos con un casino destinado a camareros, un gremio que sarcásticamente Villalonga situaría como la nueva clase dominante de la isla.

La distópica Mallorca imaginada por Villalonga no difiere mucho de la real y actual, donde en las marquesinas de los autobuses abundan carteles publicitarios, solo en inglés, de touroperadores, y las inmobiliarias de lujo se instalan en antiguos negocios de barrio con reclamos exclusivamente dirigidos a extranjeros de alto poder adquisitivo. Los ejemplos son múltiples. En el puerto de Andratx, antiguo pueblo de humildes pescadores reconvertido al turismo de lujo, la única y emblemática tienda familiar de náutica y pesca, Casa Vera, ha echado el cierre más de 50 años después. Hace unos meses, a su gerente (que regentaba el negocio en alquiler) casi se le quebraba la voz al desvelar qué negocio iba a tomar el relevo a partir del próximo verano. “Me cuesta decirlo”, explicaba mientras se tocaba el pecho con angustia, “pero la propiedad del local ha decidido traspasarlo a una inmobiliaria alemana”. El pasado mayo, la inmobiliaria Kensington Finest Properties International también despertó la indignación de los residentes cuando desplegó una campaña publicitaria, que después se vio forzada a retirar, llamada Game of Homes, haciendo un juego de palabras con la aclamada serie Game of Thrones (Juego de Tronos) para frivolizar sobre el grave problema de acceso a vivienda asequible en Mallorca.

La bahía del Puerto de Andratx (Mallorca), en una imagen tomada en la segunda década del siglo XX.

Así, la indignación de los residentes salta a la calle con manifestación multitudinarias bajo el lema “Menos turismo, más vida”, una atmosfera explosiva que en las librerías toma forma de artefacto literario. “Mallorca está en el centro del huracán de una de las cuestiones más trascendentes del mundo, que es el turismo. Y si te dedicas a escribir, ya sea narrativa o ensayo, es imposible escapar de él, es un tema intelectualmente muy goloso”, explica el crítico literario y escritor Josep Nadal Suau (Palma, 1980), autor de un ensayo cuyo título es ya toda una declaración de intenciones: Temporada Alta (editorial Sloper, 2019). En su libro, Nadal destripa una Palma convertida en pequeña capital mundial del capitalismo, con referencias a Washington, en la que el turismo de masas ha vaciado el casco antiguo para llenarlo de un significado que ya no interpela a los residentes que la habitan, sino más bien a los millones que la visitan.

Con todo, Nadal huye de cualquier aproximación o reivindicación nostálgica de la llamada “esencia mallorquina”, y se centra en describir el vecindario (transformado), que queda, y en la convivencia (o disputa) de lo pequeño frente a lo grande. Seis años después de publicar su ensayo y con una pandemia que congeló la economía mundial de por medio, la sensación de Suau es que en este tiempo el modelo se ha acelerado todavía más, si cabía. Las cifras lo certifican: 13,3 millones de turistas visitaron Mallorca en 2024, un aumento del 7,31% respecto al año anterior.

Nadal recuerda los inicios de la transformación con la compra por parte de extranjeros de los palacetes en el casco antiguo de Palma, en el siglo XVIII símbolo de poder de la nobleza mallorquina pero que con el paso de las décadas fueron decayendo tras el ocaso de esa oligarquía. La zona quedó degradada por décadas, y Suau, como muchos en esa época, rememora la sorpresa con la que “de un día para otro” el capital extranjero empezara a expandirse en los 90 entre esas oscuras callejuelas que en las mañanas de domingo todavía desprendían un característico olor a meado en sus esquinas, el rastro de las noches de juerga de los jóvenes palmesanos. “Personalmente, pienso que [el modelo turístico en la isla] colapsará, es inevitable, tarde o temprano se producirá por factores como el cambio climático”, opina directamente Suau.

Así, independientemente de la ideología política o clases sociales, una frase se extiende cada vez más por todos los rincones de la isla saturada, sobre todo en verano: “Esto se nos ha ido de las manos”. La escritora Laura Gost (Sa Pobla, 1993), publicó, en catalán, Les cendres a la piscina (Proa,2023),un relato sobre una familia mallorquina, inspirada en la suya, que gira en torno al patriarca, Sebastià, un antiguo payés que, como otros muchos, consiguió enriquecerse construyendo hoteles para turistas tras la llegada de alemanes, una época de expansión económica a la que una generación con las manos agrietadas del campo no dudó en subirse. Una gran gallina de huevos de oro fecundada por el gran aeropuerto de Palma (la verdadera capital de la isla según Sebastià Alzamora en Ràbia, Proa, 2022) de la que muchos “no previeron sus terribles consecuencias”, advierte el profesor y periodista Antoni Janer en La desfeta del paradís (Editorial Moll, 2022), una crónica sociológica del boom que desengrana “el desmoronamiento del paraíso” a través de una recopilación de 80 reportajes.

“Mi motivación no era tanto explica el turismo en Mallorca, sino de cómo evolucionaron las personas con él. No quise hacer una demonización, sino intentar explicar un fenómeno desde distintas ópticas y que, como un efecto dominó, ha acabado afectando a las generaciones siguientes. La novela intenta evitar una tesis. Ahora resultaría muy fácil mirar atrás y ponerse a juzgar sobre todo lo que se hizo mal. A mí me parece más interesante narrar las contradicciones, ponerme en su piel. Como escritora tiendes a escribir de aquello que te interpela, y en el caso del turismo, es normal que muchos autores de la isla lo estén tratando. Es inevitable, porque En Mallorca lo salpica todo”, opina Laura Gost. Y ya desde la opinión, la joven autora de 32 años se moja con la masificación: “Lo que veo es totalmente insostenible. Veo cómo personas a las que quiero no pueden acceder a una vivienda y todo queda supeditado a crear un ‘parque de atracciones’ donde muchos no podrán emanciparse. Hay síntomas de un escenario muy desastroso”, dice Gost para añadir: “A veces me pregunto: ‘¿Cuántos mallorquines acabarán escribiendo sobre Mallorca desde fuera de la isla?”.

También en su historia familiar se ha inspirado el profesor de filosofía y escritor Joan Llinàs (Cala Bona, 1985), para su primera novela, Hotel Universal (La Magrana, 2025), relato caleidoscópico sobre las historias que se esconden detrás del negocio de sus abuelos y de las que el autor se sirvió para nutrir su prosa. Jóvenes de campo que se convierten en decadentes imitadores de Elvis Presley para entretener a los turistas; ligones de pueblo que compiten por las extranjeras más atractivas en los pubs de la bahía, o turistas con calcetines blancos y chancletas que como autómatas repiten rutinas dentro del hotel en un intento desesperado para curar las miserias que se han llevado consigo en la maleta. Son, en opinión del autor, “la historias que nos cuentan una Mallorca más trágica, más cómica y humana”.

La generación que empezó a narrar la transformación

“En poco tiempo, las grandes bahías se poblaron de pubs y Mallorca sufrió un proceso de escisión cultural (bahías turísticas vs. pueblos de interior) insalvable”, escribe Llinàs. Precisamente ese proceso de escisión, alentado por la galopante corrupción urbanística que desde los 70 cimentó la bahía del Puerto de Andratx, supuso un gran trauma para el enigmático, ermitaño y navegante escritor de culto Cristóbal Serra (1922-2012). En Diario de Signos (Olañeta Editor), el autor mallorquín apreciado por Octavio Paz rememoró su vida idílica en ese “caparazón insonoro” de regatas a remo y cangrejos escurridizos sobre rocas aún vírgenes de cemento. Una oda a la vida “porteña” que se esfumó tras la invasión de las grúas en las montañas y de los yates en el mar. Esa imagen, en palabras de sus allegados, “destrozó el corazón de Tòfol”, que en el ocaso de su vida se negó a volver a visitar su paraíso perdido. Hoy, irónicamente, su antigua casita ermitaña es un restaurante en primera línea de mar. Esta transición de la Mallorca remota, aislada y puramente marinera a la isla del Sol y Playa también fue retratada hace 20 años por Baltasar Porcel (1937-2009) a través de una de sus últimas novelas, Olimpia a Medianoche (Planeta, 2004).

Décadas antes, Robert Graves (1895-1985) había explorado con ojos de extranjero la parsimonia y la vida pausada de una isla ajena a la barbarie europea (Por qué vivo en Mallorca, 1947). El autor de Yo, Claudio decidió que sus restos descansaran para siempre en el cementerio del montañoso Deià, idílico municipio de la Serra de Tramuntana donde ahora a los muertos, bromean los locales, deberían “enterrarlos de pie” porque “ya no queda espacio para nadie más”.

Protesta contra la masificación turística y a favor de una vivienda digna bajo el lema "Mallorca no se vende", el 25 de mayo de 2024 en Palma de Mallorca.

Pero si el gran festín turístico dejó un postre especialmente amargo ese fue el de la corrupción. En Sicilia sin muertos (2015, Club editor, en catalán Sicília sense Morts), una de las últimas obras del gran referente de la literatura mallorquina recientemente fallecido Guillem Frontera (1945-2024), un joven presidente de la comunidad autónoma balear recibe un cofrecillo de plomo con una rata muerta en su interior, símbolo de la putrefacción en forma de codicia que ha tomado una sociedad en ocasiones demasiado permisiva. Frontera narraba así el atragantamiento de un modelo que precisamente él ya empezó a identificar medio siglo antes en Els Carnissers (1968, Club editor), que escribió con solo 20 años, y es considerada junto a 39 Graus a l’ombra (Lleonard Muntaner, reeditado en castellano en 2007 por Calambur Narrativa) de Antònia Vicens, la primera gran obra narrativa que empezaba a narrar el desembarco del turismo en Mallorca y que otros autor autores de la llamada “Generación de los 70” también trataron en catalán: Corbs afamegats, de Gabriel Tomàs (1972); Cròniques d’un mig estiu, de Maria Antònia Oliver (1970) o L’adolescent de sal, de Biel Mesquida (1975), entre otros.

“En Mallorca, literariamente, la angustia la hemos trabajo mucho, lo hemos reflexionado mucho”, prosigue la escritora Llucia Ramis echando la vista atrás. Ramis cree que si la generación de los 70 fue la que empezó a tratar la gran mutación de la isla, la suya es la que se ya resigna a escribir “desde la angustia”, desde la pérdida de identidad, desde la sensación de que “nos estamos quedando sin nuestra casa”. “El escritor siempre escribe sobre mundos que se pierden, escribe para constatar el final”, prosigue. “Y si te has marchado de la isla (Ramis lleva 30 años residiendo en Barcelona), lo haces desde un punto de visto muy nostálgico”. Para concluir, la autora recuerda una cita del referente Guillem Frontera que bien resume la nueva era literaria en la Mallorca de los 13 millones de turistas y de residentes sin casa: ‘Aunque no crea que los mallorquines, como pueblo, podamos sobrevivir, al menos que nos dejen decir las últimas palabras, el porqué de esta muerte’.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carlos Garfella
Es redactor de la delegación de Barcelona desde 2016. Cubre temas ambientales, con un especial interés en el Mediterráneo y los Pirineos. Es graduado en Derecho por la Universidad de las Islas Baleares, Máster en Periodismo de EL PAÍS y actualmente cursa la carrera de Filosofía por la UNED. Ha colaborado para otros medios como IB3 y Ctxt.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_