Bruce Springsteen contra Donald Trump: diez claves del patriotismo crítico del último clásico del rock americano
El cantante, que actúa en Anoeta, ha convertido los conciertos de su actual gira en denuncia de la degradación democrática en Estados Unidos. Repasamos su trayectoria y su compromiso político

A sus 75 años, Bruce Springsteen (Nueva Jersey, 1949) vuelve a la actualidad. Está en plena gira por Europa. En Liverpool cantó con Paul McCartney. En pocos días aparecerá la caja Tracks II con siete discos inéditos grabados entre 1983 y 2018. El 5 de agosto se publicará Tonight in Jungleland, de Peter Ames Carlin, sobre la grabación de su mítico álbum Born to Run. Este sábado actúa en San Sebastián. Y el 24 de octubre se estrenará la película biográfica Deliver Me From Nowhere, dirigida por Scott Cooper. Pero no son estas novedades lo que le ha devuelto a las portadas.
El cantante, que hizo campaña a favor de Kamala Harris, había guardado silencio tras la victoria de Donald Trump. Ese silencio lo rompió el 14 de mayo en Mánchester. Lo que parecía que debía ser una mera continuidad de su última gira de conciertos, se transformó en un acto de crítica frontal a la política del presidente Trump y en un grito de alerta ante la situación de degradación democrática que atraviesa Estados Unidos. Al día siguiente Trump contestó.
Springsteen ha ido construyendo su faceta como artista comprometido a lo largo del último medio siglo. Estos son los diez principales hitos de su patriotismo crítico.
Choque frontal

“Estados Unidos está en manos de una administración corrupta, incompetente y traidora”. Traidora a los valores que él ha reelaborado en su cancionero durante medio siglo. Los conciertos de la actual gira europea se han convertido también en alegatos. No pierde un segundo. Antes de cantar, ataca de manera implacable a la administración Trump. Dijo que el país que quería y sobre el que llevaba toda su vida escribiendo canciones estaba atravesando una situación de emergencia democrática.
Al cabo de pocos días del primer concierto, el cantante colgó los vídeos en sus redes sociales. Donald Trump contratacó. “Sobrevalorado”, “tipo sin talento”, “tonto como una piedra”, “reseco como una pasa (tiene toda la piel atrofiada)”. Después colgó un montaje en el que el Presidente golpeaba una pelota de golf que impactaba en la espalda de Springsteen y lo tumbaba en el escenario. El cantante replicó publicando un disco titulado Land of Hope and Dreams con los discursos, tres canciones de crítica y esperanza política y Chimes of Freedom, de Bob Dylan, que ha recuperado un cuarto de siglo después de sus primeras versiones.
Crisis nacional

“La democracia hay que cultivarla, hay que cuidarla, hay que trabajarla”. Lo dijo Barack Obama en el funeral de John Lewis, uno de los héroes del movimiento de los derechos civiles. Eran los últimos días de agosto de 2020, faltaban pocas semanas para las elecciones. Pocos días después Obama se desplazó a la casa de Bruce Springsteen para grabar con él un podcast. Por entonces el compromiso partidista del cantante ya era transparente. La conversación entre dos amigos se reconvirtió en el libro Renegados, un diálogo sobre sus gustos musicales, sus vidas, su masculinidad, pero especialmente sobre la crisis nacional.
“Si no arreglamos las desigualdades económicas, el país se derrumbará”, le dice en un momento Springsteen. “Cuando la gente pierde el sentido del lugar y del estatus”, proseguía el expresidente, “cuando de un día para otro el trabajo constante no es suficiente para mantener a tu familia o para ser respetado y sufres una sensación de inseguridad crónica, son muchas las cuestiones políticas que hay que arreglar”. La sintonía entre los dos es familiar. Uno de los últimos invitados del podcast de Michelle Obama ha sido precisamente Springsteen para hablar de su experiencia como hijo, marido y padre.
Primer asalto

Una semana antes de abandonar la Casa Blanca, Obama regaló a sus colaboradores un concierto acústico de Bruce Springsteen. La actuación del 12 de enero de 2017, en la que intercaló comentarios vitales y políticos entre canciones, se convirtió en el ensayo del espectáculo Springsteen on Broadway. Fueron 236 sesiones en un pequeño teatro de Manhattan entre octubre de 2017 y diciembre de 2018. Era un recorrido por su propia vida que desembocaba en un alegato patriótico. Fue su respuesta a la primera presidencia de Donald Trump.
En 2016 Springsteen, tras muchos años de terapia psicoanalítica, expuso sus demonios íntimos en su autobiografía Born to Run. La clave era la compleja relación con su padre, un enfermo psiquiátrico que podía convertir la casa en un infierno y fue una sombra que le persiguió hasta que él fue padre. Aquella infancia católica y su huida juvenil la explicaba en Broadway, pero a mitad del show, antes de la interpretación de Born in the USA, ofrecía una primera explicación política a su obra conectada con el primer momento trumpista de degradación democrática. “Hemos visto a gente marchando, y los cargos más altos de nuestra patria, que les hablan a nuestros ángeles más oscuros y quieren destruir la idea de un país para todos”. Antes de la canción, como un predicador, se despedía del público rezando un “Padrenuestro”.
Cancionero tradicional

A finales de agosto de 2005 el huracán Katrina arrasó Nueva Orleans, murieron más de 1.500 personas en Luisiana. Al cabo de pocos meses se celebró el famoso festival de jazz de la ciudad. El domingo 30 de abril de 2006 Bruce Springsteen estrenó su versión del himno góspel Oh When The Saints Go Marching In e interpretó un disco que había acabado de editar: We Shall Overcome. La canción que daba título al álbum es un himno progresista: se había incorporado al cancionero del movimiento por los derechos civiles, popularizada, entre otros, por Pete Seeger, protagonista secundario en el reciente biopic de Bob Dylan A Complete Unknown. Springsteen cantó con el patriarca folk Seeger en la ceremonia de toma de posesión de Barack Obama. También cantó en la de Joe Biden, por cierto.
La voluntad del Springsteen de madurez de vincular su obra y su trayectoria a la historia de los Estados Unidos es muy explícita en estas Seeger Sessions: una figura del rock conecta con una tradición que no había sentido como propia porque es el mejor mecanismo para reinventarse como un artista político que es crítico con su país porque nadie interioriza mejor su mensaje y su música. Lo hizo con el folk como lo haría con el country o con el soul.
Levantarse tras el 11S

Al joven guineano Amadou Diallo la policía le disparó 41 tiros. Los agentes buscaban a un violador, lo identificaron como un posible sospechoso y, cuando Diallo se puso la mano en el bolsillo para buscar sus documentos, empezó a recibir disparos. Para Springsteen era un ejemplo de racismo latente y, al final de la gira de retorno de la E Street Band, a mediados de 2001, canto una canción denunciándolo. Protestaron policías, invitando al boicot de los shows en el Madison Square Garden, e incluso protestó el alcalde Rudy Giuliani, que pidió que no cantara ‘American Skin’. No le hizo caso y tuvo que escuchar un ligero abucheo. En esa gira también estreno Land of Hope and Dreams, una elegía del alma americana en la que trabaja con el imaginario fundacional de la nación.
Al cabo de un año, tras los atentados del 11S, familiares de las víctimas hicieron sonar canciones suyas en los funerales para conmemorar a sus muertos. En un espectáculo televisivo para recaudar fondos, interpretó My City of Ruins. Es un plegaría que ya había compuesto: describe una ciudad desierta y sin esperanza, las puertas de una iglesia están abiertas y él entra para rezar y pedirle a Dios que juntos vuelvan a levantarse. Esta canción está en el eje de su gira actual y cerraba The Rising, el álbum que publicó como respuesta cívica a la crisis provocada por el ataque terrorista.
Canción protesta

No había leído Las uvas de la ira, pero sí había visto la adaptación que John Ford hizo de la novela de John Steinbeck. Interiorizó esa escena que está en el corazón de la cultura progresista norteamericana: el monólogo que el perseguido activista obrero Tom Joad dirige a su madre. Él no estará, pero ella podrá reconocerlo en la lucha por la justicia y el bien común. Ese monólogo lo incrustó en la canción que da título a un álbum acústico de 1995. En sus memorias explica que entonces se reconectó a una de las corrientes de la música folk de protesta: las llamadas canciones contemporáneas.
Durante el medio año que vivía ya con Patti Scialfa en California, se empapó de la geografía humana de la zona para componer un nuevo retablo de los desheredados de la tierra. Reaparece un veterano del Vietnam o, en Youngstone, el hijo de otro veterano, ahora de la Segunda Guerra Mundial, que ve cómo su mundo se deshace porque ha cerrado la fábrica de acero que daba sentido al pueblo: una víctima de la globalización avant-la-lettre. Pero seguramente la figura clave es el latino que cruza la frontera en búsqueda de esperanza y que su expectativa de vida se frustra porque la única oportunidad de supervivencia es integrarse en las redes del tráfico de droga.
En la Guerra Fría

A la comunista Juventud Libre de Alemania el tiro les salió por la culata. En los meses anteriores se habían producido protestas por la represión y estaban hartos de los jóvenes que se acercaban al muro para escuchar conciertos de estrellas del rock en el Berlín Occidental. Tal vez el concierto de Bruce Springsteen, en la gira de Tunnel of Love, podría destensar los ánimos. Se presentó como un acto de apoyo a Nicaragua (falso) y a la vieja guardia del partido se les presentó al cantante como un representante de la clase obrera que también contaba la cara oscura del sueño americano.
“No estoy aquí para ningún Gobierno. He venido a tocar rock’n’roll para ustedes con la esperanza de que algún día se derriben todas las barreras”. Aquella frase, entre la coreada Born in the USA y Chimes of Freedom, de Bob Dylan, no solo la escucharon decenas de miles de jóvenes entusiasmados. También los espectadores que seguían la retransmisión por televisión. El público no salió disparado a derruir el muro, que cayó al cabo de un año, pero el espectáculo les transformó, como documenta Rocking the Wall, de Erik Kirschbaum. Dos meses después de aquel concierto Springsteen se sumó a la gira ¡Derechos humanos ya! impulsada por Amnistía Internacional.
Himno maldito

This Land is Your Land, cuya prima versión compuso Woody Guthrie en 1940, considera que es la mejor canción sobre Estados Unidos: “Una promesa sobre lo que debería ser nuestro país”, en palabras de Springsteen. Expresa un deseo nutrido en el aprendizaje de la Gran Depresión: la esperanza que, frente a las desigualdades, el país, de este a oeste y del campo a la ciudad, sea una tierra de oportunidades para todos. A finales de 1980 Springsteen la empezó a cantar en sus conciertos. Al cabo de un año empezó a dar forma a Born in the USA.
Es la paradoja del patriotismo: la distancia que va de la defensa del poder a la defensa de los valores de la bandera, los valores de Guthrie adaptados a una sociedad postindustrial. El protagonista de su patriótico himno maldito es un veterano de guerra desconcertado. “Llevo diez años ardiendo en la carretera / ninguna parte a la que correr, no tengo ninguna parte a la que ir”. Era la cruz de Born to Run. Después de la juventud, el aprendizaje de la decepción. Personal y colectivo. Pero el potencial crítico de su canción pareció desactivarlo la lectura interesada que Ronald Reagan hizo de la canción en plena campaña electoral.
Lado oscuro

Dos días después del mitin de Reagan, Springsteen actuó en Pittsburg. Y antes de interpretar una canción protagonizada por un obrero del sector de la automoción en paro, que se convierte en asesino, contestó al Presidente: “¿Cuál debe ser su álbum favorito? No creo que sea Nebraska". Ese álbum, publicado en 1982, es el más oscuro de toda su carrera y probablemente el que tenga una historia más mítica. Después del éxito brutal de la gira de The River, se encerró en su casa de Colts Necks (en su estado de Nueva Jersey) y en su dormitorio grabó horas y horas de canciones. Él solo con la guitarra. Debían ser la base de un nuevo disco con su banda, pero nada era comparable a la pureza de ese sonido en bruto.
“Se sumió en una soledad más poderosa que él mismo”, escribe Warren Zanes en Deliver Me from Nowhere. Este excelente reportaje es la base del guion de un biopic de Springsteen interpretado por Jeremy Allen White y cuyo primer tráiler promete. Nebraska es una exploración deslumbrante del lado más oscuro y salvaje del prototipo del hombre blanco norteamericano
Sueño y realidad

A los 20 años se hizo el loco para no ir a Vietnam, pero la digestión del trauma de aquella guerra, en la que murieron jóvenes músicos de su pueblo, fue uno de los activadores de su conciencia cívica. En 1978, en uno de sus eternos viajes en coche por Estados Unidos huyendo de sus fantasmas, compró un ejemplar de Nacido el 4 de julio, de Ron Kovic —la autobiografía que inspiró la película de Oliver Stone—. En un hotel de Los Ángeles conoció por casualidad a Kovic, quien lo llevó a visitar una residencia de soldados veteranos. Fue una experiencia transformadora. Al cabo de pocos días, en un concierto en San Francisco, le dedicó Darkness on the Edge of Town.
La canción es un ejemplo de los grandes temas de Springsteen: el contraste entre el sueño y la realidad americana. La voz que habla en primera persona, recordando el pasado juvenil contrapuesto a su situación presente, le cuenta a Sonny que se ha instalado en los márgenes oscuros de la ciudad y la sociedad. “Perdí mi dinero y perdí a mi mujer”. Diseccionar esa derrota vital para tomar conciencia de su país es la piedra fundacional del compromiso político de su cancionero. Es la misma dinámica que exploraría en The River y que tiene al veterano de guerra, al desempleado o al inmigrante como paradigma.
Country, rockabilly, mariachis y más música de la frontera
La publicación de Tracks II no modificará la valoración de la trayectoria de Bruce Springsteen, pero ayuda a comprenderla con más precisión. La caja incluye 7 álbumes con la mayoría de sus setenta y pico canciones inéditas. Están grabados entre 1983 y 2018, pero esta cronología podría engañarnos. La parte realmente substancial empieza con posterioridad a los gatillazos que fueron Human Touch y Lucky Town. Lo que ahora se desvela es la búsqueda de caminos creativos alternativos para reactivar su trayectoria de madurez. A los cuarenta y pocos, después de haber vivido ya los días de gloria compositivos, Springsteen exploraría otras posibilidades.
El ciclo ligado a Streets of Philadelphia, que ocupa uno de estos discos rescatados, lo llevó de nuevo a la composición de canciones de temática contemporánea en clave más bien pop. Pero ahora sabemos que entonces no solo tocó ese palo. A la vez que volvía a la soledad acústica y crítica en The Ghost of Tom Joad, arriesgó con el country y el rockabilly en Somewhere North of Nashville. Es un ejemplo de esa apuesta por inscribirse a una tradición musical norteamericana que no era la suya de partida y así crearse una nueva genealogía. Incluso se ve más claro en el disco siguiente: Inyo. Es un disco de la frontera, entre México, California y Texas. Tan fronterizo es que pueden escucharse mariachis y los títulos de las canciones están sembrados de imaginario chicano
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