‘Las negras’, de Yolanda Arroyo Pizarro: el conjuro caribeño de las ‘ancestras’
La escritora puertorriqueña actualiza su extraordinario libro de 2012, que reivindica el linaje afrodescendiente con relatos de un pasado de explotación y de un futuro utópico de restitución

Sentada en un círculo con niñas y niños afrodescendientes, Yolanda Arroyo Pizarro se quita de la cabeza su sombrero violeta y enseña su cabello. Es corto y oscuro, esponjoso; toda la vida le han enseñado que es “pelo malo”. Pide a su público que la imite. Los niños, que no superan los cinco años, van palpando sus melenas afrorrizadas, van sacudiendo sus trenzas, mientras repiten, como un conjuro, las palabras de Yolanda: “Mira mi pelo bueno, mi pelo hermoso”.
Hace años que la escritora y académica se dedica a hacer activismo antirracista en colegios y comunidades. Es fundadora y directora de la Cátedra de Mujeres Negras Ancestrales y en 2012 publicó, en Puerto Rico, un libro extraordinario que devino de culto para la diáspora africana en el Caribe: Las negras. En él, sus personajes también se mesan los cabellos y reivindican su linaje, sentados en el círculo inconmensurable de la historia, que hace coincidir y, a veces, superponerse el pasado y el futuro.
El sello Yegua de Troya, dirigido por Gabriela Wiener, publicó recientemente Las negras en una versión corregida y aumentada. El libro habla, sin tapujos, de memoria histórica, de reparación, de las incontables estrategias del oprimido para preservar su cultura e identidad y de la utopía de pensar un futuro enunciado desde cuerpos y vivencias que han sido sistemáticamente borrados de los discursos oficiales.
Su ánimo disruptivo comienza desde la propia elección de los géneros que lo componen. El relato corto, en lugar de la novela —más prestigiosa y canónica—; la narrativa histórica y la ciencia ficción —consideradas menores y superficiales por los (de)limitadores de la “buena literatura”—; y, por último, el género femenino de sus personajes, las identidades queer y disidentes.
“A los historiadores, por habernos dejado fuera. Aquí estamos de nuevo…”, reza la dedicatoria. Las negras es un retorno, una revancha; es la historia plegándose sobre sí misma para contar el reverso de los hechos desde un plurilingüismo descarado, una sintaxis que advierte la presencia de otros modos de nombrar y una hibridez textual que recuerda al propio mestizaje caribeño.
En el ecuador del libro hay una línea que separa el pasado del futuro. Los relatos de naturaleza histórica, ubicados en la primera parte, tocan los punzantes temas del tráfico de personas, la esclavitud y la sublevación de los vejados. Pocos ejemplos se encuentran de una literatura latinoamericana preocupada por cartografiar tan rigurosamente nuestros orígenes africanos, la historia de las ancestras justo en el momento en que fueron arrancadas de su tierra. Wanwe, Ndizi, Tshanwe… recuerdan, imprecan la traición de sus dioses, alimentan con sus pechos a la descendencia de sus amos, organizan la insurrección.
Del otro lado del ecuador está el futuro. Los relatos afrofuturistas imaginan un porvenir donde se ha restituido la dignidad de los humillados. La autora entiende la potencia subversiva de la imaginación y lo necesario de crear futuridades que se centren en las personas negras e indígenas. Estas historias fundan un nuevo territorio mítico —el continente tortuga, Abya Yala— que surge de las aguas, prístino e inmaculado, para que podamos leer en él un relato inédito —que a la vez es uno muy antiguo—. Un relato que logra representar de manera más fidedigna toda nuestra complejidad y nuestros matices.

Las negras
Yegua de Troya, 2025
160 páginas. 15,10 euros
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