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Trono de juegos
Columna
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‘Death Stranding 2′: Hideo Kojima se ahoga con su propia cuerda

La última obra del genio japonés mantiene las virtudes de su antecesor, pero renuncia a la innovación. Un pecado capital para el creador de videojuegos más famoso del mundo

Imagen de 'Death Stranding 2', con Norman Reedus.
Jorge Morla

Hideo Kojima es un genio. Mejor dicho, es el genio de este mundillo. Es el ejemplo de creador de videojuegos respetado, triunfal, con una obra que le acredita como poseedor de un lugar en la historia y, además, con el suficiente nombre propio como para embarcarse por sí solo en esa aventura que es desarrollar videojuegos. En esta columna, que se despide hasta septiembre, hablaremos de él y de por qué su último juego, Death Stranding 2, es una dolorosa decepción.

Kojima, a quien debemos los geniales Metal Gear y su empeño por revolucionar sin medida no solo las mecánicas sino los marcos narrativos en los que se movía el videojuego como artefacto creativo, nos deslumbró con Death Stranding en 2019; un juego libérrimo con todos los elementos necesarios para no gustarle a nadie y que, sin embargo, triunfó. El juego, además, acudía puntual a su cita con las dotes proféticas de Kojima, que si en 2002 prefiguró con Metal Gear Solid 2 el mundo de las fake news en el que vivimos (chiste político: y en el que el malo final resultaba ser el presidente del Gobierno), con Death Stranding entregaba una obra que trataba de un repartidor que debía llevar insumos a gentes encerradas en refugios, aterradas y desconectadas por un mal invisible que asola el exterior. La concomitancia del juego con la pandemia no pasó desapercibida para nadie.

La revolución que supuso el primer Death Stranding fue notable. No solo por el derroche de imaginación de ese mundo en el que la muerte es una dimensión física (con forma de playa), en el que los espectros cuelgan del cielo por un cordón umbilical, y en el que —hay que repetirlo las veces que haga falta—, la mecánica principal era caminar con bultos a la espalda por terrenos más o menos escarpados. No, el juego mereció el elogio no solo por esa creatividad, decíamos, sino por la valentía de tomar una obra que podría ser indie por su propuesta y hacerla con un presupuesto de más de 250 millones de dólares. Una propuesta casi suicida que se saldó con uno de los juegos más arrebatadores de la pasada generación. Que además fue bien acogido por el público.

Un momento del combate del juego.

Death Stranding 2 es formalmente similar a la primera entrega, pero renuncia a la valentía para acomodarse en un juego excesivamente continuista, perezoso, que en realidad no aporta tanto a su propio cosmos y que, dolorosamente, significa un tropiezo en la carrera de Kojima como creador. Los problemas de esta secuela son varios. El primero, no pulir los fallos de la precuela, renunciando a la sagrada naturaleza iterativa de los videojuegos. Hablamos de menús atroces, letras diminutas, controles engorrosos, el hecho de que todo se sienta tan compartimentado (la división entre escenas cinematográficas y partes jugables es rigidísima e injustificable en 2025)… todos esos males siguen ahí, como si nadie del equipo hubiera reparado en ellos.

Aunque, con todo, el pecado más grave de Kojima en su nuevo juego es otro: repetir a pies juntillas un esquema que en el primero funcionó, pero que ahora ya no cuela. ¿Por qué? Porque en el primer Death Stranding el discutible hecho de que toda la catarsis narrativa y explicativa estuviera reservada a al parte final quedaba compensado por el hecho de que, a lo largo del juego, íbamos topándonos con sucesivas catarsis jugables: cuando pensabas que el juego era de caminar, llegaba el sigilo; una vez acostumbrado al sigilo, llegaban esos oscuros combates contra los espectros de la brea; y luego entraban en escena los combates alegóricos y muy adrenalíticos con el personaje de Mads Mikkelsen en aquellos escenarios bélicos y liminales. Para desgracia de todos, este segundo juego repite, punto por punto, esos mismos hitos.

El final de esta secuela, claro, es un puñetazo narrativo a la altura de los mejores juegos, pero todas las horas previas están jalonadas por la misma jugabilidad (con pequeños añadidos puntuales) del primero. No hay sorpresas. No hay giros mecánicos. No hay iluminaciones jugables. Es decir, es casi el mismo juego, cosa que no justifica tantos años de desarrollo y todo un salto entre generación de consolas. Por último, aunque nunca cae en lo grotesco, también hay que reconocer que el japonés jamás ha cabalgado tan temerosamente como ahora la línea que separa lo sublime de lo ridículo. Hay muchas kojimadas, algunas sin duda geniales, pero quizá el arma final que usan protagonista y antagonista sea la mejor muestra de esto.

En una reciente entrevista en GQ Kojima deslizaba que el juego bien podría haber salido en 2023, pero que no pudo grabar las escenas con los actores de carne y hueso (fantásticos, eso es innegable, Norman Reedus, Léa Seydoux, George Miller, Troy Baker…). Quizá esa es la clave de todo. Quizá este es un juego digno para salir a finales de 2022, pero que hoy se queda corto y que ni de lejos supone el temblor emocional que vivimos con el primero.

Si Kojima leyera esto diría que es injusto atacar un juego por ser continuista. Y que a nadie más que a él le pedimos con tanto ahínco giros inesperados, retruécanos jugables y sorpresas de esas que te vuelan la cabeza. Es cierto, tiene razón. Pero habría que decirle que si le pedimos eso es precisamente porque sabemos que puede darlo. Porque sabemos que puede retorcer a sus personajes, revolucionar sus mundos a media partida, causarnos un shock de esos que ya nunca jamás olvidaremos. Death Stranding 2 no es, ni mucho menos, un mal juego. De hecho, es muy posible que acabe siendo uno de los mejores juegos del año. Solo es un juego menor para llevar la firma de Hideo Kojima. Carlos Boyero titulaba así su reciente crítica de Jurando Nº2: Todo correcto, pero es que la firma Eastwood. Pues algo así pasa con este juego, una obra correcta que no puede con el peso de su firma. Quizá esta quede como una crítica demasiado dura. Pero es que la vara de medir la has puesto tú, maestro Kojima.

Imagen de 'Death Stranding 2'.

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Sobre la firma

Jorge Morla
Redactor de EL PAÍS que desde 2014 ha pasado por Babelia, Cultura o Internacional. Es experto en cultura digital y divulgador en radios, charlas y exposiciones. Licenciado en Periodismo por la Complutense y Máster de EL PAÍS. En 2023 publica ‘El siglo de los videojuegos’, y en 2024 recibe el premio Conetic por su labor como divulgador tecnológico.
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