
Frío moral
Cada vez hay menos camas de las que dejan un hueco para los fantasmas entre el somier y el suelo
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.
Cada vez hay menos camas de las que dejan un hueco para los fantasmas entre el somier y el suelo
Comprendí, de súbito, que no era un ser humano, sino un robot de una perfección extraordinaria, pues poseía identidad y memoria y sentimientos, todo ello, supuse, como parte de un programa informático que alguien había logrado implantarme. ¿Pero quién?
Imaginemos una lubina extraída del océano y arrojada a un criadero artificial. ¿Qué debe hacer para sobrevivir? Disimular su origen
La oración posee virtudes terapéuticas y lo que más se parece hoy a la misa es un telediario. Todos tienen algo de homilía, igual que los editoriales de la prensa
Me ha llamado la atención un individuo que observa todo el rato su móvil, como si esperara una llamada o un mensaje que no llega
Escuché a mi padre decir que el éxito del Guggenheim se debía a su “extructura”, en vez de a su estructura. Sonreí ante su pasión por la letra equis, que conservó hasta el final de sus días
Si nos pusiéramos a razonar en serio, tendríamos que estar de acuerdo con el reparto de la riqueza y todo lo demás. Pero constituiría un atentado contra el orden establecido
Me pregunto cómo es posible que las cifras macroeconómicas del país sean tan buenas con un tercio de la población en riesgo de pobreza
Había quien estaba a favor de que telefoneara y quien le aconsejaba que no. Dado que el número, según nos informó, empezaba por 666 (como el de mi móvil, por cierto), alguien sugirió que podría ser el del diablo
Esa monja que está a punto de morirse no se muere. Me ocurre a mí lo mismo, quizá también a usted. Todos estamos a punto de morirnos, pero continuamos misteriosamente en pie
Al regresar a casa, me cuesta un poco entrar por si se dan cuenta de que el que regresa no es el que se fue. Por eso, antes de abrir la puerta, hago unos ejercicios de ensimismamiento
Aquel cúmulo de coincidencias enturbió el comienzo de una jornada en la que me dirigía a la editorial para revisar las pruebas de mi próxima novela
Hay algo distinto en la prensa, en la calle, en el primer café. Es mi yo el que no encaja hoy en mi cuerpo
Cuando pienso en Endesa me llama Endesa y cuando pienso en Legalitas me llama Legalitas, pero es gente que llama mucho. Lo que yo buscaba era una corazonada
Se quejaba Feijóo hace poco de que España estuviera patas arriba, aunque no lo notáramos mucho, la verdad, porque el mundo entero está patas arriba
Dos presencias antagónicas se cuelan sin invitación en dos conferencias del escritor sobre el futuro, en dos sesiones de psicoterapia y en una llamada inesperada. Son el optimismo y la desesperanza. Y libran una lucha de titanes. ¿Quién ganará?
Mi amigo falleció el miércoles de la enfermedad que me diagnosticaron a mí cuando me hice pasar por él. Yo, en cambio, me curé a base de agua y de verduras
Vivíamos con la esperanza de que la existencia nos proporcionaría la oportunidad de perdonarnos mutuamente de lo que nos tuviéramos que perdonar
En la consulta de mi psicoanalista, pasé por delante de una puerta que abrí como si alguien me reclamara desde el otro lado. Daba a una de esas habitaciones que poseen el atractivo fatal de los abismos
Para ser verdugo en América hay que saber de anatomía, como para no arruinarse este invierno en España conviene ser calderero o tener un amigo que lo sea
También los hoteles de lujo, desde la perspectiva del tiempo, fueron tristes. En ellos se ha quedado parte de una vida de la que ahora no sé qué pensar