Excusas
El capitalismo ha ganado la lucha de clases porque a esa izquierda siempre se le olvida algo y tiene que dar la vuelta cuando llega a la calle


Había quedado a comer con unos conocidos, pero en el portal tuve que volver a por la llave del coche. Luego, regresé a por las gafas de sol y más tarde a por un paquete de Kleenex. Hay días en los que vuelvo veinte veces porque en la esquina me doy cuenta de que he salido sin esto o sin lo otro, incluido el cuerpo. Cuando logré reunir todo, se me había hecho tarde y comí en casa. Esto es muy de cierta izquierda. El capitalismo ha ganado la lucha de clases porque a esa izquierda siempre se le olvida algo y tiene que dar la vuelta cuando llega a la calle.
Podemos fue número uno en intención de voto, pero antes de las elecciones se acordó de que no había hecho ninguna purga interna y retrocedió a la casilla de salida a fin de fragmentarse para seguir representando el papel testimonial que, desde el advenimiento de la democracia, han desempeñado los numerosos partidos en los que se han reencarnado las izquierdas. Aun así, Pablo Iglesias logró alcanzar la vicepresidencia del Gobierno, que abandonó enseguida porque se había dejado el tabaco en Galapagar. Ahora viene Yolanda Díaz a recauchutar el progresismo con un reclamo bastante seductor: Sumar. Díaz cuenta con el beneficio de la duda, pero mucho nos tememos que de un momento a otro se eche las manos a la cabeza con el gesto de la persona que se acuerda de repente de la cartera o del bocadillo, vaya usted a saber, y haya de desandar lo andado para recuperarlos. En esa operación se pierden muchos líderes.
Lo curioso es que lo que está a punto de dejarse en casa Díaz, paradójicamente, es la idea de sumar, pues el lío con Unidas Podemos no tiene pinta de arreglarse antes de las elecciones de mayo. A la izquierda, en fin, le da pereza alcanzar el poder y siempre encuentra excusas para rehuirlo: lo que hacemos algunos para escaquearnos de comidas que no nos apetecen.
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