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Santiago Korovsky: “División Palermo’ se ríe de quienes queremos ser inclusivos y no lo logramos”

El guionista, director y protagonista de la serie argentina ganadora en 2024 de un Emmy Internacional habla de la segunda temporada en Netflix

Santiago Korovsky
Federico Rivas Molina

El humor de Santiago Korovsky (Buenos Aires, 40 años) no es apto para personas que se ofenden con facilidad. En la serie División Palermo, de Netflix, rompe todos los estereotipos posibles sobre las personas con discapacidad o de minorías. También sobre aquellos que pretenden ser gentiles con ellas y actúan “con torpeza”. En División Palermo hay chistes que juegan con los límites de la corrección política. Y también algo de sexo, traiciones, consumo de drogas y mucha sangre. La primera temporada fue un éxito y se llevó en 2024 un Emmy Internacional a la mejor comedia. En el arranque de la segunda temporada, disponible en América Latina y España, Korovsky recibe a EL PAÍS en su piso de Buenos Aires. Dice que “ciertas cuestiones de la agenda woke ya no están de moda” y que por eso la guardia urbana ahora “está armada”.

Pregunta. ¿Cómo nace la idea de División Palermo?

Respuesta. La primera imagen que apareció fue, junto a un grupo de amigos, la de una fuerza de seguridad. Había algo de gracioso porque somos todos cobardes, inseguros, introspectivos, sobre todo yo. Después surgió que en vez de una policía fuese una guardia urbana, estos grupos de prevención que no van armados. Y como hace seis años la palabra inclusión todavía estaba de moda, esa guardia incorporaba una chica en silla de ruedas, un chico de talla baja, una chica trans.

P. La serie parece ir a contramano de la tendencia global. El humor ha cambiado en los últimos años hacia lo políticamente correcto.

R. Usamos el humor para reírnos, sobre todas las cosas, de las personas que queremos ser inclusivas. Y también de las problemáticas que las personas con discapacidad atraviesan. Son ellos riéndose de sí mismos y de los otros. El ciego, por ejemplo, es un personaje con contradicciones, deseos y miserias. Solo una de sus particularidades es que sea ciego. El chico con síndrome de Down no es un angelito, como todos piensan. Los sacamos de la minoría que los define.

P. ¿Y cuáles fueron las reacciones?

R. El eje está en los que queremos mostrarnos inclusivos y con torpeza no lo logramos. Me daba miedo cómo se iba a tomar. Hicimos doble y hasta triple chequeo de los chistes, primero con asesores y colaboradores. Una chica en silla de ruedas es una de las colaboradoras autorales y ayudó a Pili [Pilar] Gamboa en su rol. En la segunda temporada ya hubo más participación de los actores. Si había que corregir algo, lo corregíamos. También nos preocupaba cómo evitar la autocensura.

P. ¿Tuvieron quejas por algunos chistes?

R. No, lo que más me pone contento es que hay gente que me escribe, por ejemplo, para contarme que tiene un hijo con síndrome de Down y nos cuenta lo que la serie lo ayuda. Después de la primera temporada ya los mensajes eran incluso de personas con discapacidad que querían trabajar en la serie.

P. ¿Y lo consiguieron?

R. Fue un poco abrumador, porque no sabía cómo responder a la demanda. Esta temporada habla de las personas que quedaron afuera y tenían una expectativa. Pero otros fueron incorporados. Leandro Gil, un chico sin brazos, actúa en el capítulo cuatro y tiene un papel importante. También trabaja Iván Davidovich, que tiene parálisis cerebral.

Santiago Korovsky.

P. ¿Qué encontraste en ellos?

R. Uno se descubre torpe, prejuicioso, queriendo hacerse el bueno, infantilizando. Y también nos damos cuenta de que las minorías son mayoría, solo que son muchas minorías distintas. Un amigo me dice que somos más los raros. Yo siempre fui muy particular y me sentí raro. Facu [Facundo] Bogarín, el actor ciego, dice que hay rarezas que uno ve a la distancia, pero hay otras que necesitan cinco minutos de charla. Es importante aceptar las cosas propias que se salen de la norma y escucharlas y ver que puede hacer para sufrir menos.

P. Hay también una crítica a la política…

R. Hay un cambio político en relación con la agenda más progresista con la que inició hace seis años la serie. Ciertas cuestiones de la agenda woke ya no están de moda. Por eso en la segunda temporada armamos a la guardia urbana.

P. La serie se anima al sexo, un tema tabú.

R. La discapacidad y la sexualidad es supertabú. Por eso nos pareció un buen lugar para profundizar y desde el humor ponerle relevancia. A las personas con discapacidad se las mira muchas veces como ejemplo de superación y a veces con lástima, pero también como personas no deseantes o no deseadas y se les anula la sexualidad.

P. ¿Por qué decidió ser guionista, director y protagonista?

R. Hay algo de los comediantes, que es histórico, desde Chaplin y Buster Keaton o Woody Allen, que es poder escribir los chistes y contarlos. Para asegurarse de que ese chiste tenga gracia, uno va desde el guion y la edición hasta la actuación. Al principio me preguntaba si no era demasiado ego, y después me di cuenta de que tenía ganas y necesitaba ayuda. Por eso tuve dos codirectores en cada temporada. Hay además muchos amigos en el elenco en los cuales yo me pude apoyar.

P. La serie es por momentos muy Argentina. ¿Por qué funciona también en otros países?

R. Ganamos un Emmy Internacional, así que evidentemente hay algo de la comedia que puede viajar. Me gustan las comedias de España, México, Chile, Uruguay. Podría haber División Roma, División Pocitos

P. ¿Cómo manejó la violencia? Por momentos la serie parece una película de Tarantino.

R. De las pocas críticas que recibimos fue de gente que no le gustó la combinación del humor y la violencia. No queríamos vender un mundo donde todo está bien y no hay problemas. Y nos gustan los policiales, que donde haya balas, haya balas de verdad. No es la sangre por la sangre, pero hay cierta crudeza.

P. ¿Eso no atentó contra la masividad de la serie?

R. Nunca la pensamos como una serie para todo público, y sí nos sorprendió que mucha gente vio la primera temporada con sus hijos.

P. ¿Esperaba el éxito que tuvo División Palermo?

R. Uno siempre sueña, pero la serie me dio muchas más alegrías de lo que me hubiese imaginado.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.
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