Fútbol, esmeraldas y cocaína: los ‘nuevos’ narcoempresarios colombianos con lazos en España
El servicio de inteligencia de Colombia señala a la Nueva Junta del Narcotráfico en plena crisis entre Bogotá y Washington. Petro asegura que esta organización quiere asesinarlo


Una mañana de hace 15 años, un hombre que escondía su rostro tras un periódico se entregó a dos agentes estadounidenses en una cafetería de Ciudad de Panamá. Aquella detención tranquila —en la que incluso se intercambiaron sonrisas— remataba meses de negociaciones entre las autoridades de Estados Unidos y uno de los narcotraficantes más poderosos de Colombia. Lo acusaban de haber inundado las rutas de la droga con más de 900 toneladas de cocaína y de haber lavado miles de millones de dólares. Esa escena, narrada por el historiador colombiano Petrit Baquero, marcó el ocaso de Julio Lozano Pirateque, alias Patricia, y de la organización que lideraba. Tras ser extraditado, cumplió una pena de seis años y salió de los radares. Hasta que el presidente de Colombia, Gustavo Petro, empezó a señalarlo públicamente como jefe de una renovada organización criminal que, según él, planea asesinarlo.
Esa estructura, bautizada por el propio Petro como la Nueva Junta del Narcotráfico (NJN), es —según el propio mandatario— uno de los más peligrosos enemigos del Estado colombiano. Sus tentáculos van más allá de la cocaína: alcanzan los negocios de las esmeraldas, el fútbol y las empresas privadas de seguridad. Y parte de su cúpula, según fuentes de inteligencia, vive hoy en Madrid. La existencia y el verdadero poder de esta organización está rodeada de polémica en Colombia.
El informe de los “narcos invisibles”
El servicio de inteligencia colombiano acaba de arrojar algo más de luz sobre este grupo criminal que hasta ahora operaba en las sombras. En un informe secreto, al que ha tenido acceso EL PAÍS, se señala a la Nueva Junta del Narcotráfico como una poderosa organización, heredera de un antiguo cartel considerado el mayor exportador de cocaína de la historia de Colombia. La red ha echado raíces en Dubái, México, Turquía y España. Sus jefes, a diferencia de los viejos narcos, siempre han sido discretos y prefieren pasar por directivos antes que por gánsteres. El dossier los llama “narcos invisibles”.
El documento, elaborado por la Dirección Nacional de Inteligencia, se hace público en un momento de máxima tensión regional. La Casa Blanca señala al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, como el líder del Cartel de los Soles, un supuesto grupo criminal que inunda Estados Unidos de droga. Sin embargo, Petro sostiene que no existe el Cartel de los Soles, y que quien maneja droga es la NJN. Según él, esta teoría desmonta el principal argumento de Estados Unidos para cercar a Venezuela con una operación militar a gran escala con la que busca derrocar a Maduro.
Ahora, la Administración estadounidense también ha vinculado a Petro con negocios de este tipo —el presidente Donald Trump lo ha llamado “líder del narcotráfico” sin justificar en qué se basa— y lo ha sancionado a través del Departamento del Tesoro junto a su familia y su principal asesor. Petro, sin embargo, asegura ser víctima de las organizaciones criminales, principalmente de la NJN, a la que ha mencionado decenas de veces en sus trinos y discursos, incluyendo el del viernes pasado.
Muchos han puesto en duda la información sobre este grupo criminal. En junio, la Fiscalía colombiana aseguró a EL PAÍS que no tenía pruebas de su existencia, y el propio director de la policía reconoció que no contaba con “evidencias concluyentes” sobre una red con ese nombre. Pero desde entonces, algunos medios colombianos han ido revelando información de inteligencia que ha dado pistas sobre quiénes conformarían la NJN. Este nuevo informe —que recoge en sus 21 páginas decenas de nombres, organigramas y conexiones con delincuentes, clubes de fútbol y empresas— aporta información novedosa sobre esta organización rodeada de incógnitas.
El documento atribuye a esa red una docena de asesinatos recientes —incluido el de un millonario esmeraldero, que murió en abril por un disparo de un francotirador—, aunque no menciona ningún plan contra el presidente. Fuentes de inteligencia reconocen que “no hay información que respalde la intención de este grupo criminal de matar a Petro”, aunque el mandatario, con información de otras instituciones del Estado, insiste en su denuncia. “Deben ser investigados. Es la orden que le di a la policía, pero debe pasar a la Fiscalía, que está amedrentada”, dijo este martes. Según el presidente colombiano, la NJN también estaría detrás del atentado contra el precandidato opositor Miguel Uribe Turbay, ocurrido en junio, aunque tampoco se conocen evidencias que lo respalden.
El informe de la Dirección Nacional de Inteligencia es una radiografía de una organización que se desmoronó con la caída y extradición de sus líderes hace tres lustros y que ha resucitado adaptándose a los nuevos tiempos. De Pablo Escobar en los años ochenta, a capos de la droga que participan directamente en “diversos sectores políticos, económicos y sociales” y que despliegan negocios legales e ilegales por todo el mundo.
La organización no está tan jerarquizada como los viejos carteles y estaría liderada por cinco cabecillas “estratégicos”, entre los que destacaría Julio Lozano Pirateque, el hombre que un día esperó su detención tras un periódico. Este exnarco, ligado a las minas de esmeraldas desde niño, ha asegurado a las autoridades colombianas que está desvinculado de sus antiguos negocios y ha negado cualquier intento de atentar contra el mandatario colombiano, según han confirmado a EL PAÍS fuentes de inteligencia.
Petro, muy activo en sus redes sociales, lleva meses dedicándole largos trinos a la NJN. La ha descrito como una red con “una fuerte infiltración en el Estado” que daría órdenes a otros poderosos grupos como el Clan del Golfo. El informe no contiene información que confirme esta teoría, ni tampoco dimensiona su poder y actividad económica, pero sí da cuenta de que al menos uno de los cabecillas “tendría línea directa” con el líder de ese grupo armado, el más grande de Colombia.
El mapa de la NJN tiene algunas regiones marcadas en rojo. Dubái habría servido, según los servicios de inteligencia, como “centro de coordinación a distancia” de actividades de narcotráfico y lavado de activos mientras Lozano Pirateque residió allí. Pero, hoy, la atención se ha desplazado a Madrid, donde el supuesto narco se habría instalado.
España, centro de operaciones
En la capital española vive otro de los supuestos cabecillas, Jorge González, alias J. la Firma, procesado por delitos de narcotráfico en España. La NJN se relaciona también con Alejandro Salgado Vega, alias El Tigre, considerado por la Policía Nacional española como uno de los traficantes de droga “más conocidos y poderosos de España”, al que se ha situado en Dubái. El Tigre, investigado en el caso de un alto cargo de la policía española que fue detenido con varios millones de euros emparedados en su casa, sería el enlace de la organización con las mafias europeas. Otra figura clave sería Rutdy Alirio Zárate, alias Runcho, señalado como líder del tráfico entre Colombia y España.
En paralelo, Turquía se estaría consolidando como “el nuevo refugio” para la organización, mientras la logística y el comercio se expande por Ecuador, Bolivia, Paraguay, Venezuela y hasta Australia.
Buena parte de las operaciones criminales de la NJN se entrelaza con negocios lícitos. Varios cabecillas y sus socios se disputan el especulativo mercado de las esmeraldas, que en 2024 exportó 127,5 millones de dólares, según la Agencia Nacional de Minería. “Su conglomerado empresarial facilitó la legalización del lavado de capitales”, dice el informe. Pero la inteligencia colombiana señala otros negocios que estarían usando para blanquear dinero y obtener armas: el fútbol –las fotos de los presidentes de dos clubes estampan el informe– y las empresas de seguridad privada.
El modelo de la NJN encaja bien en el entramado criminal que opera ahora en Colombia, donde los grandes clanes del narcotráfico han sido sustituidos por decenas de organizaciones en las que operan delincuentes de todo el mundo. “Los colombianos perdimos las grandes rutas de la droga hacia los grandes mercados consumidores”, explica el historiador Petrit Baquero. “Tenemos un panorama completamente atomizado. Colombia está lleno de narcotraficantes albaneses, italianos, belgas y, por supuesto, latinoamericanos que se integran en los diferentes eslabones de la cadena de producción y exportación”. Para Baquero, esta atomización es un ejemplo del “fracaso” de las políticas antidroga que se han aplicado en los últimos 50 años. “Con más de 50 grupos involucrados en distintos eslabones del negocio, la lucha contra el narcotráfico es inmanejable”.
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