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Costa Rica, un país de alto ingreso donde el dinero le alcanza solo a unos pocos

Los centroamericanos experimentan un crecimiento económico sostenido, pero el costo de vida ahoga a una mayoría de la población

Vida cotidiana en San Jose, Costa Rica.
Armando Quesada Webb

Costa Rica ostenta cifras económicas que resultan envidiables para los demás países de la región. Su salario mínimo, equivalente a 675 dólares, es el más alto de Latinoamérica; la inversión extranjera —motor de su crecimiento— aumentó un 13% en 2024, el doble del promedio regional, y el Banco Mundial ascendió al país al grupo de economías de ingreso alto el pasado julio. A estos indicadores se suman una inflación interanual inferior al 1% durante todo 2024, así como notables reducciones en el desempleo y la pobreza en los últimos cuatro años, tras un fuerte incremento en 2020.

Pero las cifras macroeconómicas poco tienen que ver con el bolsillo de los costarricenses. “Trabajamos solo para sobrevivir. Todo está más caro y ahorrar es imposible”, dice María Angélica Mora, funcionaria administrativa en una universidad pública, que vive en la ciudad de Cartago. La queja de Mora la comparten muchos de sus compatriotas, ya que el costo de la vida es, junto a la inseguridad y la corrupción, la gran preocupación de los ciudadanos, según una encuesta del pasado abril del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica.

Mora, que vive con un hijo de 19 años al que mantiene, cree que los alimentos están más caros que nunca, pero señala también que otros gastos, como la gasolina y la electricidad, están “fuera de control”.

Flora Marchini, una jubilada de 66 años habitante de San José, comparte la opinión de Mora. Aunque ya ninguno de sus hijos vive con ella, considera que ahora el dinero le rinde menos y que tiene “menos acceso” a pequeños lujos como salir a comer. “Si mis hijos estuvieran aquí como antes, yo no podría con los gastos”, dice Marchini, que hasta 2019 trabajó como administrativa en una oenegé. “Es absolutamente todo: el arroz, el aceite, el papel higiénico, la pasta de dientes y otras cosas necesarias todos los días, pero que tienen precios de lujo”, agrega.

Los números respaldan las percepciones de Mora y Marchini. Costa Rica es, según el portal económico Numbeo, el país más caro de Latinoamérica y el tercero más caro de todo el continente, solo detrás de Estados Unidos y Canadá. En febrero, además, el país centroamericano se ubicó como el quinto de la OCDE con mayor alza en el costo de los alimentos, con 6,8%, por encima del promedio de la organización. Este último dato lo respalda el Instituto Nacional de Estadística y Censos de Costa Rica, que señaló que el costo de la Canasta Básica Alimentaria aumentó en el primer trimestre de este año para alcanzar su nivel más alto en 14 años.

Comida sube y lujos bajan

Según el economista y analista Javier Adelfang, desde la pandemia de la covid-19, los precios han experimentado un crecimiento sostenido en Costa Rica y, ya en este punto, “difícilmente vuelvan al nivel que tenían”. “Si ves esos productos que tienen mucho peso en el consumo diario o mensual de la gente, te das cuenta que son los que más suben y que los salarios no lo compensan”, apunta el experto. Al otro extremo, Adelfang explica que lo que sí baja de precio son los productos tecnológicos importados como las consolas de videojuegos.

Mercado Central, el 16 de julio de 2020, en San José, Costa Rica.

Para el economista, no ha habido una estrategia efectiva de las autoridades gubernamentales para abordar esta alza de precios. Adelfang cuestiona cómo, por ejemplo, la llamada “ruta del arroz” —un plan del Gobierno de Rodrigo Chaves para bajar el precio de esta comida quitando los aranceles— no terminó disminuyendo los precios para los consumidores. “El arancel que se quitó no pasó a consumidor y entonces me da la sensación de que no hubo planes claros”, critica.

Daniela Córdoba, investigadora y docente de la Escuela de Economía de la Universidad de Costa Rica (UCR), explica que la aparente contradicción entre los precios altos y la inflación baja se debe a la forma en que se calcula el Índice de Precios al Consumidor en el país. “Algunas cosas suben y otras bajan, pero dentro del IPC hay ciertas cosas con mucho peso que van a tirar abajo el indicador, como los boletos aéreos y los bienes importados”, afirma la experta.

Para Córdoba, la variación en los precios ha beneficiado “a los hogares que están en los quintiles más altos de ingreso”, que son quienes viajan fuera del país y compran productos importados, como carros nuevos.

Salarios que no dan la talla

Según la investigadora, es cierto que después de la pandemia, Costa Rica ha tenido un “buen crecimiento”. “La tasa de pobreza bajó bastante el año pasado, la desigualdad bajó también y eso no se veía desde hace 15 años”, apunta. Sin embargo, la economista considera que hay un vacío entre el aumento de la productividad y el estancamiento de los salarios. Asimismo, hace hincapié en que el salario mínimo deja por fuera de las estadísticas al 40% de los trabajadores costarricenses que se encuentran en la informalidad.

Adelfang coincide en que lo macroeconómico “se mantiene bien” en Costa Rica, pero que el estancamiento de los salarios y la alta tasa de informalidad son “fragmentaciones a lo interno” que repercuten en la calidad de vida.

Como su salario de la universidad no crece, María Angélica Mora cuenta que ha tenido que hacer ajustes en sus compras de la casa y reducir las salidas para poder llegar a fin de mes. “El Gobierno quiere pintar que todo está bien. Hablan de que bajó la inflación, pero definitivamente no hay mejoras en nuestros salarios. Tal vez a nivel macro puede que sí haya mejoras, pero en las casas de cada uno de nosotros, definitivamente no”, sentencia.

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Sobre la firma

Armando Quesada Webb
Periodista costarricense. Escribe en El País Semanal y colabora con el Proyecto Tendencias. Cursó el máster de Periodismo UAM-El País en la promoción 2021-2023.
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