Costa Rica está perdiendo sus “abejones de mayo”, que marcan el comienzo de las lluvias
La urbanización ha provocado que el escarabajo de género ‘phyllophaga’ sea cada vez menos común


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En Costa Rica, cuando una persona está desorientada y choca torpemente con los objetos a su alrededor, se le dice que anda “como abejón de mayo”. Esto es una referencia a los escarabajos del género phyllophaga que los costarricenses históricamente han asociado con el comienzo de la temporada lluviosa, la cual se extiende aproximadamente ocho meses. En mayo, durante las primeras lluvias, estos abejones salen de la tierra para intentar reproducirse durante las últimas semanas de su ciclo de vida de apenas un año.
Andrés Arias, de 27 años, recuerda cómo estos insectos abundaban en su casa del cantón de Montes de Oca cuando era un niño y la forma en que chocaban con las paredes por las noches, confundidos por la luz artificial de las bombillas. Ahora, como biólogo e investigador de la Universidad de Costa Rica (UCR), lamenta que los abejones de mayo, nombre con el que popularmente se llama a más de 400 especies de escarabajos, son un avistamiento cada vez menos común.
“Es algo que se nota recolectándolos y es muy triste. Me pongo a pensar si, dentro de algunas décadas. las nuevas generaciones siquiera entenderán el refrán de los abejones de mayo”, comenta a América Futura el experto, que trabaja como encargado de la colección científica del Museo de Insectos de la UCR.

Aunque no hay datos oficiales sobre la disminución de los abejones, el biólogo Ricardo Murillo, también profesor de la UCR, estima que se aproxima a una pérdida del 95% de estas especies en 40 años. Arias no se atreve a conjeturar sobre un número exacto debido a que en la universidad aún no han hecho estudios sobre su población a través del tiempo, pero coincide con su colega en la causa de este fenómeno: la pérdida del hábitat debido a la urbanización.
Esta hipótesis se basa en que las larvas de los abejones que habitan bajo la tierra necesitan alimentarse de raíces. “Entonces, si reemplazamos cada vez más las áreas verdes por obra gris, concreto y varilla, estamos hablando de un ambiente en el cual un abejón de mayo no va a prosperar”, sentencia Arias.
Costa Rica ha pasado por un rápido proceso de urbanización en las últimas décadas que se ha traducido en abundantes construcciones de edificios en la llamada Gran Área Metropolitana. De acuerdo con datos del Banco Mundial, la población urbana costarricense pasó de ser un 50% en 1990 a un 81% en 2020.

“Cada vez hay menos cafetales y zonas con vegetación en la ciudad y, en lugar de eso, vemos más condominios. Yo atribuiría la disminución del abejón de mayo a la acelerada urbanización de las últimas décadas”, agrega el biólogo de la UCR. Sin embargo, matiza que en las zonas rurales esto podría variar, ya que allí la pérdida del hábitat de los abejones no ha sido “tan drástica”.
Adicional a la urbanización, hay otros fenómenos que los expertos señalan como posibles causas de su perdida, como el uso excesivo de plaguicidas (Costa Rica es el país que utiliza más agroquímicos por hectárea, según la FAO), o las variaciones en los patrones de lluvias como consecuencia del cambio climático.
Y aunque estos dos factores también afectan a los abejones, los expertos insisten en que la urbanización es la primera causa de su descenso. “Lo que sí es evidente es que, en muchas comunidades, conforme pasan los años, cada vez se ven menos abejones de mayo en comparación con los que se veían décadas atrás. Ahora, habría que estudiar cuáles especies son las que han tenido esa disminución, en qué zonas, en qué lugares y cómo se comportan. Esas son preguntas que quedan por investigar”, expresa el biólogo.

Muchas especies, muchos prejuicios
En la Colección Científica del Museo de Insectos, Arias y los otros tres biólogos que conforman el equipo tienen cientos de gavetas con códigos para todos los tipos de “bichos” que allí almacenan. El científico muestra decenas de ejemplares de abejones de mayo: diminutos, grandes, de color oscuro o dorado reluciente, con lo que queda claro que no hay un solo abejón de mayo.
“Este es una belleza”, dice mientras sostiene en sus manos un ejemplar de Phyllophaga Sanjosícola —que lleva ese nombre por ser de San José, la capital de Costa Rica— y muestra las uñas tarsales del insecto, un elemento clave para determinar la especie a la que pertenece cada abejón.
“Realmente no son torpes, ellos están adaptados a tener un vuelo nocturno con la luz natural y son muy buenos voladores en ese ambiente”, explica Arias. La supuesta torpeza no es el único estigma que cargan los abejones de mayo. En las zonas agrícolas, muchos productores consideran una plaga a las larvas de los escarabajos que se alimentan de raíces porque pueden dañar los cultivos. “Son un problema muy grave para los agricultores. Esto afecta cultivos como la papa, el café y la caña”, apunta el biólogo.

La “otra cara de la moneda”, para Arias, es la enorme contribución de los abejones al ecosistema. Los escarabajos sirven como fuentes de alimento para otros animales, principalmente para las aves, pero también para algunos mamíferos en los bosques tropicales. Además, funcionan como polinizadores y contribuyen al enriquecimiento y el aumento de fertilidad de los suelos. “Se alimentan de materia orgánica que descomponen para que pueda ser más asimilada en los suelos. Además, sus movimientos generan espacios en la tierra que permiten una mayor circulación del aire y el agua”, afirma.
En la ciudad persisten otros “miedos” por los abejones, especialmente por ser supuestos transmisores de parásitos a las mascotas. El biólogo, no obstante, califica esto como un mito. “Un abejón de mayo difícilmente pueda transmitir un parásito porque ni siquiera se alimenta de heces como lo hacen otros escarabajos, que es donde se suelen encontrar los parásitos que afectan a las mascotas. Ellos se alimentan con flores, frutos y follaje en las cortas tres semanas de vida que tienen en el exterior”.
Arias considera que, más allá de los prejuicios, cada vez hay más consciencia de la importancia de los abejones y, por lo tanto, más personas que evitan matarlos en sus hogares. “Hay que dejar de verlos como una amenaza. En algunos contextos pueden ser plagas que hay que atender, pero en su entorno natural son fundamentales y hay que ayudar a preservarlos”, sostiene.
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