Paraguay, clave geopolítica
El país sudamericano se configura como una discreta sala de máquinas de Mercosur. Lo saben Estados Unidos y China que, también aquí, compiten por el favor de Asunción

¿Qué lleva a un país sudamericano sin mar, con un PIB parecido al de la Región de Murcia y una población equivalente a la de la Comunidad de Madrid, a llamar la atención de China, Estados Unidos y la India? La reciente visita de Pedro Sánchez a Paraguay tiene trasfondo geopolítico. La localización de dicho país, entre Argentina y Brasil, entre dos grandes cursos fluviales y a mitad de camino entre los océanos Atlántico y Pacífico, le confiere un atractivo estratégico insuperable. Sus límites reales están en la falta de infraestructuras modernas y en la dificultad para atraer las inversiones necesarias para consolidarse como hub regional
Su potencial logístico no solo es transversal: Paraguay también corre, longitudinalmente, a través de la Cuenca del Plata. Actualmente, incluso sin la infraestructura adecuada (que le impide aprovechar plenamente sus posibilidades) canaliza el tránsito hacia el mar de algunas de las zonas productoras de alimentos (soja, maíz, arroz, carne…) más dinámicas del mundo.
El país en cuestión funciona por tanto como un catalizador, discreto pero crucial, de diversas cadenas globales de valor que aprovechan, no solo su posición geográfica, sino una de las fiscalidades más bajas de la región (10% en renta, IVA y sociedades).
Asunción implementa, en ese marco, una interesante estrategia geopolítica: exporta hacia Asia a través de sus vecinos, sirviéndose de las ventajas que le proporciona ser miembro de MercoSur e importa, también desde Asia, para reexportar hacia sus vecinos aprovechando, nuevamente, Mercosur.
Su habilidad para equilibrar las relaciones con Argentina y con Brasil es proverbial. Lo consigue, en buena medida, gracias a que comparte con sus grandes vecinos dos enormes hidroeléctricas (Yaciretá e Itaipú) que satisfacen gran parte de la demanda de algunas de las zonas con mayor consumo energético -y mayor PIB- de la región (Mato Grosso, Paraná, São Paulo, Corrientes, Misiones e incluso, Buenos Aires).
Paraguay se configura, en ese marco, como una discreta sala de máquinas de Mercosur. Eso lo saben Estados Unidos y China que, también aquí, compiten sutilmente por el favor de Asunción, con Taiwán como curioso referente (Paraguay no reconoce a China con la cual mantiene, sin embargo, intensas relaciones comerciales indirectas). India, que en los últimos tiempos está intensificando su relación con Asunción, también parece haber percibido la importancia estratégica del país sudamericano. No así la UE ni España que, en su relación con Paraguay, se limitan a la simple cooperación técnica o a inversiones poco ambiciosas.
El viaje de Sánchez llama, por ese motivo, la atención. En la práctica apenas firmó un acuerdo cultural y otro laboral que apunta a la posible exportación circunstancial de mano de obra paraguaya hacia España: el país sudamericano es, no en vano, uno de los más jóvenes y con un crecimiento demográfico más dinámico de la región.
Sus potencialidades productivas van sin embargo, como el interés de España, más allá de las remesas: Paraguay, que es uno de los países con la electricidad más barata del mundo, le está apostando a una industrialización con ensambladoras que, toda proporción guardada, trata de reproducir -en la frontera con Brasil- la apuesta que hizo México en su relación con EEUU. De todos modos, para que estrategias así cuajen, son necesarias inversiones: Paraguay necesita modernizar, no solo sus carreteras y sus procesadoras. También su red eléctrica.
Su estrategia, hasta ahora, ha consistido en exportar su enorme excedente energético para captar divisas. Pero esa práctica rentista no se ha traducido ni en un desarrollo económico productivo ni en una redistribución equilibrada de los recursos. Paraguay tiene de hecho, según la ONU, una desigualdad social ‘peligrosamente alta’. Su modelo no ha contribuido, en efecto, más que a incrementar la especulación de la tierra con la consabida concentración de la propiedad; impactos ambientales considerables y procesos de urbanización muy desordenada.
Precisamente por eso Asunción se plantea aprovechar la energía que contribuye a producir para desarrollar una incipiente planta industrial que podría orientarse a la producción de componentes esenciales para su economía (como fertilizantes o procesadoras de alimentos) y a incursionar en la producción de energías renovables (como el hidrógeno verde, que tanto atrae a la UE). La construcción de infraestructura debiera ser el broche Paraguay parece estar posicionándose, en definitiva, para dar un salto cualitativo que le permita agregar valor y reducir volatilidad a sus considerables tasas de crecimiento (3.1%, en promedio, desde 2010). España, que en ese contexto pareciera estar moviéndose tímidamente para incrementar sus inversiones en el país sudamericano, no debiera ignorar que incluso los miembros menores de Mercosur se acercan cada vez más a Asia y se alejan de Europa.
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