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La convocatoria de unas elecciones dominadas por el chavismo agrava el malestar social en Venezuela

La inviabilidad de un cambio a corto plazo sienta las bases para una nueva ola migratoria mientras los venezolanos están llamados a votar en unos comicios legislativos y regionales boicoteados por la mayoría de la oposición

Elecciones legislativas y regionales en Venezuela

El estancamiento de la crisis política, el estado de apatía generalizado y la llegada de un nuevo invierno económico con andanadas de sanciones internacionales han instalado un clima profundo pesimismo en Venezuela. La convocatoria para este domingo de unas elecciones legislativas y de gobernadores, que serán dominadas por el chavismo ante el boicot anunciado de la mayoría de la oposición, agrava ahora el conflicto en una sociedad ya exhausta. Con estas premisas, se extienden los temores por una nueva ola migratoria masiva tras el regreso paulatino de venezolanos registrado en los últimos años.

La tendencia se agudizó tras el desenlace de las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio y la nueva toma de posesión de Nicolás Maduro, al que la autoridad electoral adjudicó, en medio de acusaciones de fraude, un triunfo que nunca fue corroborado por la publicación de las actas. Los sondeos de opinión reportan ahora que un 22% de la población tiene decidido, se está pensando o ha pensado alguna vez en marcharse del país.

La inflación mensual ya ronda el 20%, de acuerdo con lo que informan distintos reportes económicos independientes a falta de datos oficiales, y el país regresa a la perspectiva de una inflación de tres dígitos en 2025. El tipo de cambio se ha devaluado en un 50%. En definitiva, la modesta recuperación del consumo del período 2021-2024 este año se va agotando: firmas como Ecoanalítica prevén una caída de 4 puntos del PIB y problemas con los ingresos nacionales.

El Observatorio Venezolano de la Diáspora, dirigido por el sociólogo Tomás Páez, calcula que, desde 2013, han emigrado del país 9,1 millones de venezolanos, una de las tasas más altas del mundo y uno de los mayores éxodos de la humanidad en las últimas décadas. Las cifras de Naciones Unidas no difieren mucho y se sitúan en los ocho millones.

La emergencia migratoria venezolana, toda una carga para el resto de Sudamérica en los últimos años, tiene otros agravantes. El último de ellos, y uno de los más importantes, es la eliminación del Estatus de Protección Temporal, (TPS, por sus siglas en inglés) ofrecido por el Gobierno del demócrata Joe Biden a los migrantes llegados a Estados Unidos. Este veto afecta a más de 350.000 personas, que enfrentan una amenaza inminente de deportación.

En Estados Unidos un amplio sector de la oposición teme que la Administración de Donald Trump, -a través de su enviado especial a Caracas, Richard Grenell- y el régimen de Maduro traben un acuerdo. El pacto abre las compuertas para la deportación masiva de emigrantes venezolanos sin TPS a cambio de la extensión de la licencia petrolera a Chevron, que el chavismo necesita con urgencia para estabilizar sus cuentas.

Así las cosas, ante el endurecimiento de Washington con los migrantes venezolanos -que diariamente reciben correos de las oficinas federales para que se autodeporten-, los destinos más invocados por la población para emigrar en los sondeos de opinión son España y Chile. Estados Unidos, antes la primera opción, continúa en un tercer lugar. Se nombra mucho también a Colombia y Argentina.

Mientras, el régimen chavista, a sabiendas de que esta es una situación que, por ahora, no va a poder remediar, ha resuelto cambiar de discurso y ponerse del lado de la diáspora, un cosmos humano donde abunda el rencor precisamente con Maduro y el aparato oficialista. La determinante mayoría de los emigrantes venezolanos consultados en las encuestas condiciona su regreso al país a la factibilidad de un cambio político pacifico que saque al chavismo del gobierno.

En los tiempos de Hugo Chávez, muchos funcionarios se reían de las preocupaciones expresadas por la oposición sobre el aumento de la migración y se le restaba importancia a sus posibles consecuencias. Con frecuencia se invitaba a irse a Miami aquellos ciudadanos “que no les guste el socialismo”. Ya en el gobierno, Maduro lamentó que la población prefiera irse a vivir a Estados Unidos, Colombia o Chile, “a lavar inodoros”, en lugar de quedarse a luchar en su patria por la revolución bolivariana.

La diáspora venezolana que, entre 2016 y 2019, salió por Colombia y terminó llegando a pie a Ecuador, Perú y Chile, no fue tomada en serio como un fenómeno social desde el Gobierno, que entonces hizo todo lo que pudo por omitir el problema.

En los últimos meses, en cambio, Maduro ha concedido entrevistas donde ha expresado de forma expresa, acaso por primera vez, que el país quiere recuperar a su diáspora. “Yo siempre digo, mis queridos hermanos migrantes, Venezuela los espera”, dijo Maduro recientemente, en el contexto informativo de la revocatoria del TPS que afecta a tantos venezolanos en Estados Unidos. “Todos volverán para que seamos felices en esta tierra: trabajando, produciendo y abrazándonos. Y rescatarán, además, el más preciado de todos los derechos, que es el derecho a rumbear (a irse de fiesta)

Las deportaciones de ciudadanos venezolanos desde los Estados Unidos al Centro de Confinamiento contra el Terrorismo, en El Salvador, fueron convenientemente explotadas por el gobierno revolucionario de Maduro, que ha cerrado filas con sus familiares en la defensa de la causa judicial de estas personas, exigiendo justicia y respeto al debido proceso. Para ello, se han organizado importantes despliegues informativos en el sistema nacional de medios públicos.

Uno de los casos más conocidos es el de Maykelis Espinoza, niña de dos años separada de sus padres, que fue devuelta a Venezuela después de que estos fueran deportados. La niña Maykelis Espinoza fue recibida en el aeropuerto internacional Simón Bolívar por Cilia Flores, esposa de Nicolás Maduro, y Diosdado Cabello, Ministro del Interior y de Justicia.

Maduro relató que su gobierno trabajó con abogados y grupos de derechos humanos para asegurarse el regreso de la niña, e incluso agradeció a Donald Trump, y su enviado especial, Richard Grenell, por atender su solicitud.

“No vale la pena estar sometidos a ese riesgo, vénganse a Venezuela”, declaró hace poco Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional, y uno de los jerarcas del chavismo, dirigiéndose a los millones de emigrantes del país. “No vale la pena que el día menos pensado, y Dios los guarde, los agarre un funcionario de Estados Unidos, los mete en un avión, y terminen secuestrados, como esclavos, privados de libertad.”

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