Nadia Cerino, la voz de las profundidades marinas: “Ya vimos toda la belleza que hay desde el sofá, ahora toca cuidarla”
La bióloga argentina retransmitió en vivo para miles de personas la vida a 3.900 metros y enseñó de oxígeno negro, pulpos dumbos y estrellas ‘culonas’


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Durante 21 días, miles de argentinos optaron por prender Youtube en lugar de Netflix. El show más comentado durante tres semanas entre julio y agosto fue el streaming de una misión científica submarina liderada por el Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), en parcería con el Schmidt Ocean Institute. Por momentos, más de 90.000 personas se asomaron a 3.900 metros de profundidad de las aguas argentinas e interactuaron directamente con una treintena de científicos quienes, como los espectadores, veían por primera vez en su hábitat natural la flora y la fauna que habían estudiado durante años en libros académicos. Los videos de otras expediciones similares no superan las 5.000 visualizaciones, pero los de Oasis Submarinos del Cañón de Mar del Plata: Talud Continental IV, rozan los dos millones. Una de las claves que explican el furor tiene que ver con Nadia Cerino (Buenos Aires, 47 años) la bióloga marina que retransmitió el minuto a minuto con cercanía, humor y mucho rigor científico. Hoy, ha sido bautizada por sus fans como Nadia Coralina.

La expedición tenía como objetivo tomar muestras de las profundidades que, esperan, sirvan para décadas de estudio. Esta es la cuarta misión realizada en el Cañón Mar del Plata, a 200 kilómetros de la costa argentina, la última hace 12 años por la complejidad de la operación y el sofisticado equipo requerido. La condición del Schmidt Ocean Institute fue retransmitirlo en vivo. Esta científica especializada en corales se turnó en tandas de 12 horas con otros 23 biólogos marinos para locutar el mar, subidos al mismo barco que lanzaba mediante un “cordón umbilical” un rov, un equipo de operación remota, a “unas 40 cuadras” de profundidad. “Unos dirigían maniobras, otros anotaban las estaciones, los puntos, la temperatura, hacían etiquetas para cuando las muestras subieran, tomaron fotos...”, narra en una videollamada. “Y algunos les pusimos voz”.
Hallazgos como el pez telescopio o la “estrella de mar culona” dieron la vuelta al mundo en forma de memes, bordados, imanes, moldes de silicona, fachadas de bibliotecas, recitales de música e, incluso, recetas de raviolis. (También es la foto de perfil de la entrevistada). La estrella con nalgas -que se explica porque los órganos blandos del animal caen por gravedad cuando esta está en posición vertical- se convirtió sin buscarlo en un símbolo de resistencia frente a los recortes en ciencia del Gobierno de Javier Milei, quien aplicó su política de motosierra reduciendo el presupuesto científico en un 40% de un año para otro y con más de 4.000 trabajadores científicos despedidos.
Cerino, que prefiere no ahondar en política, celebra las oportunidades que brinda la divulgación científica. Esta ventana al fondo marino esboza pistas del hábitat más grande del planeta y también el más desconocido, pues sólo se conoce el 0,001%. Cerino aún no asimila todo el revuelo, pero sabe que acercar la ciencia fue lo que convirtió su emoción en la de todo un pueblo. “Toda Argentina lo vio y dijo: ‘noooo, mirá eso’. Fue impagable”, zanja.
Pregunta. ¿Cómo le convocaron a narrar las profundidades del mar argentino?
Respuesta. Nosotros venimos estudiando el mar profundo desde que nos recibimos. Acá, en Argentina es muy difícil conseguir tiempo de barco. Pasaron 12 años hasta poder hacer la cuarta expedición y de pronto surgió esta oportunidad [con el Schmidt Ocean Institute]. El grupo se postuló, ganó y empezamos la campaña. El trabajo era de investigación, pero con tecnologías a las que no estábamos acostumbrados. Pero este barco te pide algunas cosas a cambio, entre ellas: hacer divulgación en vivo. Nunca pensamos que íbamos a tener ese feedback. Cuando nos subimos al barco, les escribíamos a nuestra familia para que por favor se conectara, que nos hicieran el aguante. Empezamos hablando muy bajito, para no incomodar... ¿Viste la gente de Estados Unidos que es como muy prolija? Todo era muy silencioso y en un tono bajito para no molestar.
P. Hasta que los espectadores demandaron otra cosa...
R. Exacto. Nosotros hablábamos en bajito para que la gente no escuchara lo que decíamos por interno, pero se oía todo. Vos comías un caramelo y empezaban a preguntar: ¿quién se comió un caramelo?; o tomabas mate y te decían: ruido mate. (Risas). Era imposible que no saliera la interna, que no tenía nada de malo, se podía contar, eran temas técnicos o dudas que nos surgían al ver cosas y que a la gente le interesaba. Así que eso hicimos. Yo decía: hablemos normal para que la gente participe y entienda lo que está pasando. Ahí me empezaron a retar por el ruido y porque me reía con las ocurrencias de la gente... (Risas). Pero eso funcionó. Hubo un día que explotó. De pronto, pasamos de cinco personas conectadas a 1.000, a 5.000 a 18.000, y de pronto había 50.000 a la vez.

P. Ahí ya imagino que se enfadaban menos...
R. Sí, empezamos a entrar en conversación con la gente, a humanizar la ciencia. Los que nos veían comenzaron a opinar, a preguntar... Hubo para mí un quiebre en el que, una noche, estábamos en un jardín de coral y no me levantaban ninguno. Y en un momento, comenté en bajito: “Che, ya pasaron seis horas y no agarraron ni un coral”...
P. Y ahí la bautizaron...
R. Sí, sí. Ahí empezó la gente: “Un coral para Nadia, por favor” (Risas) Ahí siento que todos empezaron a sentirse parte de algo que igual nunca más en tu vida vas a volver a ver. 3.900 metros son cuarenta cuadras hacia abajo, es un montón. Y es mar argentino... Fue un gran símbolo para muchos.
P. Y una ventana a un entorno del que sabemos poquísimo...
R. Pero nada, no tenemos ni idea. Nadie se imaginaba toda la vida que había en estas profundidades, y lo pudieron ver en la tele de sus casas. También les impactó mucho ver a los científicos como seres humanos, ¿no? Que a veces la gente se piensa que lo sabemos todo. No había científicos genios, los científicos andábamos tomando mate en el barco, viendo ocho pantallas y preguntando: ¿eso qué es?
P. ¿Y qué se espera de estos hallazgos?
R. Las muestras van a dar años y años de estudio. Yo aún sigo trabajando con muestras del 2012, imagínate ahora con esto. Lo poderoso fue haberlos visto vivos, con sus colores, ver sus asociaciones... Yo no sabía que la langosta podía vivir en asociaciones, como vecinas, una al lado de la otra... O que las mamás protegieran a sus hijos, vimos el comportamiento. Y esto es algo completamente novedoso. También sabemos que hay especies completamente desconocidas de las que sabremos mucho más dentro de unos años. Capaz que con estas muestras habrá gente que las siga estudiando en 50 años.

P. Es curioso que ustedes hayan tenido acceso a ver el comportamiento por primera vez de especies a la vez que nosotros, el público general.
R. ¡Tal cual! Nunca va a ser igual contarte a vos las langostas que vi ayer a que tú puedas verlas. Esa emoción fue compartida porque todo un país lo vio y dijo: “noooo, mirá eso”. Esto fue impagable.
P. ¿Cree usted que esa emoción se podría transformar en empatía; en voluntad de proteger los océanos?
R. Creo que ese es mi legado. Ahora lo comprendes, lo viste desde tu sofá, sabes que toda esa belleza está viviendo ahí, ahora te toca cuidarlo. Cuando te hablan de deforestación, uno sabe que entre los árboles viven un montón de aves, insectos y animales... Pero en el fondo del mar qué hay. Algunos dirán que solo peces. No. Que esto nos sirva para cuidar el planeta.
P. ¿Y se siente el impacto del cambio climático a esas profundidades?
R. No podríamos saberlo, porque no hay imágenes con las cuales compararlas. Sabemos que existe la sedificación en las profundidades, lo del carbonato que se refleja en los organismos de los animales, pero no se puede comparar. Igual hicimos estudios de carbono azul, de ADN ambiental, de microplásticos, sedimentos... Todo eso nos dirá más adelante qué está pasando. Lo que sí vimos, aunque poco, fue basura. Y la gente decía: ay, cuánta basura. Y me daban ganas de decirles: No te sorprendas cuando la estás dejando vos en la playa. Seamos conscientes.
P. Según las predicciones de UICN, el 44% de los corales del mundo está en riesgo de extinguirse en las próximas décadas. ¿Es usted optimista?
R. A mí no me queda más que ser optimista, porque sostienen el ecosistema de muchos océanos. Si perdiésemos los corales, perderían muchos otros seres marinos. Pero con los corales superficiales, sinceramente, me es mucho más difícil ser optimista, aunque tenemos que hacer algo. Lo que le estamos haciendo al planeta es terrible.

P. Argentina desfinanció notablemente la ciencia. ¿Podría esta viralización ayudar a atraer inversión?
R. Esa es mi esperanza y la de todos mis compañeros. La divulgación es importantísima para la financiación y para que la gente conozca lo que hacemos. Vos podés pensar políticamente para el lado que te guste y está perfecto, pero mucha gente hablaba desde el desconocimiento. Ahora se vio el trabajo y el para qué. Eso activó una rueda, fue un empuje.
P. ¿Se habrá conectado también Javier Milei?
R. No lo sé. Ojalá, a mí me encantaría. Porque esto es bueno para todos. La ciencia no tiene que ver con política.
P. Pero sí con los memes...
R. Risas. Yo no sé qué pasó, estábamos como una burbuja. No teníamos televisión, nos llegaba lo que nos contaban nuestros amigos. Un día me levanto y tengo miles de mensajes y memes que no entendía. Hasta me los mandó una amiga de Alemania. Fue muy loco y muy divertido. Los famosos siempre han sido los dinosaurios, de pronto los invertebrados les estaban ganando terreno.
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