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Los niños desplazados en Haití se duplicaron en un año: ya son uno de cada diez

Un informe de Unicef alerta de que hay 680.000 afectados. Casi 300.000 menores de cinco años podrían padecer malnutrición aguda este año

Noor Mahtani

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Las cifras de personas azotadas por la violencia en Haití quedan rápidamente desactualizadas. Las tasas de malnutrición, la presencia de pandillas, las migraciones forzadas… Estos datos encuentran adjetivos cada vez más superlativos para retratar una de las crisis más profundas del hemisferio occidental. Unicef ha publicado este miércoles un informe que muestra la realidad actual de las infancias de Haití con la intuición de que quedarán también desfasadas pronto, como ellos mismos han registrado. En el último año, los niños obligados a desplazarse internamente en el país prácticamente se duplicaron, hasta alcanzar los 680.000; un 15% de la población infantil. Además, más de 288.500 menores de cinco años podrían padecer malnutrición aguda este año.

El estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia revela que solo en la primera mitad de 2025, el número de campamentos de desplazados se ha elevado a 246 y muchos niños y niñas no han tenido otro remedio más que huir una y otra vez. Estos desplazamientos están complicando el día a día de los haitianos, según recoge La Infancia en peligro. Más del 33% de los campamentos carecen de infraestructuras de protección básica, lo que expone especialmente a la inseguridad a las mujeres y los menores, y las escuelas desde hace meses suelen utilizarse también como lugares de refugio, y no como espacios de conocimiento. En 2025, 1.080 colegios han sido clausurados y 1.600 fueron afectados directamente por la violencia.

Roberto Benes, director regional de Unicef, califica el escenario como de “muy alta gravedad”. “Es para Unicef un país de prioridad máxima en América Latina y no sólo por el deterioro de la seguridad y el impacto desproporcionado para la infancia, sino porque está cayendo en la invisibilidad de los donantes y de la comunidad internacional”, lamentó en una videollamada desde Puerto Príncipe.

Ya son más de 3,3 millones los niños y niñas que requieren asistencia humanitaria (dos de cada tres menores), y más de un millón los que hacen frente a niveles críticos de inseguridad alimentaria. Los adultos tampoco tienen un escenario mucho más halagüeño. Según un reciente estudio de Médicos Sin Fronteras, dos de cada cinco haitianos necesitan atención médica urgente “debido a la inseguridad y la violencia generalizadas”.

Esta situación se suma a la presencia del cólera. Desde el brote de octubre de 2022, se han reportado unos 90.000 casos de sospecha de esta enfermedad. De acuerdo con Unicef, casi 4 millones de haitianos no tienen acceso a agua potable y saneamiento. “La situación de los campamentos de refugiados es insostenible desde el punto de vista técnico y moral por la propia dignidad de las personas”, añadió Benes.

El estudio es tajante. “Los niños de Haití se enfrentan a amenazas cada vez más superpuestas y agravadas, como el reclutamiento forzoso, el secuestro, la violencia sexual y la pérdida de sus cuidadores. El desplazamiento, el trauma y la pobreza los hacen más vulnerables que nunca, con un acceso limitado a espacios seguros y apoyo social”, recoge el documento. Es por ello que ambas organizaciones insisten en solicitar apoyo internacional inmediato para garantizar la supervivencia y el estado de bienestar de los niños y niñas del país.

Pero la comunidad internacional está actualmente más centrada en combatir a las pandillas, que tienen el control de prácticamente el 90% de la capital. Hace dos semanas, la ONU aprobó el despliegue de la Fuerza de Eliminación de Pandillas en Haití, una iniciativa impulsada por Estados Unidos y Panamá, para suceder a la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad en Haití (MSS, en sus siglas en inglés). Este último fue un operativo liderado por Kenia, quien envió a mil oficiales en Haití, con tímidos y criticados resultados. La Fuerza de Eliminación de Pandillas nace ahora sin una financiación clara.

Romain Le Cour Grandmaison, director del programa Haití en la organización Global Initiative, explica desde Haití la “tensa calma” que se vive después del anuncio: “Lo que se observa y se escucha actualmente en Puerto Príncipe es que los jefes de las principales bandas se encuentran bajo presión, sufren los efectos de los ataques con drones y buscan, algunos de ellos, posicionarse como actores conciliadores de una ‘transición dentro de la transición’, con el objetivo de construirse una imagen de posibles interlocutores en eventuales negociaciones”, cuenta por teléfono. “Sin embargo, también podrían verse tentados a retomar o continuar ofensivas, tanto en la capital como en las provincias, con el fin de fortalecer sus posiciones”.

Benes también es cauto al hablar de esta nueva misión y teme que en esta política de ampliar la mano dura vuelvan a ser los niños los principales perjudicados. “Tenemos que tener en cuenta que la mitad de los integrantes de las bandas criminales son menores. Hay casos de hasta 10 años... Y antes que cualquier cosa, los niños son víctimas de la situación y el trabajo debería ser reintegrarlos en la sociedad con una perspectiva de reconstrucción de futuro”, señala.

El experto de Global Initiative coincide en que uno de los retos de esta transición será precisamente la política de desmovilización de los niños, niñas y adolescentes reclutados. “El desafío es enorme y compromete el futuro de toda una generación de jóvenes urbanos”, zanja. “Tanto la llegada de la fuerza internacional como la nueva transición política haitiana serán evaluadas únicamente en función de su impacto tangible. La gente desea, ante todo, recuperar una vida normal”.

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