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Haití, un “Guernica contemporáneo” con pandillas “mejor coordinadas que las fuerzas públicas”

Las autoridades de la isla llevan ocho meses usando drones kamikazes para terminar con los grupos armados que han dejado al menos una treintena de civiles muertos

Guardia de seguridad privado en Puerto Príncipe, en enero de 2010
Noor Mahtani

El 20 de septiembre, sobre las 8:25 de la noche, la policía haitiana envió dos drones kamikazes al barrio de Simon Pelé, en Puerto Príncipe. El objetivo era asesinar a Albert Steveenson, conocido como Djouma, líder de una de las pandillas que dominan la localidad. Lo planearon ese sábado porque sabían que estaría celebrando su cumpleaños. El operativo concluyó con ocho niños muertos —entre los dos y los 10 años— y seis heridos, al menos tres civiles asesinados y cuatro pandilleros muertos. Según fuentes locales, Stevenson salió ileso. Cinco días después de lo sucedido, Anthony Franck Laurent Saint Cyr, presidente del Consejo Presidencial de la Transición, advertía en la Asamblea General de la ONU que la paz “es la mayor urgencia” de su pueblo: “Esto es Haití hoy, un país en guerra. Un Guernica contemporáneo”.

Este es el tercer operativo con drones que culmina con civiles heridos o fallecidos desde que las autoridades haitianas empezaron a usarlos, el primero de marzo. Desde entonces, van al menos una treintena de inocentes muertos, cerca de 300 pandilleros asesinados y 400 heridos. La mayoría de estos son de bajo rango. “El objetivo están siendo cargos medios o bajos, no están atacando a los mandamases”, lamenta Pierre Esperance, director de la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos. “Por eso los criminales pasean a sus anchas y son tan arrogantes. Las pandillas no serían tan arrogantes si no tuvieran complicidad de las autoridades”, explicó a EL PAÍS por teléfono.

El 6 de septiembre, una misión similar terminó con la muerte de 11 civiles y, el 19 de agosto, en la comuna capitalina de Kenscoff, otro dron acabó con la vida de al menos dos policías y otros civiles. Romain Le Cour Grandmaison, director del programa Haití en la organización Global Initiative, teme que sean muchos más. “La propia opacidad de las autoridades hace que no tengamos a la mano datos oficiales. Este recuento es conocido por los familiares afectados, pero seguramente estos drones han ocasionado la muerte de muchos más civiles de los que sabemos ahora”.

Un análisis realizado por Insight Crime a finales de junio reconoció que siguen existiendo preocupaciones legales del uso de drones por el aumento de los informes de víctimas civiles; desde este sábado, también menores. Para Pierre Esperance, el verdadero problema de esta tecnología es que “no está siendo selectiva” y que existe una “falta total” de transparencia y responsabilidad. Le Cour, sin embargo, es mucho más crítico: “El uso de drones es una medida desesperada y una escalada muy grande en la manera de enfrentarse a las pandillas, sin una estrategia real ni coordinada. Es un peligro, más que una innovación de defensa, e incluso desde un punto de vista táctico, no ha servido de absolutamente nada”. Ambos lamentan que tampoco exista un recuento oficial.

Unicef, por otro lado, tiene datos sobre las infancias del país caribeño. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia estima que 2,85 millones de niños —una cuarta parte de la población infantil— enfrenta niveles constantemente altos de inseguridad alimentaria y denunció este miércoles la muerte en solo 10 días de 10 niños. “Durante demasiado tiempo, los niños haitianos han estado atrapados en ciclos de violencia. Estos incidentes han vuelto a destrozar familias y destruido cualquier sensación de seguridad para los niños, quienes simplemente deberían poder aprender, jugar y crecer en paz”, expresa la agencia de la ONU, en un comunicado. Las elevadísimas tasas de hambre, el aumento del 24% en los homicidios y la pobreza ha obligado a desplazarse internamente a más de 1,3 millones de personas, uno de cada 10 haitianos.

El rol de la comunidad internacional

La noticia de la última masacre provocada por drones se dio a conocer durante los días de la Asamblea General de la ONU, en la que países como Estados Unidos, Canadá, Kenia, República Dominicana y las propias autoridades haitianas se pronunciaron sobre la crisis. Incluso el Papa León XIV instó a la comunidad internacional en varias ocasiones a “crear las condiciones sociales e institucionales que permitan a los haitianos vivir en paz”.

México acogió hace unas semanas a un centenar de militares haitianos para formarlos, Canadá anunció una ayuda de 43 millones de dólares y Estados Unidos propuso una nueva misión compuesta por 5.500 efectivos, que sucedan a la actual Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MSS) que prometió más de 2.500 oficiales kenianos y que apenas ha aportado mil, con tímidos resultados. “Toda ayuda es importante, pero necesitan un plan; una estrategia”, zanja Le Cour. “Las pandillas haitianas están mucho mejor coordinadas que las fuerzas públicas internacionales que las están enfrentando”.

Esperance se muestra muy desilusionado con el rol de la comunidad internacional hasta ahora y aboga por fortalecer las instituciones haitianas. “No creo que haya una intención real de acabar con las bandas. Todos dicen que sí al dar declaraciones, pero lo que vemos en terreno es que no se está fortaleciendo a los policías (que cuentan con apenas 2.500 efectivos)“, explica. “El problema es institucional. Nuestras instituciones están colapsadas y tenemos que trabajar en la gobernanza y la justicia a la par que con la seguridad. No podemos estar de brazos cruzados esperando a que la ayuda llegue de fuera”.

El Consejo Presidencial de Transición de Haití tenía el mandato de entregar el testigo a un Gobierno electo antes de febrero de 2026, lo que también implicaría unas elecciones próximas que los académicos consultados niegan rotundamente, aunque Saint Cyr anunciara este jueves que ya se han identificado “colegios electorales” y se cuenta con la financiación. “Eso es realmente lo que falta hoy y creo que América Latina y el Caribe pueden hacer mucho más para apoyar esta transición”, señala Le Cour.

“Las pandillas, un poder político de facto”

Una de las principales piedras en el zapato para enfrentar la crisis de seguridad en Haití es la propia naturaleza de las pandillas. Si bien prácticamente ninguna tiene una motivación política, sino el control territorial, en la práctica están cubriendo los huecos del Estado. Así, algunos expertos se cuestionan si se tendría que abordar como un conflicto armado e, incluso, si la negociación con las pandillas es una posibilidad. “Esta es una cuestión extremadamente sensible para el país. No hay hasta ahora un consenso ni una inclinación política hacia la negociación, pero hay que repensar con mayor profundidad las soluciones”, examina Le Cour.

El académico francés insiste en que las pandillas están llenando los vacíos estatales. “Se han convertido en un poder político de facto. Hoy en día hay una gran parte del país que está gobernada casi 100% por grupos criminales”. Así, la población que vive bajo el control de estas milicias, obedecen sus reglas y pagan las extorsiones. “Esta lamentable ambigüedad legal es un obstáculo para la resolución del conflicto”.

En Haití, los médicos huyen, los hospitales son saqueados, la violencia sexual es cotidiana y el fin no parece empezar a intuirse. Durante su intervención en la sede de la ONU en Nueva York, Laurent Saint Cyr retrató la realidad de un país en crisis frente a los altos cargos del mundo. “El hambre amenaza millones de vidas, los conflictos se multiplican y se intensifica la pobreza extrema, causando una migración forzada que sacude la estabilidad internacional y pone a prueba la solidaridad de las naciones”, expresó. A cuatro horas de aquí, matizó, está sucediendo “una de las tragedias humanas más graves del hemisferio (...) Estos enemigos son una amenaza para Haití y para toda la región. La paz no puede esperar”.

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