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En colaboración conCAF

Un récord para salvar a la paraba barba azul

El vuelo de 27 pichones nacidos en nidos artificiales durante la última temporada reproductiva, reaviva la esperanza de salvar a un guacamayo boliviano

GUACAMAYA-BARBA AZUL

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Una mañana de junio de 2010, César Flores Aguilera —hombre de campo, antiguo cazador de animales silvestres— comenzó a trabajar como jornalero en la Reserva Laney Rickman, un espacio creado para salvar de la extinción a la paraba barba azul (Ara glaucogularis). Aunque había nacido en la misma región donde vive esta ave endémica de Bolivia, hasta entonces, poco o nada sabía sobre ella.

Este guacamayo de 85 centímetros y hasta 800 gramos de peso, está catalogado en peligro crítico por la UICN. Habita exclusivamente los Llanos de Moxos: un ecosistema de sabana tropical inundable situado en el departamento de Beni, al norte del país. Lleva el nombre por una mancha de plumas azul turquesa en la garganta. El tráfico de fauna, la pérdida de hábitat y el uso de su plumaje en actividades culturales son algunas causas de la grave reducción de poblaciones. Hasta el último censo científico (2015), quedaban entre 426 y 455 ejemplares en vida silvestre.

El día que César vio por primera vez un nido natural de esta paraba en una palmera de totaí, cuenta que empezó a trabajar con mayor dedicación en emular los nidos artificiales. Esta palmera sudamericana (Acrocomia aculeata) supera los tres metros de largo y 4,5 metros de diámetro y es una de las especies elegidas por el guacamayo para desovar y criar a sus pichones durante los tres primeros meses de vida. “Empecé a aprender la altura del totaí, el grosor, la medida del diámetro de entrada (del nido)”, cuenta el ahora guardaparques principal de la Reserva Laney Rickman.

César Flores Aguilera, guardaparques y gran conocedor de la especie.

Armonía, la organización conservacionista que administra este sitio, comenzó el proyecto de reproducción en nidos artificiales en 2005, con 20 cajas. El primer vuelo de una cría se documentó un año después. Cuando César Flores llegó a trabajar allí, su dedicación y empeño lo convirtieron en un gran conocedor del comportamiento de la especie, coinciden expertos como Tjalle Boorsma. “Quizá es el que más sabe en el mundo”, asegura.

Hoy, la reserva Laney Rickman cuenta con 128 nidos artificiales distribuidos en 2.420 hectáreas. “Nos tomó 16 años llegar a 100 pichones que volaron de cajas nido. Con las nuevas estimaciones, pensamos que para 2027 vamos a llegar a 200”, dice Boorsma, director de Programas de Armonía. Uno de los grandes aportes, que incidió en el crecimiento paulatino de individuos se dio entre 2013 y 2015, cuando gracias a observaciones del guardaparques Flores, cambió el tamaño de la entrada de las cajas, evitando así la competencia con otras especies como el guacamayo azul y amarillo (Ara ararauna) o el pato putirí (Dendrocygna autumnalis). Ambas de mayor tamaño que barba azul.

La proyección de Boorsma respecto a los próximos años obedece a un nuevo récord registrado en Laney Rickman esta gestión. Durante el reciente período de reproducción —entre noviembre de 2024 y julio de este año—27 pichones alzaron vuelo con éxito: 19 de la reserva Laney Rickman; cuatro del área protegida municipal Gran Mojos, apoyada por la organización CLB, y otros cuatro de Loro Parque Fundación, una tercera ONG que trabaja en la zona.

Así lucen los pichones recién nacidos.

Los misterios de barba azul

La paraba barba azul tiene tres subpoblaciones identificadas en los Llanos de Moxos. Una está en la parte noroccidental de Beni; otra en la parte nororiental, y una tercera en la región meridional. Las tres están aisladas una de la otra, debido principalmente a la fragmentación de su hábitat por la ganadería extensiva y la agricultura, lo que dificulta el intercambio genético y la expansión de la especie, refiere un estudio.

En el caso de la región meridional, la reproducción en nidos artificiales ha sido exitosa y los aprendizajes en dos décadas no dejan de sorprender. Este año, por ejemplo, César Flores reportó que las parejas de parabas tallan la salida de las cajas para adaptarlas a la comodidad de las crías. “Hubo un caso, donde ya habían pasado 90 días y el pichón no volaba. Cuando fuimos a ver con mi hijo, quien también es guardaparques, nos dimos cuenta que su alita no salía. Con un taladro, hicimos la entrada ovalada como hicieron otras parejas de parabas, y esa misma tarde la cría se fue”, cuenta.

Ese detalle no es menor, asegura Boorsma, ya que permite mejorar las condiciones de las cajas. Actualmente, los nidos artificiales de Armonía tienen una dimensión de un metro de alto por 30 centímetros de ancho; y una entrada de 11 centímetros de diámetro, equivalente a la boca de un frasco de durazno en conserva. Se sabe también, gracias al anillado de las patas, que varios pichones volvieron ya convertidos en adultos para reproducirse.

También se protege la base de las palmeras para que no suban monos u otros animales.

Sin embargo, hay muchas preguntas por responder. ¿Por qué solo 11 de las 128 cajas son ocupadas reiterativamente? Este año, por primera vez el período reproductivo se prolongó hasta julio cuando normalmente era de noviembre a mayo, ¿está ello relacionado a los incendios que se registran en la zona, sequías extremas o el cambio climático? ¿Cómo están los niveles de endogamia o reproducción entre ejemplares del mismo grupo en la subpoblación de la Reserva Laney Rickman?

Para entender mejor la situación genética de la paraba barba azul, la bióloga Paola Nogales colabora desde Bolivia en una tesis doctoral de la Universidad de Chicago sobre la evolución de los guacamayos (macaws). Su objetivo es describir la genética poblacional de esta especie endémica con fines de conservación. “Queremos saber cómo están estructuradas en subpoblaciones, si existe flujo genético entre ellas y si algunas presentan signos de endogamia”, explica.

Aunque la investigación aún no se ha publicado, adelanta que ya se han secuenciado siete genomas o mapas genéticos. Esto permitirá comparar, por ejemplo, si hay diferencias entre las poblaciones de Laney Rickman (zona meridional) y la Reserva Barba Azul (zona noroccidental). Los primeros resultados sugieren que esta última es más diversa genéticamente, lo que indicaría una mejor dinámica poblacional.

Según Tjalle Boorsma, hace unos días salieron los datos de ADN de ambas subpoblaciones. Este estudio mostró que los niveles de endogamia son bajos en ambos grupos, “lo cual es muy positivo”.

Los pichones demoran 90 días en salir del nido.

Vuelos de esperanza

Para el guardaparques César Flores, así como para Mauricio Herrera, de Loro Parque Fundación, el crecimiento poblacional de barba azul en Loreto —municipio donde están la reserva Laney Rickman, Loro Parque y el área protegida Gran Mojos— es evidente. “En 2004, cuando me vine a trabajar a esta zona, buscaba las parabas y era muy raro ver barba azul. Ahora las parabas están en el pueblo y eso también ha motivado una mejor educación ambiental”, asegura el biólogo Herrera.

Rafael Mounzón, biólogo y director de la organización CLB, apunta en cambio a que las poblaciones “se están manteniendo” y que la recuperación se está dando en zonas específicas como; no así en todo el hábitat de barba azul.

Para medir científicamente tales aseveraciones, en septiembre próximo Armonía tiene previsto realizar el nuevo censo de la especie. Asimismo, la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas (Dgbap) promueve un plan de manejo o documento técnico y estratégico que establece las acciones necesarias para garantizar la conservación a largo plazo. Las tres organizaciones que trabajan con la especie, autoridades locales y expertos de la UICN, como organización internacional y neutral, analizan si es necesario asumir nuevas medidas, o reforzar las actuales.

Una pareja de parabas barba azul cuida sus pichones en el nido artificial.

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