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En colaboración conCAF

Cartografía indígena: los mapas con los que los pueblos amazónicos protegen su territorio

Una exposición recopila 45 de los más de mil mapas producidos por indígenas del Estado brasileño de Acre. Con ellos, transformaron un artilugio colonial de conquista en una herramienta de control sobre su tierra

Una niña indígena del estado brasileño de Acre, en septiembre de 2022.

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Ríos de color amarillento, una selva de tono verde-azulado, animales rojizos... Los mapas elaborados por los indígenas del Estado brasileño de Acre no son meras representaciones geográficas. Identifican y nombran en diferentes lenguas lugares, ríos, lagos, playas, montañas, pantanos, refugios para la fauna, yacimientos arqueológicos, espacios culturales o rincones espirituales. A menudo, van acompañados de adornos decorativos y elementos simbólicos.

Los mapas elaborados por los indígenas del estado brasileño de Acre identifican lenguas, lugares y rincones espirituales.

Desde que la Comissão Pró-Indígenas de Acre (CPI-Acre), una histórica organización de la sociedad civil, arrancó su proyecto Uma Experiência de Autoria en 1983, la cartografía indígena fue adquiriendo cuerpo. Lo que comenzó como una experiencia piloto para formar a profesores indígenas en geografía, acabó generando una disciplina en sí misma que desbordó la concepción occidental de mapa. Los cursos celebrados en Río Branco, capital de Acre, desembocaron en trabajo de campo en veinticuatro tierras indígenas y propiciaron el nacimiento del cuerpo de Agentes Agroforestales Indígenas, los verdaderos cartógrafos del territorio, en 1996.

“La Cartografía Indígena tiene como principales finalidades identificar, mapear, reflexionar, clasificar, planear y discutir sobre áreas de uso, gestión y conservación de los recursos naturales y agroforestales”, asegura a América Futura Renato Gavazzi, coordinador pedagógico en la formación de Agentes Agroforestales de la CPI-Acre y comisario de la exposición Cartografías indígenas. Descolonizando mente y espacio, que hasta el próximo 18 de julio se puede visitar en la Casa de América Catalunya de Barcelona.

Realizando cartografías, los pueblos Huni Kuǐ, Yawanawa, Jaminawa, Katukina, Puyanawa, Shawãnawa, Shanedawa, Manchineru y Ashaninka transformaron un artilugio colonial de conquista en una herramienta de control sobre su propio territorio. “El mapa escrito en lengua indígena en vez de en la lengua del colonizador es una marca étnica y política de valorización de la cultura y de las lenguas minoritarias. Es un modo de descolonizar las ideologías de opresión”, apunta Gavazzi.

Mezcla de universos simbólicos

El proyecto de cartografías indígenas empezó con la confección a mano de “mapas mentales”. “Comenzamos a trabajar mapas de los espacios como lugares de vida, mapas compuestos por las estrellas, el cielo, la luna, la selva, los animales, los humanos y los no humanos”, afirma Gavazzi. Poco a poco, los mapas fueron incorporando elementos de la denominada cartografía etnográfica y algunos de la cartografía occidental. Por ejemplo, usan los puntos cardinales y la rosa de los vientos, para facilitar la interpretación por parte de los indígenas de los mapas oficiales.

Las cartografías están hechas por los pueblos Huni Kuǐ, Yawanawa, Jaminawa, Katukina, Puyanawa, Shawãnawa, Shanedawa, Manchineru y Ashaninka.

Siã Shanenawa, uno de los Agentes Agroforestales Indígenas del proyecto, destaca a este medio el carácter pedagógico de la cartografía indígena: “La importancia de los mapas producidos en tierras indígenas es grande, porque los llevamos a las escuelas. Enseñamos a los niños y a los jóvenes cómo es nuestro territorio”. Los mapas indígenas se construyen de forma participativa. Primero, se escucha a los ancianos. Tras el reconocimiento de los elementos constitutivos del territorio, los indígenas configuran la escala de sus tierras basándose en otra relación entre el espacio y el tiempo: para cada mapa se define si un centímetro equivale a una hora, a dos horas o a un día de caminata. Los mapas también consignan los puntos de orientación tradicionales indígenas, como el poniente y el levante, los cursos de las aguas, las estrellas y otros elementos de la naturaleza. A continuación, mediando mucho debate colectivo, se va agregando información: recursos naturales, espacios agrícolas, lugares de pesca, planes de gestión ambiental, espacios de rituales, conflictos ambientales, invasiones...“.

La cartografía indígena de Acre también trabaja con imágenes vía satélite, mapas georreferenciados y aparatos GPS. El uso de estas tecnologías ayuda a las poblaciones indígenas a luchar contra las constantes invasiones de sus reservas. Por ejemplo, los mapas construidos por los Ashaninka en los talleres de mapeo étnico de 2004 fueron un fino diagnóstico sobre cómo estaban ocurriendo invasiones por parte de los peruanos en la Tierra Indígena Kampa del Rio Amônia, que tiene 87.205 hectáreas de extensión y hace frontera con Perú.

En otras ocasiones, la cartografía sirve de herramienta para la demarcación oficial de nuevas tierras indígenas. “Un mapa en el que las líneas divisorias eran igarapés (pequeños cursos de agua) fue un instrumento para discusiones realizadas en Brasilia para el proceso de delimitación de la Tierra Indígena Kaxinawa de la Praia do Carapanã, demarcada en el año 2000″, matiza Gavazzi. El uso de mapas indígenas también fue fundamental en la resolución del conflicto entre el Gobierno brasileño y los Huni Kuī en la Tierra Indígena Kaxinawa, referente a la presencia en su territorio de indígenas no contactados.

Los nuevos mapas de Acre y sus Agentes Forestales Indígenas inspiraron experiencias en otras regiones de Brasil. La réplica más reciente del proyecto ocurrió con el pueblo Maxakali (Tikmũ’ũn), en el Estado de Minas Gerais.

Los mapas indígenas hermanan estética y política, entre las comunidades de Acre.

Mapas del futuro

Los mapas indígenas de Acre “no nos hablan de un territorio conquistado o a punto de conquistar, sino de uno que se quiere cuidar y proteger”, escribe Marta Nins i Camps, directora de la Casa América Catalunya, en el catálogo de la exposición. Son mapas que emocionan, que vinculan, que sensibilizan. Mapas que median, que negocian. Mapas abiertos que construyen comunidad. La cartografía es un ejercicio de reunión de conocimientos, de producción de símbolos y de expresión artística. Es un lenguaje que expresa las relaciones entre el territorio, el paisaje y la escritura. “Los mapas indígenas no son estáticos. No son productos acabados, sino el resultado de un proceso continuo de diálogo que involucra a los indígenas, a sus asesores, a sus vecinos y al propio Estado brasileño”, afirma Gavazzi.

En 2004, durante un taller de mapeo étnico realizado en la Tierra Indígena Kampa del río Amônia, Moises Pianko, uno de los líderes Ashaninka, comunicó a su pueblo la necesidad de abrazar la vía cartográfica: “Nunca volveremos a nuestra normalidad de antes. Solo si echáramos a toda esta gente y volviéramos al lugar donde ellos ni siquiera saben llegar. Pero entonces tendríamos que borrar todos los mapas del mundo”. Entre borrar mapas o construir nuevos, los Ashaninka, así como el resto de etnias de la región, optaron por redibujar su geografía.

Los mapas indígenas hermanan estética y política. El mapa reconoce culturas y traza el territorio. Muchos de estos mapas están inseridos en los diarios de trabajo de los Agentes Agroforestales Indígenas. “Como si fueran los actuales escribas del bosque, nos revelan a escritores, cartógrafos, narradores, poetas, agricultores estableciendo nuevos futuros, recreando diferentes formas de pensar las concepciones del mundo y la vida a través de la práctica de la escritura, los mapas y las artes”, escribe Gavazzi en el catálogo de la exposición.

Aunque los indígenas colaboraron hace siglos con los jesuitas, con viajeros, cronistas, científicos y geógrafos como Alexandre Von Humbolt en la elaboración de mapas, no pasaron de ser figuras decorativas en la historia oficial. Los colonizadores se encargaron de borrar, ocultar y silenciar las representaciones etnográficas de los pueblos indígenas.

Los nuevos mapas de Acre, además de hacer justicia poética a la memoria cartográfica de América Latina, contienen, para Gavazzi, otro futuro posible: “Los mapas no dejan de ser sueños de un futuro diferente, imágenes simbólicas de esperanza de un país más justo, plural e inclusivo”.

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