Petro y Trump, al borde del abismo: “Atacar nuestra soberanía es declarar guerra”
El presidente colombiano responde a las amenazas del estadounidense de atacar a su país con el argumento de la lucha contra el narcotráfico


“No amenace nuestra soberanía, porque despertará el jaguar”, ha escrito en la tarde de este martes Gustavo Petro, el presidente de izquierdas de Colombia, como respuesta a unas declaraciones del mandatario de Estados Unidos, Donald Trump. Minutos antes, el norteamericano había mencionado específicamente a Colombia entre los países a los que podría atacar para frenar el narcotráfico. “He oído que Colombia produce cocaína. Tienen plantas de fabricación de cocaína y luego nos la venden [...]. Cualquiera que haga eso y la venda en nuestro país está expuesto a ataques”, lanzó el republicano este martes en conversación con la prensa, tras cerrar su último encuentro de Gabinete de 2025. “Atacar nuestra soberanía es declarar guerra, no dañe dos siglos de relaciones diplomáticas”, respondió el colombiano en X, en un intercambio que marca un nuevo punto de alta tensión en una relación bilateral cada vez más deteriorada.
La ofensiva de Trump en el mar Caribe y el océano Pacífico, sobre los que el principal productor de cocaína del mundo tiene costas, suma ya unas 80 personas asesinadas. Aunque la llamada Operación Lanza del Sur ha cesado sus ataques militares contra lanchas acusadas de transportar drogas legales, el Gobierno Trump ha dicho que eso se debe a su éxito, y ha indicado que esa suerte de guerra contra las drogas recargada pasará ahora a una nueva fase. “Empezaremos con los ataques por tierra. Acabaremos con esos hijos de perra”, dijo, en una amenaza que extendió al país que gobierna Petro y que muestra el nivel de intervencionismo que, por lo menos en su retórica y en concreto frente a América Latina, ha empezado a manejar un presidente que en su primer término se caracterizó por el aislacionismo.
Y lo hace no solo frente a un régimen dictatorial como el de Venezuela, sino incluso frente a una democracia como la colombiana. Es algo que Petro, orgulloso de ser el que llama el primer presidente de izquierda elegido por sus compatriotas, ve como una afrenta de marca mayor, una que hace palidecer el rosario de choques anteriores entre la gran potencia continental y el mandatario del país que por décadas fue su mayor aliado en Suramérica.
Los antecedentes no son de menor calado. El choque inicial por la negativa de Petro a recibir un avión con migrantes encadenados, deportados por Trump, que pasó por una declaratoria de guerra comercial que se superó en horas gracias a concesiones colombianas, fue tan solo un abrebocas. Tras algunos meses de comparativa calma -si es que así se puede calificar un llamado a consultas de parte de Estados Unidos-, en los que el republicano se concentró en su política arancelaria, o en buscar la paz en Gaza o en Ucrania, el asunto de las drogas revivió las tensiones desde septiembre, cuando el Gobierno de Estados Unidos negó a Colombia la certificación en la lucha antidrogas por primera vez en tres décadas.
La decisión no era solo una señal de molestia, sino una crítica directa al mandatario colombiano: “El incumplimiento de Colombia de sus obligaciones en materia de control de drogas durante el último año se debe exclusivamente a su liderazgo político”, se lee en el memorando de la Casa Blanca. “No calculé que el poder político en EEUU quedara en manos de amigos de los políticos aliados con el paramilitarismo”, respondió luego Petro, en una respuesta muy dura en términos narrativos pero sin mayores efectos prácticos.
Los choques, sin embargo, han pasado a asuntos más prácticos. En otro alarde discursivo, apenas 11 días después de la descertificación Petro aprovechó la visita a Nueva York por la Asamblea General de la ONU para participar en un mitin callejero contra la guerra en Gaza. Tomó la palabra y pidió a los soldados norteamericanos desobedecer a Trump en cualquier orden de atacar a los palestinos, y eso le valió una decisión tajante: el Gobierno de Estados Unidos le revocó la visa. Petro dijo que no necesitaba el documento, pero la situación no quedó ahí.
A mediados de octubre, Trump le señaló de ser un “líder del narcotráfico que fomenta la producción masiva de drogas”, su Gobierno anunció el fin de los pagos y ayudas a Colombia y despertó el fantasma de nuevos aranceles. Petro no se amilanó. “Yo no voy a conceder, voy a exigir. Colombia ya concedió todo, no tiene que conceder más” dijo en entrevista con el periodista Daniel Coronell. “Tenemos palabras, multitudes y pueblo dispuestos a luchar”, afirmó, en otra de sus respuestas retóricas a las medidas de Trump.
Luego vino una foto de una reunión en la Casa Blanca en la que se ve un informe con una imagen del presidente Gustavo Petro con un uniforme penitenciario, que llevó a un conato de choque diplomático, rápidamente superado, y las críticas de Petro a la proclamación de Trump de cerrar el espacio aéreo venezolano. El choque, cuando el norteamericano aumenta la guerra psicológica al régimen de Nicolás Maduro, solo se agrava. La amenaza de Trump de ataques en Colombia, y la respuesta de Petro, llevan la escalada verbal a insinuaciones bélicas.
Nada hace prever que se trate de una consideración real. Las fuerzas armadas y policiales de los dos países acumulan décadas de colaboración, que se da a niveles más técnicos y operativos que políticos; Estados Unidos se beneficia de la lucha colombiana contra las drogas; Colombia tiene al país norteamericano como su principal socio comercial. Pero los dos mandatarios refuerzan sus discursos al criticarse mutuamente, y por eso se benefician de los roces. Sin embargo, la asimetría es clara. Petro es marginal en la visión del norteamericano, que, sin embargo, es quien ha tomado medidas concretas, y podría tomar más. El colombiano, por su parte, habla en plena época electoral de una figura conocida por todos sus compatriotas, y que tiene una imagen negativa según los sondeos locales. El riesgo es que, al hacerlo, torea a un Trump que ha demostrado no temerle a tomar decisiones que golpeen a Colombia.
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