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La Iglesia le pide a España devolver el edificio en el que mantenía el último bastión cultural del centro de Cartagena de Indias

En los mundos de la cultura, la defensa de los derechos humanos y el activismo lamentan la salida del Centro de Formación de la Cooperación Española

Sebastián Forero

Cartagena va a perder el último bastión cultural y de defensa de derechos humanos que le queda en un centro histórico rendido a la gentrificación. En la esquina de una céntrica plaza, en el imponente Claustro Santo Domingo, ha funcionado desde hace más de dos décadas el Centro de Formación de la Cooperación Española, en cuyo seno han nacido algunas de las organizaciones sociales más importantes del Caribe colombiano y que ha sido sede de eventos de alcance internacional como el Hay Festival o el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI), el más antiguo de su tipo en América Latina. La Iglesia Católica, dueña del claustro, ha pedido de vuelta a España las instalaciones.

La Arquidiócesis de Cartagena ha tomado la decisión de asumir la gestión de ese edificio para incorporarlo a su misión pastoral y social. Así se lo ha comunicado el arzobispo, Francisco Javier Múnera, a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), según ha confirmado EL PAÍS. Esta agencia disponía de las instalaciones por un comodato firmado en 1999, a través del cual asumía la restauración del edificio, que para ese momento estaba al borde de caer en ruinas, a cambio de tener el uso del edificio por 28 años. El documento contemplaba la posibilidad de una prórroga de 10 años más. Delegados de la cooperación española en Colombia transmitieron a la Arquidiócesis su interés de usar esa extensión, pero la Iglesia ya ha notificado su decisión final de terminarlo.

La situación no ha caído bien en sectores sociales de Cartagena. Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo —la organización LGBTI más importante de esa región, y que nació precisamente en ese centro de formación—, lamenta la decisión que, explica, implicará la pérdida de “un centro que para toda América Latina y el Caribe está siendo un epicentro para discutir asuntos de género y de diversidad sexual”. Detalla que la cooperación española tiene tres centros más de ese tipo en América Latina —en Antigua (Guatemala), Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) y Montevideo (Uruguay)— y cada uno tiene un énfasis en un campo distinto. El de Cartagena, además de una línea afro muy fuerte, tiene un enfoque en género y diversidad sexual.

Durante este semestre se han producido conversaciones entre la cooperación española y la Iglesia en Cartagena, según varias fuentes han confirmado a EL PAÍS. Del lado español se ha buscado incluso apoyo de la alcaldía para que el centro se quede en la ciudad, pero no han obtenido respuesta. El padre Rafael Castillo, rector de la Catedral Santa Catalina de Alejandría y portavoz de la Arquidiócesis para este tema, asegura a este diario que recuperar el recinto forma parte del plan trazado de cara a los 500 años que cumple la Arquidiócesis de Cartagena en 2034, para lo cual quieren tener todos sus activos al servicio de ello. “Queremos tener la administración del centro y estamos en condición de hacerlo”, sostiene. Con esa decisión, el comodato finalmente terminará exactamente el 9 de noviembre de 2027.

El padre Castillo insiste en que el recinto seguirá al servicio de la ciudadanía, como un claustro de puertas abiertas, ahora gestionado por la Iglesia, “promoviendo el desarrollo humano integral”. Ha asegurado que para esa gestión ya se tiene un plan “de gestión de alianzas” en el que se van a articular con “empresarios, con el mundo de la cooperación, con el mundo de la academia, de la sociedad civil, con las parroquias y otras iglesias del Caribe”.

Pese a ese anuncio de mantener un centro, los críticos creen que el cambio será sustancial. “La labor se hará bajo un espectro ideológico y doctrinal que es el propio de la Iglesia y ahí no hay espacio para los temas de género y diversidad”, dice Castañeda, que recuerda que esos asuntos sí han sido apoyados por España, un país referente en garantías para la comunidad LGBTI. De hecho, recuerda que en 2007, cuando se produjo el asesinato del líder comunitario gay Rolando Pérez y en la ciudad se desató el discurso de odio contra esta población, el centro les abrió sus puertas y se convirtió en el lugar seguro que continúa siendo hasta hoy.

Rafael Ramos, líder afro de la Corporación Cultural Cabildo, también conoce bien el centro de formación. “Ha sido un espacio clave para el desarrollo de los procesos culturales y de derechos humanos en la ciudad”, sostiene. Recuerda que en el seno de ese centro han nacido dos de las iniciativas banderas de su corporación: la Escuela Tambores del Cabildo, que trabaja con niños y jóvenes de zonas vulnerables de la ciudad en el reconocimiento y preservación del patrimonio cultural local; y el Mercado Cultural del Caribe, una rueda de negocios y encuentros de saberes interétnicos de gestores culturales de la región. “La ciudad tiene muy poca infraestructura cultural; está el Teatro Adolfo Mejía, pero es muy difícil acceder a él; este centro de formación nos ha abierto las posibilidades de instalar allí nuestras muestras, nuestros talleres, los ensayos; ha sido un apoyo clave en el proceso creativo”, enfatiza.

El centro cuenta con 7.700 metros cuadrados de espacios destinados a la formación y a actividades culturales, una sala de exposiciones, un museo de sitio y una biblioteca-centro de documentación. La programación de este mes de noviembre, por ejemplo, incluye la exposición fotográfica Cantando al Sol, del Fondo Fotográfico Mujeres de la Fototeca Histórica de Cartagena; la Muestra Bibliográfica de Autoras Iberoamericanas “Leyendo Mujeres”; la proyección del documental Un plan de Vida, sobre la lucha del pueblo indígena nasa en el departamento del Cauca. El pasado octubre terminó en este centro de formación con el Festival de Salsa Cartagena en Clave, de la Corporación Cultural Arrabales, que en esta edición se hizo en homenaje a Joe Arroyo, icono de la salsa y oriundo de Cartagena.

Lina Rodríguez, quien durante 16 años dirigió el FICCI, también resalta lo que ha significado el centro en Cartagena. “Allí se han tejido conversaciones, vínculos y aprendizajes que han contribuido a una mirada crítica y sensible sobre temas fundamentales de la sociedad, como la memoria, la diversidad, la sostenibilidad y la cultura como eje transformador”, ha sostenido. “La apuesta cultural siempre ha sido una prioridad y así lo celebramos quienes hemos dedicado nuestras vidas a liderar causas del sector cultural; desde mi experiencia como gestora, encontré un aliado comprometido, riguroso, responsable y exigente”, ha añadido.

El claustro de Santo Domingo ha sido apetecido durante años por el sector hotelero en la región. Varias fuentes cercanas al centro de formación y consultadas por este diario coinciden en señalar la posibilidad de que el recinto termine sirviendo como un hotel de lujo. El padre Castillo rechaza con vehemencia esa posibilidad: “Eso es totalmente falso; expreso con toda certeza y con toda claridad que eso no va a suceder; en ningún momento la Iglesia está pensando ni en arrendar, ni en subarrendar, ni en hoteles, ni en boutiques, ni en restaurantes”. Ante la decisión, la cooperación española evalúa la posibilidad de trasladar el centro de formación a Bogotá.

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Sobre la firma

Sebastián Forero
Colaborador de EL PAÍS en Colombia. Antes estuvo en la sección de Nacional del periódico, en Madrid, cubriendo inmigración. Durante cinco años trabajó en el diario 'El Espectador' cubriendo el conflicto armado, paz, derechos humanos, tierras y política de drogas. Máster de periodismo UAM - EL PAÍS.
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