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La Feria Internacional del Libro de Cali quiere que las palabras sirvan de catarsis colectiva

Con Colombia como país homenajeado, la décima edición confronta el pasado narco, reflexiona sobre la violencia y apuesta por la esperanza, con la presentación de autores como Mario Mendoza, Ángela Becerra o Carolina Sanín

Feria Internacional del Libro de Cali
Juan Pablo Quintero

Es como si en Cali se quisieran sanar las heridas sociales con literatura. La tercera ciudad de Colombia celebra su décima Feria Internacional del Libro (FILCALI), que se despliega como una ciudad paralela a orillas del Río Cali. Son 5.185 metros cuadrados de carpas —casi el tamaño de una cancha de fútbol profesional—, 860 eventos que se suceden a un ritmo de uno cada 17 minutos si se hicieran sin pausa, y 1.200 invitados que atraviesan la capital del Valle del Cauca como si fuera un festival de ideas. Paola Guevara, directora de la feria, cuenta que esperan superar los 550.000 asistentes. Sería un récord para el que hay buenos síntomas: aunque el viernes de su inauguración fue lluvioso —pocas cosas más detestables para los caleños que un aguacero— ha habido afluencia de visitantes.

Porque lo que ocurre en la ciudad de 2,2 millones de habitantes es también un ejercicio de memoria. Por eso la presencia de Aura Rocío Restrepo resulta más que anecdótica. El miércoles 29 de octubre presentó Gilberto y yo, libro en el que reconstruye su historia como pareja de Gilberto Rodríguez Orejuela, conocido también como El Ajedrecista, el temido jefe del Cartel de Cali. “Escribir este segundo libro ha sido un proceso de sanación. Me enfrento con más libertad a esos fantasmas del pasado”, dice a EL PAÍS la exreina de belleza. Restrepo cuenta que en esta entrega da detalles de cómo el Cartel de Cali robó la sede del Banco de La República de la ciudad de Pasto, en 1977, y de cómo el líder de esa estructura financió en total siete campañas presidenciales en Colombia.

En paralelo, en otra carpa, se explica qué es la neurodiversidad y a escasos metros se recita poesía; más allá, una decena de niños aprenden el arte japonés del origami. La feria es simultánea y múltiple, con un espíritu en expansión. En ocho años, el número de expositores ha crecido un 255%, la oferta editorial se ha más que triplicado y los libros vendidos han pasado de 18.000 a más de 66.000. “La Feria no es de los que venden libros. Es de todos los que queremos una sociedad más cultivada”, dice Guevara, la directora del evento. “La lectura, la escritura y la palabra son el corazón común por el que late una sociedad más educada, pensante, empática, diversa y sensible, con comprensión del pasado y visión del futuro”, remata. Entre los escritores presentes en esta edición se destacan los colombianos Mario Mendoza, Carolina Sanín, Alejandro Gaviria, Humberto de la Calle o Ángela Becerra.

Colombia es el país homenajeado este año. La decisión surgió de una “coincidencia afortunada” —la confluencia de efemérides como los 80 años del vallecaucano Gustavo Álvarez Gardeazábal y los 50 años de historia en la danza de la baletista caleña Gloria Castro— y de una propuesta específica del rector de la Universidad del Valle, Guillermo Murillo Vargas. El académico argumentaba “que 2025 sería un año de polarización, de dificultad, un año donde los colombianos íbamos a estar como en angustia”, explica Guevara.

Ha resultado profético para Cali. La ciudad ha vivido dos ataques terroristas en menos de seis meses. Uno, el 10 de junio, con explosiones simultáneas en los barrios Meléndez, Manuela Beltrán y Los Mangos, que dejaron cinco muertos y 36 heridos. El segundo, el 21 de agosto, cuando un camión bomba explotó cerca de la Escuela Militar de Aviación Marco Fidel Suárez, con un saldo de siete civiles muertos y 78 heridos. A escala nacional e internacional tampoco escampa, pues ha vuelto el fantasma de la violencia política y las relaciones diplomáticas con EE UU están en máxima tensión.

La FICALI propone un equilibrio entre la memoria y el futuro. En sus carpas se habla de narcotráfico, conflicto armado y desigualdad; también de salud mental, resiliencia, raíces y esperanza. “Gracias a una alianza con la Secretaría de Paz habrá jueces de convivencia que enseñan a conciliar, a cómo tramitar diferencias”, explica la directora de la que se difunde como la feria del libro al aire libre más grande de América Latina. Cali lo necesita, pues la desigualdad es palpable en muchas de sus calles.

El 17,8% de sus habitantes vive en la pobreza monetaria extrema, según cifras oficiales de 2024, presentadas este año. Eso implica que había unas 391.000 personas viviendo con menos de dos dólares al día. En la Sucursal del Cielo hay una crisis de habitantes de calle, que merodean sobre todo el centro de la ciudad. El más reciente dato del estatal DANE habla de 4.749 personas en dicha condición, pero el Concejo ha denunciado este lunes que podrían duplicar dicha cifra. La conflictividad urbana también crece: se han impuesto 7.708 comparendos por riñas este año, un 66% más que en el mismo periodo de 2024, según el Observatorio de Seguridad.

En ese contexto, la Feria del Libro es un oasis. En su recinto, la literatura es palabra escrita, es política, pedagogía, comunidad y memoria que transforma. Restrepo lo sabe: “La gente piensa que esa vida [del mundo narco] es una maravilla. Pero es un infierno. No hay dinero fácil allí para nadie”, reflexiona. En Cali ha llovido varios días seguidos, pero la gente baila al ritmo de Aguacero, del Gran Combo de Puerto Rico, mientras las aguas del Río Cali se crecen. Entretanto, en el Bulevar hay resistencia cultural y la FILCALI confiere a las palabras el poder de la catarsis colectiva.

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Sobre la firma

Juan Pablo Quintero
Periodista financiero especializado en Bolsa, renta fija y materias primas. Formado en la Escuela de Periodismo UAM–EL PAÍS. Fue parte de la redacción de CincoDías durante la crisis de los aranceles de Donald Trump. Psicólogo por la Universidad Javeriana (Bogotá). Colaborador de EL PAÍS Colombia.
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