El Ministerio de Hacienda propone una retención del 1,5% a pagos digitales y enciende las alarmas sobre el futuro de Bre-B
La medida, advierten gremios y expertos, podría generar problemas para los pequeños negocios, en un país donde el 77,8% de las transacciones se hacen en efectivo


Bre-B suena a algo corto, pero es un robusto sistema de pagos inmediatos del Banco de la República de Colombia, que permite transferencias 24/7 entre bancos y billeteras digitales con “llaves”, códigos únicos que pueden ser el número de celular, la cédula o un correo electrónico. Su misión es reducir el uso del efectivo y promover la inclusión financiera. Pero su vida útil podría ser tan breve como su nombre. Un proyecto de decreto del Ministerio de Hacienda aplicar una retención en la fuente del 1,5% a todos los pagos digitales en comercios, incluidos los realizados por Bre-B, Nequi, PSE y códigos QR. La medida, que según el despacho “busca igualar el tratamiento tributario de las tarjetas con otros medios de pago”, ha encendido las alarmas entre expertos, gremios y comerciantes.
El Ministerio de Hacienda argumenta que busca corregir una “asimetría fiscal”, pues los pagos realizados a través de las tarjetas de crédito o débito tienen una retención en la fuente del 1,5%, y estos pagos digitales no. Por eso propone “nivelar la cancha” y “reconocer un trato similar entre los productos que ofrecen plena trazabilidad transaccional”. El decreto también precisa que esa retención “no se aplicará si el pago no constituye ingreso tributario”, y que estarán exentas las “personas naturales no responsables del impuesto sobre las ventas (IVA)”, es decir, quienes no están obligados a declarar este impuesto ni a facturar. Es decir, no se pagaría al pasar dinero entre familiares o amigos.
Pedro Sarmiento, abogado tributarista y socio de la firma auditora Crowe Colombia, recuerda que el cobro es un anticipo del impuesto de renta. “Al final del año, si le retuvieron más de lo que debía pagar, el Estado le devuelve el dinero. Eso puede tardar uno o dos años, y eso produce un costo financiero. Muchas veces, el comerciante termina subiendo los precios para no quebrarse”, explica a EL PAÍS. Sarmiento advierte de que si el Gobierno cobra sin distinguir tamaños ni tiempos, “muchos van a dejar de usar estos medios de pago. Y así, en vez de recaudar como se pretende, puede salir caro”.
En la Galería La Alameda de Cali, un mercado tradicional que desde 1955 ha sido el punto de encuentro entre la cultura popular, la gastronomía del Pacífico y el comercio de barrio, los comerciantes lo tienen claro: el efectivo y Nequi mandan la parada. “Conocemos Bre-B, pero nadie paga con él”, relata Angie Gómez, cajera del famoso restaurante Basilia. “A nuestros proveedores sí les pagamos con la llave, porque la mayoría tiene Nequi, y no una cuenta bancaria [tradicional]”, ahonda. El Banco de la República muestra, con datos de 2024, que las transacciones completadas en efectivo en Colombia llegan a ser del 77,8%.
Algo similar relatan en el local Carnes Matías, con más de 15 años de tradición, donde el regente Enrique Guzmán lo resume así: “Me parece injusta [la medida]. Esto solo va a afectar a los pequeños comerciantes. Nosotros usamos Bre-B, pero solo dos de cada diez clientes lo usan, ni lo conocen. La mayoría paga con Nequi o en efectivo”. Paula González, su compañera, tiene también una tienda de ropa virtual. “Allá solo recibo Nequi, pero si me van a quitar el 1,5% por cada venta, ¿qué me queda? Nos van a sacar del partido”, se queja.
Desde la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF), uno de los centros de pensamiento económico más influyentes del país, también han levantado la voz. Su presidente, José Ignacio López, apunta a que el diagnóstico del Gobierno es válido, pero considera que tiene un enfoque “inconveniente”: “Lo publicaron para recibir comentarios. Que, básicamente, son: no lo haga”, dictamina.
López advierte que la medida puede generar problemas de caja para los comerciantes, ya que les obliga a anticipar recursos que no necesariamente corresponden con su carga tributaria. “El riesgo es que se desincentive el uso de medios digitales y se refuerce el uso del efectivo”, señala. La propuesta de ANIF es contraria al del Gobierno: en lugar de ampliar la retención en la fuente a más medios, debería reducirse para las tarjetas de crédito. “Habíamos pedido que las tarjetas y los pagos por QR no tuvieran retenciones. Equilibremos la cancha, pero hacia el otro lado”, dice. La lógica de esta propuesta es que, si se quiere fomentar la digitalización y la formalización, no se debe penalizar a quienes están en el sistema.
Las alertas saltan desde todas partes. Asobancaria, el gremio que agrupa a los principales bancos y entidades financieras del país, también expresó su preocupación. En una nota divulgada al público, advierte que “tendría una afectación importante sobre Bre-B, que ha sido el resultado de un gran esfuerzo del Banco de la República y las entidades del sistema financiero”. Jonathan Malagón, presidente de la asociación, agregó que la propuesta “va en contravía de todo el trabajo que ha hecho el sistema financiero para reducir el sobreuso del efectivo, aumentar la digitalización e incrementar la inclusión financiera y crediticia”.
Gabriel Santos García, presidente ejecutivo de Colombia FinTech, ha puesto ejemplos regionales sobre la mesa: “En Brasil, cuando apenas se empezó a rumorar que iban a ponerle impuestos a PIX [el equivalente brasileño de Bre-B], las transacciones cayeron un 15% y el valor transferido bajó un 37%”. Y precisa: “Fue tan grave que el presidente Lula tuvo que salir a firmar una medida provisional prohibiendo expresamente cualquier impuesto sobre PIX”, escribió en LinkedIn.
Hay síntomas de que la jugada puede salir mal. Las tarjetas han sido desplazadas de muchos comercios populares por los costos que implican. El caso de Eduardo Franco, florista del local 181 en La Alameda, lo ilustra con claridad. “Aquí todos están felices pagando con Nequi. El datáfono lo dejamos de usar porque le cobrábamos al cliente el porcentaje que nos pedía el banco, y preferían irse sin flores”. En Colombia el efectivo sigue siendo el rey y la economía popular se mueve al ritmo de la inmediatez. Hay consenso: gravar la digitalización puede ser un tiro en el pie. Sobre todo para Bre-B, que apenas empieza a caminar.
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