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Biodiversidad
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mutis, biodiversidad y territorio

Proteger el Bosque Mutis en Mariquita, municipalizado hace 100 años, continúa siendo una tarea pendiente. No fue posible hace 42 años, cuando aún tenía más de 700 hectáreas. Hoy difícilmente llega a 100

Biodiversidad Colombia

Carlos Linneo, José Celestino Mutis y Alexander von Humboldt son las tres cumbres del naturalismo de los siglos XVII y XVIII. Entre ellos trazaron un arco de saber que cambió para siempre la manera de entender la naturaleza. Linneo le llevaba a Mutis 25 años, y este a Humboldt 37. Los dos primeros jamás se conocieron personalmente; pese a ello, sostuvieron 18 años de correspondencia, de la cual se conservan solo 10 cartas autografiadas por Mutis y tres por Linneo.

El diálogo y la colaboración entre ellos le permitieron a la humanidad avanzar significativamente en el conocimiento de la naturaleza. Mutis dirigió la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada. Su obra convirtió al virreinato en la capital ambiental del imperio y le cambió a una generación de neogranadinos la manera de mirar su país. Falleció en Bogotá el 11 de septiembre de 1808 y, en su honor, se instituyó el Día de la Biodiversidad Colombiana.

Este concepto fue introducido por Edward O. Wilson en 1988 para titular una publicación, y adoptado oficialmente en la Cumbre de la Tierra de Río en 1992. Aún no se hablaba de crisis climática, ni Colombia tenía clara su valía mundial en este campo. Pese a ello, el presidente Belisario Betancur (1982-1986) supo ver la dimensión colosal de la obra de Mutis y, el 7 de agosto de 1982, propuso celebrar los 200 años de la Real Expedición Botánica y emprender una segunda, con miras a levantar el inventario botánico nacional. Entendió que esa obra había que continuarla y preservar su legado.

Para ello nació Funbotánica, la Fundación Segunda Expedición Botánica. Por su conducto, se adelantaron ciento noventa y dos proyectos de investigación en los más diversos campos; se publicaron cientos de trabajos científicos; se realizaron expediciones a regiones y sitios geográficos, y multitud de actos de divulgación. Betancur reivindicó a Mariquita como cuna de la Real Expedición, pues allí comenzó y funcionó entre 1783 y 1791. Fue también una manera de devolverle importancia a la provincia colombiana, históricamente asfixiada por un centralismo de acero que aún hoy se niega a reconocer la riqueza que brota fuera de la capital.

Es un lugar común afirmar que Colombia es una potencia mundial en biodiversidad. A pesar de ocupar solo el 0,8% de la superficie terrestre, alberga cerca del 10% de toda la biodiversidad del planeta, gracias a su variedad de ecosistemas —desde las selvas tropicales hasta los páramos andinos— y a la cantidad de especies que habitan en ellos. Por ello, es considerada el segundo país en este campo y está entre los 12 más megadiversos del globo. Esa evidencia y ese reconocimiento mundial, sin embargo, no han pasado de ser una etiqueta vacía. Mientras tanto, la economía nacional insiste en desgastarse en viejos modelos extractivistas que profundizan desigualdades y amenazan el patrimonio natural.

Sin territorio no hay paraíso

La Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada y la Comisión Corográfica de Agustín Codazzi (en el siglo XIX) fueron los esfuerzos más audaces por conocer el territorio colombiano. Ejercicios fundamentales para transformar la biodiversidad en progreso, a partir de la integración de comunidades locales, sector privado y gobiernos. Así lo propusieron, en junio pasado, varios expertos internacionales en los Diálogos Mutis de Biodiversidad - América Latina y España, convocados por la Corporación Andina de Fomento (CAF) y llevados a cabo en el Real Jardín Botánico de Madrid.

Para celebrar el Día de la Biodiversidad, Funbotánica, la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá y la Universidad de Ibagué, con el auspicio de la Embajada de España en Bogotá, han convocado para esta semana tres conversatorios en Bogotá, Ibagué y Mariquita. Se busca reflexionar sobre la pertinencia de avanzar en el conocimiento del territorio y en la construcción de un nuevo modelo de desarrollo, que tenga en la biodiversidad un eje vertebrador. Un proyecto de largo aliento, que demanda elementos científicos, tecnológicos, económicos y políticos.

El patrimonio ambiental enfrenta varias amenazas. Una de ellas, sin duda la más grave, es la minería ilegal. Sus ingresos superan a los de la cocaína, por el incremento de los precios internacionales del oro. Esta práctica causa estragos socioambientales con la contaminación de suelos y aguas, lo que afecta la cadena alimenticia y la salud de las personas. Estos grupos, gracias a su enorme poder económico y a la debilidad del Estado en los territorios, ejercen violencia sobre las comunidades locales, reduciendo el Estado Social de Derecho a un espectador impotente, mientras los grupos ilegales dictan las reglas en vastas regiones del país.

De otra parte, también es pertinente repensar el modelo económico. El actual se funda sobre el dogma del crecimiento, antes que en la sostenibilidad social y ambiental o en el interés de las comunidades locales, que son determinantes para garantizar la preservación. Solo en la medida en que haya una amplia participación de ellas se podrá proteger el patrimonio natural. Humboldt, según Andrea Wulf en su libro “La invención de la naturaleza”, afirmaba que “los indígenas conocían cada planta y cada animal de la selva, y podían distinguir los árboles solo por el sabor de la corteza”. También Mutis lo tenía claro: fue gracias al contacto con las comunidades lugareñas, y a lo que hoy se llama diálogo de saberes, que amplió sus conocimientos en torno al uso medicinal de muchas especies.

Salvar el laboratorio de Mutis

A manera de botón de muestra de la falta de gobernanza territorial, quiero llamar la atención sobre el abandono del Bosque Mutis en Mariquita, en el epicentro del país. No es, pues, un problema en la periferia territorial: ocurre a solo ciento sesenta kilómetros de Bogotá. Este relicto de bosque húmedo tropical (b-HT) fue el laboratorio de la Real Expedición y sigue siendo visitado por estudiantes e investigadores científicos, entre ellos el propio Edward O. Wilson en 2007, quien buscó allí la hormiga “legionaria”, estudiada por el sabio gaditano dos siglos antes. Proteger este bosque, municipalizado hace 100 años por la compra de dos fincas, continúa siendo una tarea pendiente. No fue posible hace 42 años, cuando aún tenía más de 700 hectáreas. Hoy difícilmente llega a 100.

Es tiempo de pasar del discurso a la acción. La naturaleza está cansada de promesas. Sin gobiernos locales fuertes y comunidades empoderadas, el Bosque de Mariquita quedará reducido a un recuerdo. Que el espíritu de Mutis nos ilumine.

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