‘Luthieres’ del futuro: la escuela en Colombia que talla violines bajo la guía del Instituto Stradivari
En el Conservatorio del Tolima se forman constructores de violines, violas y chelos bajo estándares italianos. Una alianza entre la Fundación Salvi y la Escuela Internacional de Luthería de Cremona les permite continuar sus estudios en la cuna del violín


Ángel Antonio tiene 36 años y está obsesionado con una pregunta: ¿quién construirá los violines en el futuro? En un mundo industrializado donde los sonidos parecen homogéneos, se pregunta ¿quién tallará la madera de modo que la música trascienda? Lo dice sin quitar los ojos de un violín mientras termina de pulirlo y tras una clase con una maestra de la antiquísima Escuela Internacional de Luthería de Cremona, que forma parte del Instituto de Educación Superior Antonio Stradivari.
Es violinista y estudioso de las artes plásticas. La música y la escultura lo atraviesan, cuenta. Durante años buscó cómo cruzar esas dos pasiones y no encontraba lugar. Investigó, esperó e insistió. Hasta que se consolidó una rareza, un milagro, dice él, en un país tan golpeado como Colombia: el primer programa de Tecnología en Construcción y Reparación de Instrumentos de Cuerda Frotada del Conservatorio del Tolima, en la ciudad de Ibagué. En otras palabras, la única escuela de luthería que existe en Colombia y de las pocas en Latinoamérica, en la que los alumnos estudian sin pagar matrícula y aprenden bajo los lineamientos de la legendaria escuela de Cremona.
Esa ciudad italiana, cuna mundial del violín y tierra de luthieres icónicos como Amati, Guarneri del Gesù y Stradivari, es uno de los lugares que preserva la antigua tradición de la luthería. Por insistencia y trabajo de Julia y Víctor Salvi, sus maestros ahora enseñan a los estudiantes de Ibagué. No solo eso. Con ayuda de la Fundación Salvi, cinco estudiantes se están formando en la escuela cremonense, el único instituto público reconocido en el mundo que otorga el título de luthier.
Música en contextos adversos
La historia comenzó hace más de veinte años con un experimento fallido, explica Julia Salvi, directora de la Fundación que lleva su apellido y el de su esposo, Víctor. El músico y constructor, conocido por revolucionar la luthería de arpa con avances tecnológicos, nuevos materiales y técnicas de ensamblaje, intentó construir arpas en Colombia y exportarlas. Pero se topó con la realidad de un país en conflicto. “Era la época fuerte del narcotráfico y las arpas que intentábamos exportar las destruían porque creían que tenían droga”, cuenta ella. Víctor conocía las dificultades, pero también la importancia de hacer música en medio de contextos adversos. Durante la Segunda Guerra Mundial, él mismo combinó el servicio militar con la música y se las arregló para llevar consigo su instrumento y tocar para los soldados.
“Del experimento inicial en Colombia nos quedó esa tristeza, pero queríamos ayudar a los músicos a resolverles la situación de la mala calidad de sus instrumentos”, agrega Julia, pues encontraron que “una de las grandes dificultades en la expresión artística eran los instrumentos”. Para ese momento, la mayoría eran importados de China, pero no siempre eran los de mejor calidad.
Así la apareció la posibilidad de formar a los propios constructores colombianos. Dieron los primeros pasos junto a la Fundación Santo Domingo y el programa Batuta. Viajaron a lugares apartados llevando el “maletín de los luthieres” para capacitar a los constructores de instrumentos que, de forma empírica, mantenía tradiciones locales. Salvi recuerda la historia de un técnico dental que se convirtió en el luthier de su pueblo por puro azar, cuando uno de sus pacientes le pidió arreglar el violín de su hijo con sus “aparaticos”. “Era admirable que sin tener las herramientas comprendía cómo podía resolver los problemas. Pero eso no resolvía lo básico, y es que el instrumento sonara bien”.
Al cabo de los años, el Ministerio de Cultura se convirtió en socio clave para institucionalizar el programa que alberga el Conservatorio del Tolima. “La escuela nace de la necesidad de que los músicos trabajen con herramientas idóneas para el talento que puede haber en el país”, dice Diana Arévalo, coordinadora del programa. “En los últimos 15 años el Estado ha entregado cerca de 25.000 instrumentos a través del Plan de Música para la Convivencia, pero los músicos se enfrentaban a la ausencia de personas formadas para repararlos”, agrega. Eso ha ido cambiando, como se expondrá durante el Ibagué Festival, del 4 al 7 de septiembre.
Los estudiantes del programa del Conservatorio tienen entre 16 y 67 años, y vienen de distintos oficios, como la música, la ebanistería y el arte. Ninguno paga por estudiar allí, lo que se suele llamar matrícula cero, y el único requisito para entrar es no tener un título profesional. Tras tomar clases en español y en italiano, con apoyo del Instituto Italiano de Cultura, ya se graduaron los primeros 6 luthieres.
Tres de ellos continúan sus estudios por dos años más en la Escuela de Cremona. “Somos los únicos en el mundo que tiene la alianza directa con ellos, y es todo un orgullo”, agrega Arévalo. Con el apoyo de la Fundación Salvi, el Conservatorio los prepara para pasar el examen del instituto cremonés, para solucionar los trámites migratorios e incluso tener una manutención en la ciudad europea. La exigencia es que vuelvan a enseñar a los demás.
Para el músico Antonio Miscená, asesor académico del programa y director artístico de la Orquesta Sinfónica de Cartagena y del Festival Internacional de Música de esa ciudad, lo que ha ocurrido en Ibagué es un milagro. “Crear una cultura, un ambiente, de la luthería es todo un desafío. Hoy hay un pequeño mundo de luthieres en Colombia que conoce mejor las posibilidades del sonido”. Julia Salvi va más allá en su sueño. “Aspiro y tengo fe que en Colombia vamos a lograr un Stradivarius. Tenemos la escuela que nos va la oportunidad de hacerlo, los jóvenes y la gratuidad y la oportunidad para poderlo lograr”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
