De Petro a Trump
Las relaciones entre Estados Unidos y Colombia pasan por su peor momento a partir del 3 de julio, cuando Washington llamó a consultas urgentes a su encargado de negocios en Bogotá

La carta del 26 de junio dirigida al “excelentísimo” presidente Trump en la que Petro recula de sus graves acusaciones a Estados Unidos, al involucrarlos en una conspiración para sacarlo del poder por cuenta de un chisme del jefe de Gobierno de Venezuela, Nicolás Maduro, no parece haber llegado a su destinatario. Primero, la vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, secretaria de prensa, señaló que no estaba segura de que Trump hubiera recibido la misiva de Petro; y segundo, Caracol Radio, el medio que publicó la carta a Trump, dijo que el Gobierno de Colombia buscó un diálogo directo con las autoridades norteamericanas para explicar las declaraciones del presidente Petro.
Se buscaba, dijo Caracol Radio, proceder con un diálogo interpersonal para dejar atrás esas diferencias. La carta dice que no dijo lo que había dicho en plaza pública en Cali, pero en todo caso, si se interpretó mal, él no “quiere cerrar puertas, sino abrir caminos”. Por favor, perdónenos. Lo otro que llama la atención es que una carta de tanta importancia de fecha 26 de junio, solamente se conoció el 7 de julio y fue un descubrimiento periodístico y no originado en fuente oficial.
Otra perla de la carta es la que habla de cuidar las palabras y los gestos, cuando no se sabe quién de los dos, el remitente o el destinatario, son los campeones de la intemperancia y la imprudencia en el manejo de las palabras. También dice que es posible que sus palabras hayan sido percibidas como innecesariamente duras. El hecho cierto es que las relaciones entre Estados Unidos y Colombia pasan por su peor momento a partir del 3 de julio, cuando Washington llamó a consultas urgentes a su encargado de negocios en Bogotá, John T. McNamara. El Gobierno colombiano contestó con la misma moneda: llamó a consultas a su embajador, Daniel García-Peña. Ambos funcionarios diplomáticos, ya de vuelta a sus sedes con la fiebre normal, un buen indicio de recuperación: algo es algo y peor es nada.
Subsiste la preocupación de los aranceles por ser parte del banco de los BRICS, aunque no miembros de la organización que compite con el G7 y que Trump odia y se la pasa amenazando a tutiplén. Lo bueno es que no estamos entre los países de la lista: Myanmar, Laos, Camboya, Tailandia, Bangladés, Serbia, Indonesia, Bosnia-Herzegovina, Sudáfrica, Japón, Kazajistán, Malasia, Corea del Sur, Túnez.
El otro fantasma que ronda el espacio de la relación con Estados Unidos es la posible descertificación de Colombia. El departamento de Estado, con la participación de la sección de Asuntos Narcóticos, produce cada año un informe conocido como Estrategia Internacional de Control de Narcóticos, que detalla la situación del narcotráfico en cada país evaluado, y nadie da muchas posibilidades de salir bien librado del reto. El aumento de los cultivos de coca en Colombia es uno de los más altos del mundo y está totalmente en manos de la mafia de México. La presidenta de ese país, Claudia Sheinbaum, anda preocupada con las confesiones del Chapito por fuera de las buenas maneras con las que López Obrador manejaba su relación con el narcotráfico.
El Ministro de Relaciones Exteriores debería ser el embajador en Washington, Daniel García-Peña, quien conoce bien el tamaño del conflicto. Además de su conocimiento de política internacional, es hábil para torear a los medios y no corre el riesgo de tener la misma suerte de sus antecesores que entran con trompetas y salen con el rabo entre las piernas.
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