Ciudades creativas e ineficientes
La lección de que el futuro no se parece al pasado implica que las ciudades deben ser laboratorios de prueba y error

Crecer no basta. Con aumentar el tamaño de lo que ya hay, no salimos al otro lado. Los países que han logrado crecer substancial y continuamente han sumado una vez tras otra nuevas actividades, tremendamente dinámicas, que pueden multiplicarse varias veces. Son genuinamente nueva economía que se suma a la antigua, que por definición es madura y tiene poco espacio para “crecer”. Nuestro esfuerzo intelectual debe centrarse en cómo “crear” nueva economía.
Un clásico del desarrollo, escrito por Jane Jacobs en los años sesenta, enfatiza el papel de las ciudades. Sostiene que se equivocan quienes piensan que la expansión económica depende de ampliar las actividades que ya existen en las organizaciones grandes y exitosas.
La historia enseña que el gran potencial radica en un sinnúmero de organizaciones de menor tamaño, muchas veces ineficientes, que pueden sumar nuevos bienes y servicios a la división del trabajo presente en una ciudad.
Una verdad dura de aprender es que el futuro no es como el pasado. La historia de dos ciudades y lo que las hizo grandes y famosas, lo muestra. Manchester, en su época de esplendor, mucho antes del ManUnited y el ManCity en fútbol, fue la reina de las industrias textiles. Se la llamó cottonopolis, por su dominio de la manufactura con algodón. Algo similar le sucedió a Detroit con los automóviles.
Ambas ciudades fueron en su momento ejemplos de tremendo éxito. Luego de varias décadas en la cúspide y de ser objeto de la envidia y las críticas (recuerden la expresión “el capitalismo manchesteriano” para describir una cultura económica brutal y desalmada) ambas ciudades decayeron justamente por el exceso de especialización y eficiencia en un solo tipo de bienes.
Por esas mismas épocas hubo otras dos ciudades, Birmingham y Nueva York, que tenían talleres de cuanta cosa, muchos de ellos ineficientes, pero que se podían adaptar continuamente a los cambios de gustos, tecnología y nuevos bienes que aparecían en la economía. Éstas dos últimas evitaron la obsolescencia de la mono-industria que afectó a Manchester y a Detroit, a pesar de ser hiper-eficientes en lo que hacían. La eficiencia puede ser una arma de doble filo si impide adicionar nueva economía y adaptarse al futuro. Recuerden que el futuro es distinto del pasado.
La lección de que el futuro no se parece al pasado implica que las ciudades deben ser laboratorios de prueba y error. Se puede ser muy eficiente, pero si sucede en una industria que va a migrar a otra región (por ejemplo, la producción de flores frescas, que migró de las planicies alrededor de Los Ángeles hacia la sábana de Bogotá; o la de teléfonos celulares que migró a la China), se debe estar preparado para adoptar otras actividades, aunque al principio sea de manera menos eficiente, pero que se convertirán en las industrias del futuro.
La señora Jane Jacobs sostiene que la división del trabajo, per se, no crea nuevas actividades. Simplemente aporta eficiencia operativa a las ya existentes. Al hacerlo, es la fuente de crecimiento, lo cual es esencial. La clave es aprovechar para producir nuevos bienes o servicios. Las hormigas dividen el trabajo y tienen tremenda eficiencia. Los humanos, en contraste, no hemos parado de adicionar más y más bienes y servicios, genuinamente nuevos. Es allí donde radica el auge y el éxito de una sociedad, y su capacidad de absorber a los nuevos trabajadores. Dejemos de pensar que el futuro es la reforma laboral.
Otro concepto contra-intuitivo es que las ciudades desarrollan al campo, y no al revés, como se cree. En la primera ciudad conocida, Çatal Hüyük, en Anatolia, Turquía, primero se desarrolló activamente la cacería, la minería ligada a la obsidiana y el comercio, y luego, como resultado de ese éxito, creció la agricultura y ganadería circundante. Jane Jacobs muestra que algo similar sucedió en las ciudades griegas y romanas, los burgos del medioevo, las ciudades del renacimiento y el auge urbano de los últimos dos siglos. La agricultura más productiva y próspera se encuentra cerca de las ciudades; la más pobre y atrasada, lejos de ellas.
Las ciudades aportaron la posibilidad de dividir el trabajo y adicionar nuevas actividades, nueva economía, que a su vez abrieron puertas para sucesivas divisiones más finas del trabajo, y así sucesivamente.
Esto se parece a una reacción en cadena, similar a cuando un átomo estrella a otros más en una reacción nuclear, y se desplega una cantidad enorme de energía. En nuestro caso se trata de la división de trabajo que crea más especialidades y la posibilidad de crear más división y más trabajos.
La señora Jane Jacobs afirma algo que quisiera haber aprendido cuando tenía 20 años, y que le serviría a muchos presidentes, congresistas y políticos: “la pobreza no tiene causas, sólo la prosperidad tiene causas. Similar al calor, que es el resultado de procesos activos, el frío sólo es la ausencia de calor”. El gran frío de la pobreza y el estancamiento económico es meramente la ausencia de desarrollo económico. Una filosofía que frene al desarrollo es la mayor creadora de pobreza, así se la defienda para supuestamente ayudar a los pobres.
Sólo se puede superar la pobreza si los procesos económicos relevantes se ponen en funcionamiento. Para empobrecer a una ciudad o país, basta aburrir a los que crean actividad económica. Que lo diga Aracataca, que conoció la Hojarasca al salir la bananera.
El crecimiento explosivo de las ciudades y sus áreas circundantes viene por una mezcla dinámica de exportar fuera de ellas un número creciente de bienes y servicios, y reemplazar con dinamismo lo que importan, aprender a hacerlo tan bien como los de afuera, e iniciar su exportación. Naturalmente, aceptando el veredicto del mercado en cuanto a qué hacer y qué dejar de hacer.
La clave de la expansión son ciudades creativas, copiadoras, exportadoras y reemplazadoras de importaciones, que son laboratorios de prueba y error, con muchas redundancias e ineficiencias que las preparan para copiar y adoptar nuevos productos y crear nueva economía.
Hay una relación recíproca entre importar, exportar y reemplazar importaciones. En una ciudad, lo que detenga el proceso de generar exportaciones mata el proceso de reemplazar las importaciones y conduce al estancamiento y al decadencia.
Esto necesita espacio, metros cuadrados, con servicios públicos a costos competitivos, que es el primer activo de las ciudades. Si no hay espacio y servicios para actividades nuevas, se estanca el proceso.
Hay un conflicto permanente, que determina si una ciudad es dinámica o se osifica y decae. Ese conflicto es entre actores que defienden actividades bien establecidas (el pasado), y los que apuestan por la nueva economía (el futuro). Eso impidió, por ejemplo, el desarrollo de las ciudades coloniales y las mantuvo postradas en la pobreza. Los intereses de la metrópoli era que no hubiera nueva economía, para que compraran lo que venía de España.
Sucede algo parecido en las ciudades intermedias, como Ibagué, Neiva, Pasto, Sincelejo Valledupar, Tunja, Yopal, entre otras. Se las dejó como consumidoras de lo que se produce en las grandes ciudades, en lugar de ser sus propios laboratorios de nueva economía. Mucho del estancamiento de la agricultura y de regiones como el Caribe y el plan de Magdalena, sucedió por esa razón.
Afortunadamente, esto está cambiando. Alejandro Salazar, el estratega empresarial, en un libro de obligada lectura que se publicará pronto, afirma: “Hoy tenemos un país con regiones cada vez más orientadas hacia el mundo, cada una con su propio intercambio de valor global, como ha sucedido con Medellín, Barranquilla, Cartagena y como empieza a resurgir en Cali. Contamos con 22 ciudades de más de 200.000 habitantes, cada una con el potencial de conectarse al mundo a su manera. Gracias a la creciente inversión en infraestructura concomitante con ese proceso, también disponemos de unas regiones cada vez mejor conectadas entre sí”.
Las nuevas actividades de hoy, serán las actividades bien establecidas del futuro. Por lo cual el conflicto siempre existirá. Pero si se resuelve en contra de los creadores de nueva economía, sobrevendrán el estancamiento, la pobreza y el frío.
Para terminar copio una narración fascinante de Jane Jacobs sobre Roma. Recuerden, por el mal gobierno, Roma eventualmente se enfrió y Europa pasó al oscurantismo.
“Roma era un mercado poderoso para las importaciones, el más poderoso de la historia de la humanidad, hasta tiempos recientes. Un local de la época lo describe así: ‘A sus tres puertos de Ostia, Portus y la Aventina llegaban las tejas y ladrillos, los vinos y frutas de Italia; los cereales de Egipto y África; el aceite de España; el venado, la madera y la lana de las Galias; las carnes curadas de Baetica (Andalucía); los dátiles de los oasis del Sahara; los mármoles de la Toscana, Grecia y Numidia; los pórfidos del desierto árabe; el plomo, la plata y el cobre de la península ibérica; el marfil de Sirte y Mauritania; el oro de Dalmacia y Dacia; el estaño de las Islas Casitérides; el ámbar del Báltico; los papiros del valle del Nilo; los cristales de Fenicia y Siria; los bienes de oriente, el incienso de Arabia, las especias, los corales y las joyas de la India y las sedas del lejano oriente’. Qué inmensos y repetidos episodios de reemplazo de importaciones debieron ocurrir a raíz de ese flujo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.