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Mauricio García Villegas, sociólogo y ensayista: “La emoción que está moviendo al mundo, y a Colombia, es el resentimiento”

Para el también abogado y filósofo, el instinto tribal y el inmediatismo amenazan con profundizar la crisis

Mauricio García Villegas
Juan Esteban Lewin

Mauricio García Villegas (Manizales, 65 años) es uno de los ensayistas más conocidos de Colombia. Sus libros El país de las emociones tristes y El viejo malestar del Nuevo Mundo giran alrededor de la importancia de las emociones colectivas, que llama una suerte de alma nacional, en la situación de las sociedades. EL PAIS entrevista el abogado, filósofo y sociólogo en Santa Fe de Antioquia, donde ha participado en el Festival del Pensamiento de PRISA Media.

Pregunta. ¿Por qué estudiar las emociones ayuda a entender un momento como el actual?

Respuesta. Porque es insuficiente ver lo que dice cada parte en un conflicto. Eso lo decía Tolstói, también un poco Dostoievski con sus Memorias del subsuelo. Una persona dice que es de derecha o de izquierda, que es monarquista o republicana, pero enunciar esa ideología no dice lo fundamental. Lo fundamental viene adentro, de las emociones que lo mueven a decir que es republicano o monarquista, de izquierda o de derecha. Desde luego, las emociones no explican todo, pero sin las emociones no se entiende nada.

P. ¿Qué emoción está moviendo a Colombia?

R. La emoción fundamental es el resentimiento. Marx decía que la gran partera de la historia era la guerra, yo creo que la gran partera de la historia es el resentimiento.

P. ...que puede llevar a la guerra, a la violencia

R. También, pero el resentimiento es fundamental. Lo es para explicar el ascenso de Trump en los Estados Unidos, donde actuó el resentimiento de mucha gente blanca frente a lo que estaban haciendo los demócratas, como eso que llaman lo woke. También ha sido fundamental en Hungría o en Rusia. La historia de Rusia no se puede explicar sin un gran resentimiento frente a Europa tras verse perdedora con el derrumbe de la Unión Soviética. Putin ha capturado ese resentimiento y, como un espejo de Trump, busca “volver a hacer a Rusia grande”.

P. Todo esto resuena a Hitler, con la idea de volver a hacer Alemania grande, el resentimiento tras la derrota en la Primera Guerra Mundial...

R. Así es, en la Alemania nazi hay mucho resentimiento por el Tratado de Versalles, por lo que les costó la Primera Guerra Mundial. En términos de historia de las ideas, los que ganaron no fueron los ilustrados, como se suele decir, sino los románticos. Y los románticos alemanes tenían un enorme resentimiento con Francia, que había atropellado a Alemania durante dos siglos, desde Richelieu hasta Napoleón. A partir de ese resentimiento dijeron: “La ilustración es lo peor, la idea de ser universales y racionalistas es un pretexto para la dominación y para el atropello”. Por eso llegaron a la idea de que lo que vale es la voluntad, lo particular, lo subjetivo...

Mauricio García Villegas en Bogotá, el 2 de agosto de 2023.

P. ¿Y eso cómo se refleja en Colombia?

R. Acá el resentimiento es fundamental. Creo que no se puede entender el Pacto Histórico y ese 30% de la población más o menos inamovible, que por mucho que pase y por mucho escándalo que haya, no deja de apoyarlo, sin entender que está soportado en unos sentimientos de odio, de envidia, de resentimiento poderoso. Tampoco el 20% del otro lado, que siente algo parecido. Por eso la conversación debería empezar por tratar de entender el resentimiento del otro.

P. ¿Cómo hacerlo en una sociedad en la que “resentido” es un insulto?

R. Claro, es difícil, pero el resentimiento es natural. Todos tenemos algo de resentimiento contra alguien, contra algo, incluso contra nosotros mismos. Es simplemente una especie de frustración a la que le juntamos una persona o un actor que es el culpable. Es un sentimiento muy fuerte y muy vinculado al miedo y al desconocimiento. En la muy desigual sociedad colombiana, como escribimos en La quinta puerta, con Leopoldo Fergusson y Juan Camilo Cárdenas, los extremos desiguales se desconocen completamente. Nunca han estado juntos, hay una guetización que pasa por la falta de una educación pública fuerte. Cuando llegó Petro, esperaba que si solo hiciera una cosa fuera eso: mejorar la educación y enfrentar a Fecode. Desde Santander estamos tratando de construir una educación pluriclasista y buena. De haber logrado eso, habría pasado a la historia.

P. En su lugar, tuvo como gran apuesta otra reforma: la salud

R. Era un proyecto mucho más complicado, en la que no había un resentimiento tan fuerte ni tampoco lo contrario de la emoción triste, que es la placidez. Si un Gobierno dice “vamos a mejorar la educación”, no habría grandes opositores, no habría rencillas. En general acepta que hay que mejorarla.

P. Ahora, si lo que hay es resentimiento, que es rechazo a alguien, una reacción negativa, parece muy difícil tratar de construir algo

R. Claro. Por eso hay que limar esas emociones y esos miedos, acabar con el desconocimiento del otro. Pero lograrlo es un proceso cultural muy largo. No lo hace un Gobierno, no lo hace una política pública puntual, es algo que tiene que ver con el alma nacional, algo que se construye durante décadas. Pero aquí en Colombia, y el mundo, los asuntos de largo plazo no interesan. Entre otras cosas porque la política no tiene incentivos para mejorarlos, porque los Gobiernos de 4 años incentivan los resultados en el corto plazo, y no la construcción de proyectos que mostrará alguien más tres gobiernos después.

Mauricio García Villegas en Santa Fe de Antioquia, el 14 de junio de 2025.

P. Ese suena a un problema de la personalización de la política en las democracias, porque se podría responder que para eso se necesita un mismo gobernante durante 30 o 40 años

R. Sí, pero esos dictadores usualmente no solamente no logran esos propósitos, sino que empeoran las cosas. Las soluciones públicas son como las recetas de cocina, que necesitan muchos elementos. Requieren no una tiranía, sino una democracia en donde haya discusión y con buenos diseños institucionales; necesitan que la economía funcione, que el país produzca con empresarios y proyectos -porque si se hace lo que se hizo en Venezuela, destruir el aparato productivo, todo se daña-; demandan superar el inmediatismo, la volatilidad del mundo actual y las redes sociales. No sirve esto de lo que es tendencia por la mañana ya no es por la tarde, porque lleva a que los problemas y las visiones de largo plazo no existan. Por eso es tan importante el buen periodismo, el que supera lo coyuntural, lo efímero, y mirar el subsuelo emocional. Y porque no hay partidos que tengan proyectos de largo plazo, sino proyectos personales que cada 3 o 4 años tienen que renovarse. ¿No? Pues porque la democracia exige.

P. Para eso serían útiles los partidos políticos estructurados, sólidos, que permitían consolidar proyectos de largo plazo y no iniciativas personales a tres o cuatro años

R. Eso eran los partidos tradicionales europeos a mediados del siglo XX: congregaciones que luchaban para ganar las elecciones, pero que tenían una visión de largo plazo. Eso se ha ido acabando. Es algo muy paradójico porque vivimos con problemas agobiantes, que requieren una visión de largo plazo, empezando por cómo enfrentar la tecnología, pero estamos inmersos en una tecnología que no nos deja ver más allá de las narices. Hay que buscar mecanismos para poner en sintonía nuestras capacidades, nuestras instituciones y nuestra tecnología. Yo creo que va a llegar el momento en que esto se regule, en que se ponga en cintura a los gigantes tecnológicos y en que el algoritmo ya no sea un soma como la pastilla de Un mundo feliz.

P. ¿Estamos entonces en un momento de transición, del que no vemos la salida pero está cerca?

R. Las Naciones Unidas se volvió un foro retórico, ya no manda cascos azules que logren estabilizar crisis. En cambio, han tomado fuerza personajes como Alexander Dugin, al que llaman “el filósofo de Putin”, y Steve Bannon, quien ha sido asesor de Trump. Los dos tienen una visión del mundo parecida, en la que piden volver a los imperios -cristianos y blancos, eso sí- para que se repartan el mundo e impongan el orden. Se oponen a la ONU, al derecho internacional, a las reglas internacionales. Y son apenas una muestra de cómo hoy dominan las tendencias desintegradoras, algo muy preocupante.

P. ¿Ese es un dominio coyuntural o de largo plazo?

R. Una de las cosas que se ha perdido en el mundo, y que es muy delicada, es la solidaridad intergeneracional. Es un mundo tremendamente egoísta, en donde muchos adultos han dejado de pensar cómo lograr un mundo mejor para sus hijos y los hijos de sus hijos. De nuevo, se pierde el largo plazo. Lo pongo en otros términos: este mundo es tremendamente inteligente pero muy poco sabio. Aunque no se puede ser sabio sin ser inteligente, la sabiduría es un tipo de racionalidad mucho más de largo plazo, mucho más consciente de todas las variables que están en juego, mucho más capaz de anticipar efectos inesperados de una decisión, mucho mas empática...

P. Y la falta de empatía alimenta el resentimiento

R. Sí, hay que tratar de entender por qué el otro está tan resentido. Pero el mundo se volvió cada vez más individualista, más materialista y colectivamente nos estamos volviendo más brutos. Eso crea un malestar que tiene muy buenos motivos y que produce incertidumbre y temor al futuro. Los jóvenes actuales son la primera generación que no tiene ni idea cómo va a ser el mundo en 40 años, antes más o menos sabía, más o menos intuía. Y eso ha conducido es a un tremendo narcisismo y a la idea del sálvese quien pueda.

Mauricio García Villegas en Bogotá, en 2023.

P. ¿No se mantienen las relaciones sociales?

P. Sí, pero prima un sectarismo muy duro. Estamos mucho más preparados para el tribalismo que para el humanismo. Le entregamos todo a nuestro grupo y las causas humanitarias para defender el mundo nunca son tan fuertes. Darwin decía que el tribalismo es una fuerza evolutiva y vital homeostática muy poderosa. Argumenta que el homo sapiens prosperó y venció porque había gente que se hacía matar por su grupo y que era muy soñadora. ¿Qué habría pasado si hubiera otra especie de homo menos fantasiosos, menos soñadores, menos entregados a su grupo? ¿Qué pasaría si fuéramos más bonobos y menos chimpancés, si hubiéramos sido menos buscadores de glorias? A lo mejor no habría tanto beneficio material, seríamos menos y ocuparíamos menos espacio... quizás fue un regalo envenenado.

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Juan Esteban Lewin
Es jefe de Redacción de la edición América Colombia, en Bogotá.
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