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En colaboración conCAF
Racismo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Está el racismo en alza en Colombia?

El problema no es que el racismo haya vuelto: es que nunca se fue. El relato oficial de la “democracia mestiza” ha servido para encubrir siglos de exclusión, represión y exterminio simbólico

El agente de tránsito José Félix Angulo, quien fue víctima de racismo en Colombia.
Carolina Rodríguez Mayo

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El racismo en Colombia no es cosa del pasado y ha sido un tema de conversación en medios y redes sociales, en especial en las últimas semanas en las que el país ha sido testigo de múltiples ataques a personas negras: desde perfilamiento racial hasta el agresivo ataque a un policía afrodescendiente. ¿Qué está pasando?

No podemos negar que Colombia y Latinoamérica han reconocido su pasado afrodescendiente sin ninguna prisa. Incluso, los pasos se han dado de manera tan gradual que podemos asegurar que la invisibilización de la historia negra de los países de las Américas era y es para muchas personas un objetivo. Detrás del discurso del mestizaje, se pretende ocultar que aún perdura una noción racista sobre quiénes tienen derecho a los espacios públicos y quiénes no.

El pasado 6 de junio, en Barranquilla, Jámerson Rentería Mena, exdelantero del Real Cartagena y creador de contenido, fue detenido por la policía en un altercado que quedó grabado en video; tanto el exjugador como sus acompañantes alegan que los agentes que llegaron supuestamente para reprenderlos por estar haciendo ruido tuvieron una actitud agresiva desde el principio. A Rentería lo detuvieron presuntamente por resistirse al arresto. En las imágenes, se ve al exfutbolista huyendo de los policías y estos lo siguen tras decirle frases en las que lo retan. Finalmente, este termina en el suelo, tras recibir disparos con una pistola Taser y lo arrestan. La grabación deja claro que no hay un deseo por desescalar la situación ni mediar con los sujetos a los que están “reprendiendo”; al contrario, se ve una reacción desmedida por parte de la policía con respecto a unos jóvenes afrodescendientes que durante todo el arresto gritan: “No estábamos haciendo nada, estábamos grabando contenido.”

En Cartagena, se han presentado una serie de planes que, según la actual administración de la ciudad, buscan contrarrestar la crisis de seguridad. Uno de ellos es el Plan Titán para luchar contra el microtráfico y la trata de personas, pero que, según denuncia la organización Ilex Acción Jurídica, “ha aumentado el pie de fuerza, y ha profundizado las prácticas de perfilamiento y criminalización de los cuerpos de las mujeres y jóvenes afrodescendientes que transitan en el Centro Histórico”, así como “la hipervigilancia de los barrios empobrecidos que también han sido marginalizados”.

En el marco de dicha operación, el 29 de mayo, en el barrio Bicentenario, se documentó el arresto a un joven llamado Diego Díaz por un agente de la Unidad de Diálogo y Mantenimiento del Orden (UDMO) que, en medio del procedimiento, lo estrangula, lo levanta del suelo, y le aprieta el cuello, mientras otros agentes los rodean. La madre del joven ve cómo lo patean y maltratan y pide a gritos que lo suelten.

Si bien parecen casos aislados, no es coincidencia que esta oleada de casos de violencia policial que tienen como víctimas a personas negras capturados en cámaras estén saliendo a la luz. Las tensiones políticas que encara el país también se traducen en fricciones raciales que siguen siendo negadas o ninguneadas por un sector mayoritario de la sociedad colombiana, pero que se hace evidente con cada nueva denuncia. De nuevo, detrás de la creencia de que “todos somos mestizos” se descarta la cuestión del racismo en las dimensiones tan relevantes que tiene.

Vanessa Márquez Mena, directora de prensa y comunicaciones de la Asociación Nacional de Música Sinfónica y fundadora de la Revista Vive Afro denuncia otro acto racista ocurrido el pasado 25 de mayo en el barrio Teusaquillo de Bogotá: “Fue en una feria avalada por la Alcaldía de Teusaquillo que tenía total conocimiento”, asegura. “En la organización, estábamos colocando música del Pacífico y llegó un señor, se acerca con su celular así directo en el bafle, a decirnos que nosotros estábamos sobrepasando los decibelios. Luego nos aseguró que nosotros no sabíamos nada de la ley. Ahí empezó como a señalarnos, había una compañera llorando, porque el tipo la señalaba así, le apuntaba con el dedo en la frente. Y le decía que se callara, que ella no tenía que opinar, que ella no tenía nada que decir”. En este caso, vemos que la música de tradición afrodescendiente es asimilada como ruido y que la presencia de un grupo grande de personas afro es visto como una amenaza en ciertos barrios de Bogotá de cierto nivel socioeconómico. El prejuicio radica en pensar que, en esos espacios, la gente afrocolombiana no encaja o hará algo ilícito.

La policía solo intentó apaciguar a las víctimas, no buscó conciliar entre las partes. Vanessa contó que incluso les pedían a quienes participaron en la feria como emprendedores que se callaran, que dejaran de atacar a los residentes, aún cuando ellos fueron quienes lanzaron ofensas y estigmatizaciones, reiterando que en ese barrio “ellos no tenían ni cómo estar”; lo cual terminó en revictimización.

Para Márquez Mena, el racismo aversivo, que violenta a la comunidad afrodescendiente desde lo físico, lo verbal y lo patrimonial, parece estar más descarado que nunca: “He notado que el racismo tiene unos picos, y eso es una crítica que yo siempre le hago a los medios de comunicación, porque debería estar siempre presente en la agenda pública, no debería ser un tema coyuntural. El racismo no es de coyunturas, el racismo persiste y pervive todos los días”, dice. La fundadora de Vive Afro lamenta la ola de mensajes de odio legitimados desde el poder “sobre todo de la derecha”, una tendencia que va más allá de Colombia. “Lo vemos por ejemplo con [Donald] Trump, con todo su discurso de odio a los migrantes, en Europa, en Reino Unido, Gaza o Argentina”, apunta. “Esos lenguajes, esos discursos, lo que hacen es legitimar que una persona del común diga, actúe y piense de manera racista y que lo manifieste abiertamente sin importar qué pase”.

El problema no es que el racismo haya vuelto: es que nunca se fue. El relato oficial de la “democracia mestiza” ha servido para encubrir siglos de exclusión, represión y exterminio simbólico. Hoy, cuando se intenta disputar el poder racializado en las calles, en la cultura o en las instituciones, la respuesta es clara: represión, perfilamiento y castigo.

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Sobre la firma

Carolina Rodríguez Mayo
Profesora y escritora. Ha publicado en revistas colombianas como Literariedad, Sombralarga, Sinestesia, Volcánicas y Manifiesta. Fue parte de una antología de jóvenes poetas, Afloramientos por Fallidos Editores. Produce el podcast Manifesto Cimarrón donde conversa sobre negritudes, diversidad y resistencia.
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