Los expertos intentan descifrar el programa de vacunación del Gobierno
La información del Ministerio de Salud deja puntos ciegos para evaluar la gestión de enfermedades que cuestan vidas en Colombia


A cinco años del inicio de la peor pandemia en un siglo, Colombia parece haber retrocedido en sus planes de vacunación. En febrero falleció en Bogotá un bebé de un mes y 25 días de nacido a raíz de un brote epidémico de tosferina. Desde hace una década no se registraba un suceso de este tipo. Por su parte, la comunicación del Ministerio de Salud frente a la alta prevalencia de casos de fiebre amarilla en el país ha sido calificada por propios y extraños como deficiente. Investigadores, académicos y organizaciones médicas señalan que no existe manera de rastrear la distribución de los recursos públicos: ¿Cuántas dosis tiene el país? ¿Dónde han sido aplicadas? ¿A qué grupos poblacionales se ha priorizado?
Todo indica que la experiencia recogida durante el covid se ha esfumado. Basta con entrar a la página del Plan Ampliado de Inmunización (PAI) del Ministerio de Salud para estrellarse contra un muro. El acceso está limitado a los funcionarios y médicos de las secretarías departamentales. “Este es simplemente el negacionismo (sic) sobre la crisis climática. No he dicho que en Bogotá hay transmisión de fiebre amarilla, pero la puede haber por el viaje de bogotanos a zonas de riesgo”. La frase es del presidente, Gustavo Petro, y fue publicada a mediados de abril en X. Su argumento es el siguiente: “En Melgar tenemos ya casos de infección y tenemos tráfico permanente entre Melgar y Bogotá. Solos se necesita que los mosquitos se metan en los carros”.
El mandatario sumó a esta tesis la intención de vacunar a toda la población contra la fiebre amarilla en un plazo de dos meses. Se trata de una enfermedad viral que se transmite, en general, en zonas tropicales a través de la picadura de los mismos mosquitos responsables del zika y el dengue. Sin embargo, siete médicos consultados consideran que el anuncio de Petro, quien más tarde rectificó, carece de fundamento. Para el Secretario de Salud de Bogotá, Gerson Bermont, la información de epidemiología debe ser precisa en aras de evitar generar pánico o expectativas poco realistas. Este diario contactó desde la mañana del viernes 23 de mayo a dos portavoces del Ministerio de Salud para contrastar esta percepción, pero no obtuvo respuesta a sus preguntas antes de publicar este artículo.
Bermont, que lideró la división de prevención del Ministerio de Salud durante el Gobierno del presidente Iván Duque en tiempos de pandemia, señala que lo apropiado habría sido precisar cuáles son los territorios endémicos, dónde se deben focalizar los recursos y cuáles son las edades con mayor riesgo de contagio. Por ejemplo, el departamento del Tolima, en el centro del país, donde se concentra el mayor número de afectados. Por su parte, Fernando Ruiz, ministro de Salud durante la crisis del covid y doctor en Salud Pública, opina que el Gobierno ha hecho muy poco. Destaca que las vacunas son el método más efectivo para prevenir enfermedades. Por eso, llama la atención sobre el retroceso del país en sus planes de inmunización, que por años ocuparon el liderazgo regional. Más aún, remata, en una Administración de izquierdas que promueve la prevención como eje de su, de momento fallida, reforma al sistema de salud.
Un ingrediente seminal para comprender esta historia se halla aún anclado en los días de la crisis sanitaria. Por entonces, los países de casi todo el mundo, reconocen los expertos, descuidaron la cobertura de otros frentes epidemiológicos por volcar todos sus esfuerzos en combatir el covid-19, un virus respiratorio inédito y letal. Aquella decisión explica en parte el avance actual de enfermedades como el sarampión en España y Estados Unidos.
O la tosferina, una enfermedad respiratoria causada por una bacteria muy contagiosa, en Bogotá. La capital pasó de registrar 11 casos en 2024, a 158 en lo que va de 2025. A todo lo anterior, se quejan los médicos, se suma la fuerza de los movimientos antivacunas. “La curva de recuperación del Plan Ampliado de Inmunización (PAI), también hay que decirlo, se ha venido recobrando, pero muy despacio, a nivel departamental”, asegura Ruiz.
Gabriel Carrasquilla, presidente de la Academia Nacional de Medicina, anota que la calidad de la comunicación oficial no ha sido la “mejor ni la más indicada”. El también Doctor en Salud Pública por la Universidad de Harvard recuerda que la información sobre vigilancia epidemiológica no ha estado al alcance del público: “En el caso de la fiebre amarilla, por ejemplo, el huésped natural son los monos. Entonces lo indicado sería monitorear, en las áreas cercanas a bosques o selvas donde se han presentado casos, la presencia de micos y la mortalidad de estos animales. La vigilancia epidemiológica tiene que ser tremendamente rigurosa”.
Otro caso reciente en el que los médicos e investigadores se quejan de la falta de datos públicos, a fin de evaluar la eficiencia de la previsión y gestión sanitaria, ha sido el brote de la viruela símica. Para esta enfermedad, que en 2024 dejó 4.257 casos, el Gobierno no compró ni una vacuna. No hubo ninguna estrategia para mitigar esta enfermedad que ha afectado desproporcionadamente a la comunidad LGTBQ+ en el mundo. Hoy se desconoce el paradero de un lote de 25.000 dosis que el Ejecutivo recibió como donación de Japón en 2023.
Por otra parte, Fernando Ruiz recuerda que el Ministerio de Salud tampoco ha actuado de manera visible para combatir el dengue, una enfermedad endémica que el año pasado azotó a más de 20.000 personas. De hecho, la incidencia de este virus ha progresado de forma veloz: en 2024 se registraron 266 muertes por picaduras del mosquito en Colombia. “Hay una vacuna con más del 80% de efectividad. Brasil ya la está adquiriendo. Y aquí ni siquiera se ha planteado la pregunta de si vamos a tomar una decisión al respecto”.
Por último, en Colombia murieron el año pasado unos 37 niños menores de 5 años a causa del llamado virus sincitial respiratorio, una infección pulmonar frecuente con múltiples complicaciones. Se trata de una tasa de mortalidad que preocupa a los expertos. Para formarse una idea: Chile tomó la decisión hace unos años de proteger a sus lactantes con dos tipos de tecnologías que funcionan como vacunas. El año pasado no se registró ni una sola muerte en el país austral. El exministro Ruiz es enfático: “En términos de información estamos en la oscuridad total. El Ministerio perdió su capacidad técnica para consolidar y entregar los datos. Hoy el grueso de los reportes dejaron de ser públicos”.
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