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Las redadas del ICE disparan el absentismo escolar y traumatizan a los niños: “Les han obligado a dejar atrás su infancia”

Psicólogos y maestros alertan del impacto a largo plazo en la salud mental de los menores, que ya presentan dificultad para concentrarse y seguir el ritmo de sus estudios

Una familia espera en los pasillos del piso 12 de 26 Federal Plaza, el mismo lugar donde patrullan los agentes del ICE con el rostro cubierto.
Corte de Federal Plaza, Nueva York, octubre de 2025.

Lo primero que hicieron fue dejar de ir a clase. Cundió el miedo a ser detenidos si salían de casa. “El ICE se llevó al vecino de arriba de uno de mis alumnos y también al de debajo. Después de eso vino un día y no más”, cuenta una profesora de un instituto de Washington D. C. Eso pasó en septiembre. En octubre, deportaron a la pareja y padre del hijo de tres años de otra de sus estudiantes, que decidió dejar la escuela para trabajar. La semana pasada, también fue deportado el tío y único adulto a cargo de un tercer alumno, y varios profesores han iniciado una recogida de alimentos y dinero para intentar que no abandone los estudios.

Pero la ofensiva migratoria de Donald Trump no solo ha provocado que miles de alumnos indocumentados o nacidos en Estados Unidos de padres migrantes falten a clase por temor a ser apresados. Muchos otros continúan acudiendo con miedo, con dificultad para concentrarse y seguir el ritmo, temiendo encontrarse a la policía en la puerta de la escuela, o a que se lleven a sus amigos, vecinos o familiares, según recalcan padres, profesores y psicólogos, que alertan de las consecuencias a largo plazo de un trauma que apenas está empezando a estudiarse. Algunos han tenido que asumir cargas nuevas: llevan a sus hermanos pequeños al colegio, hacen la compra o trabajan.

“A principios de año, varios alumnos vinieron a preguntarme si los iban a deportar, enseñándome vídeos en sus móviles. Saben que si salen a la calle puede pasar. Tienen mucho miedo”, explica a EL PAÍS el profesor Vincent Kirk, que enseña inglés y literatura estadounidense a adolescentes en un instituto de Los Ángeles. “Es terrible verlos preocupados por eso, cuando deberían estar preocupados por si consiguen salir o no con el chico o la chica que les gusta, por el partido de fútbol del fin de semana… Les han obligado a dejar atrás su infancia y ahora tienen miedo por su vida”.

Kirk asegura que un tercio de sus alumnos dejó de asistir cuando empezaron las redadas ordenadas por Trump en Los Ángeles a principios del verano. En respuesta, las movilizaciones del sindicato Maestros Unidos de Los Ángeles (UTLA, por sus siglas en inglés), al que pertenece el maestro, lograron mejorar ese absentismo, pero en muchas otras ciudades, como Nueva Orleans, las redadas apenas están empezando y es ahora cuando la comunidad educativa está intentando organizarse.

Las batidas de los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) contra migrantes están revolucionando colegios e institutos de todo el país, pese a que el Gobierno prometió que no llevaría a cabo redadas ni arrestos dentro ni alrededor de los centros educativos. “Estamos viendo cómo el ICE está apareciendo en colegios buscando estudiantes, hemos visto cómo han ido a escuelas elementales buscando a alumnos sin una orden judicial”, asegura Kirk. Mientras, los docentes tratan de continuar fingiendo normalidad, a la vez que toman medidas apresuradas, derivan a alumnos a profesionales de salud mental y elaboran y distribuyen manuales que explican a los padres qué deben hacer cuanto antes por si los expulsan del país.

En su primer día en el cargo en enero, Trump acabó con una política que prohibía las redadas en iglesias, hospitales y escuelas, entre otros lugares a los que antes los agentes tenían restringido el acceso. Sin embargo, el Departamento de Seguridad Nacional mantiene que el ICE no lleva a cabo arrestos en colegios ni cerca de ellos. “Los medios están, tristemente, intentando crear un clima de miedo y difamando a las fuerzas del orden. El ICE no está llevando operaciones de control ni redadas en las escuelas, el ICE no va a las escuelas a arrestar a menores”, ha trasladado la portavoz del departamento, Tricia McLaughlin, en un comunicado.

Sin embargo, a principios de noviembre, se viralizó un vídeo en el que se veía a agentes de inmigración entrando en una escuela infantil de Chicago y arrestando a una maestra en una clase, delante de los niños, lo que provocó la condena del alcalde de la ciudad, Brandon Johnson, y de congresistas demócratas. Después, la policía aseguró que la maestra era una inmigrante colombiana y que la apresaron porque había cometido una infracción de tráfico. Unos días después, fue puesta en libertad en Indiana.

Agentes del ICE y de Seguridad Nacional en Phoenix, Arizona.

“Son miedos que afectan a todos los niños, no solo a los niños de inmigrantes, con posibles efectos a largo plazo”, asegura Cynthia Langtiw, psicóloga clínica y profesora especializada en menores, migrantes y trauma que trabaja con organizaciones que apoyan a refugiados, solicitantes de asilo y detenidos. “En la zona de Chicago hay una sensación de miedo constante. Al final de mi manzana, por donde mi propia hija va andando al colegio, a las 7.30 de la mañana arrestaron a uno de nuestros vecinos. Delante de ella, delante de los niños”. Poco antes, su hijo de 17 años le envió una foto mostrándole que no le dejaban salir del instituto porque había una redada fuera.

En California, un estudio de la Universidad de Stanford ha sido el primero que ha comprobado que el aumento de redadas este año en el Estado coincidió con significativos incrementos en las ausencias de alumnos, especialmente de los más pequeños. “Es muy importante que la gente entienda el impacto social y económico de estas políticas. Faltar a clase perjudica a los niños, en un momento en el que la asistencia ya estaba en horas bajas después de la pandemia. Pero hay muchas otras razones por las que esto es perjudicial, y la más importante es el trauma psicológico”, advierte Thomas Dee, autor de la investigación, en conversación con este periódico.

Otro estudio de la Universidad de Rochester (Nueva York) ha revelado que cuando los arrestos de migrantes aumentan, las notas de los alumnos latinos bajan, incluso aunque las redadas no tengan lugar en la zona donde está el colegio. Asimismo, investigaciones previas han demostrado que los niños de familias migrantes tienen cuatro veces más riesgo de tener pensamientos e intentos de suicidio, y que los que han migrado tienen mayor probabilidad de sufrir depresión y ansiedad.

“Me da miedo que mis padres salgan de casa”

“Debería estar centrado en el colegio y ni siquiera puedo concentrarme. Me da miedo que mis padres salgan de casa, porque podría no poder decirles adiós ni verlos nunca más. Yo no quiero vivir así, tengo 16 años, no debería tener miedo”. Con esas palabras, Manny Chavez, estudiante de secundaria de Hillsboro (Oregón), dio la vuelta al país después de que se viralizase un vídeo del adolescente hablando en un encuentro en su Ayuntamiento.

“Estamos luchando por nuestros derechos y nos están tratando como animales. La gente nos juzga por el color de nuestra piel y la manera en la que hablamos. Y tenemos un presidente que actúa como un niño y no se pone de nuestro lado por lo que piensa sobre nosotros. Es como un sueño febril, salvo porque todos sabemos que es verdad”, dijo el adolescente entre lágrimas.

Poco antes, el ICE había detenido a familiares de sus amigos y miembros de su equipo de fútbol, y también retuvo a adolescentes a punta de pistola en una cafetería de su ciudad. Solo en octubre, el ICE detuvo a más de 300 personas en Oregón, la mayoría en la zona de Portland, donde está Hillsboro y donde los latinos suponen un cuarto de la población.

En consecuencia, psicólogos y otros profesionales de la salud mental alertan de que están proliferando los menores con problemas de sueño y alimentación, y a la hora de jugar, relacionarse y salir a la calle. Pero el principal efecto secundario de esta situación es, apunta la psicóloga Langtiw, lo que se conoce como “trauma de la traición”: aquel que tiene su origen en alguien en quien la víctima confiaba.

“Las capas de ese trauma son aún más engañosas porque la persona que se supone que debería cuidarte es la que te está haciendo daño, con lo que es aún más difícil salir de él. Es lo que muchos niños están experimentando ahora cuando ven a sus vecinos arrestados, aunque nunca hayan cometido un crimen”, relata. “Y cuando el Gobierno que se supone que tiene que cuidarte, alimentarte, sostenerte y ayudarte es quien te está hiriendo, es un trauma de traición a nivel de sociedad. Por eso hay que prestar atención a los efectos a largo plazo”.

Los expertos recomiendan a los padres no dejar de hablar con los menores sobre el tema que les preocupa, así como recurrir a profesionales en caso de que necesiten ayuda psicológica, y a los colegios les piden que traten de garantizar las necesidades básicas de los menores, como su alimentación o asistencia sanitaria. “Si los alumnos faltan a clase, hay que intentar encontrar maneras de que sigan aprendiendo para que cuando vuelvan puedan seguir el ritmo”, añade Hedy N. Chang, fundadora y directora ejecutiva de Attendance Works, una organización que está llevando a cabo una campaña que pide considerar el absentismo un problema de salud pública.

Algunos colegios han ordenado a su personal que cierren todas las puertas y que no permitan entrar a los agentes de inmigración si no cuentan con una orden judicial. “En enero tuvimos un claustro de profesores donde nos dijeron que no se podía dejar pasar a nadie, porque es la única protección que podemos dar a los niños”, dice otra profesora de una escuela de Virginia. “También hemos pedido a las familias que autoricen a todos los adultos posibles para que en caso de alguna emergencia, si le ocurre algo a padre o madre, que cualquier adulto se pueda llevar al niño a casa”.

Precisamente las medidas que están tomando colegios e institutos para tratar de proteger a los alumnos pueden ser también una herramienta para luchar contra el trauma, según los expertos. En San Diego, un grupo de maestros ha decidido patrullar las calles antes del amanecer para vigilar si hay agentes del ICE en la zona después de que arrestaran a varios padres de estudiantes. Y en Los Ángeles, un inspector creó “perímetros de seguridad” en graduaciones escolares protegidos por la policía del distrito para evitar que posibles redadas arruinasen las fiestas.

Muchos, sin embargo, prefieren no correr riesgos. Varios de los profesores entrevistados por este periódico relatan que las familias de algunos de sus alumnos han decidido volver a su país de origen. “Sospecho que cuando lleguen los datos de este año escolar, que normalmente se recopilan en otoño, vamos a ver que muchos de los distritos más afectados tienen muchos menos alumnos inscritos”, apunta el profesor Dee. “Las familias se habrán marchado, en lugar de enfrentarse al riesgo de que los separen”.

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