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Laura Zommer, periodista: “La desinformación es un negocio. La mentira vende y rinde”

La trayectoria de la comunicadora argentina fue homenajeada este sábado en el Festival Gabo con el Reconocimiento a la Excelencia 2025 por su rigor en el periodismo y su compromiso con la verdad

Laura Zommer, en Bogotá, Colombia, el 25 de julio de 2025
Marisol Jiménez

La noche de este sábado, en Bogotá, Laura Zommer (Buenos Aires, 1974) recibió el Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo 2025. No lo hizo por la acumulación de una carrera larga, sino por una convicción que siempre ha mantenido intacta: que hacer buen periodismo —con rigor, con método, con ética— sigue siendo una forma de resistencia.

Zommer habla rápido, sin rodeos, como quien sabe que no hay tiempo que perder. “Si nos resignamos a seguir haciendo lo que hacíamos sin tomar en cuenta lo que nos dicen los datos o el cómo está consumiendo la gente contenido, estamos fritos. Nosotros mismos estamos cavando nuestras fosas”, dice durante un taller en Bogotá sobre el periodismo frente a la desinformación. Y no lo dice con rabia, sino con datos. Para ella, la desinformación no es una falla del sistema, es parte del sistema. Un negocio, y rentable, para las empresas de tecnología, para los gobiernos, para los actores que han aprendido a manipular emociones y algoritmos.

Desde Chequeado, el medio pionero en verificación de datos que fundó en Argentina, hasta iniciativas con alcance continental como Factchequeado —una alianza con medios en español en Estados Unidos—, Zommer ha construido trincheras de verificación en un campo de batalla donde los hechos ya no compiten con otros hechos, sino con creencias, memes y emociones. En ese escenario, plantea una pregunta incómoda: ¿cómo llegar a una audiencia que ya no busca la verdad, sino el alivio emocional de sus certezas?

Taller "Mentiras con poder: el periodismo frente a la desinformación" con Laura Zommer, en el Centro Felicidad Chapinero, el 25 de julio 2025

Zommer no condena ni idealiza. Observa. Advierte. Se pregunta por qué un 7% de los latinos en Estados Unidos sigue usando la radio en español para informarse, mientras los chats de inteligencia artificial ya igualan esa cifra. ¿Qué hacemos frente a eso? “No se trata de tener todos los recursos, sino de tener aliados, de encontrar razones para el sí”, insiste. Cree en la flexibilidad de las formas, pero no en negociar los principios. Cree en entender a quien piensa diferente, en lugar de burlarse. Cree, aún, en el periodismo.

Pregunta. Ha aumentado el uso de inteligencia artificial generativa en todos los campos. ¿Qué lugar tiene —o debería tener— en el factcheking?

Respuesta. Todo el que podamos. Siempre y cuando seamos transparentes con las audiencias sobre cómo la usamos y mantengamos al ser humano en el centro del proceso. La inteligencia artificial no puede reemplazar —al menos por ahora— la inteligencia humana en funciones clave del periodismo. Aún es limitada para poner la información en contexto, entender matices o evaluar intenciones, cosas que son fundamentales en nuestro trabajo. Pero en todo lo que nos permita llegar mejor a nuestra audiencia sin perder rigor, la IA es bienvenida.

P. Factchequeado ha implementado un chat en español para responder dudas sobre migración y detectar desinformación. ¿Cómo surge esta idea?

R. Las comunidades latinas en Estados Unidos enfrentan múltiples barreras al buscar información sobre inmigración: desde la falta de contenidos en español, cambios repentinos en las políticas, la circulación de desinformación y el aumento de las estafas vinculadas a procesos migratorios. En respuesta a esta realidad, creamos ChatMigrante, una herramienta diseñada para ofrecer información verificada a través de WhatsApp en tiempo real con el objetivo de reducir la incertidumbre y brindar respuestas verificadas.

P. ¿Qué han aprendido de esa experiencia directa con la audiencia?

R. Hemos comprendido que cada comunidad migrante tiene necesidades específicas que no siempre habíamos considerado desde el inicio. Por ejemplo, en Florida hay una comunidad cubana muy numerosa, cuyas particularidades difieren de las de otros grupos migrantes. Fue a partir de las consultas que comenzamos a identificar esas especificidades, y gracias a una propuesta de uno de nuestros aliados —El Toque, un medio nacido en Cuba y que ahora opera desde el exilio— estamos desarrollando contenidos pensados específicamente para esa comunidad.

P. ¿Qué tipo de preguntas aparecen con más frecuencia?

R. Recibimos muchas consultas relacionadas con trámites migratorios. Al inicio, y debido al contexto del momento, hubo un aumento significativo de preguntas sobre el Estatus de Protección Temporal (TPS). También son muy frecuentes las preguntas sobre temas de servicio: cómo obtener una visa de estudiante, qué requisitos se necesitan o cómo renovar determinados documentos.

P. Usted habla de volver a las fuentes… ¿Importa más saber quién creó una desinformación o entender el daño que provoca cuando se viraliza?

R. Ambas cosas son importantes. Es fundamental entender que la desinformación es un negocio. La mentira vende, rinde, y no vamos a terminar con ella. Pero sí podemos ayudar a que la gente no sea una presa tan fácil de este fenómeno. Por supuesto, documentar los daños reales es clave. Hemos aprendido que es esencial investigar quién está detrás, quién financia estas campañas. Como vimos en las campañas de Estados Unidos, donde un PAC (comité de acción política) impulsaba ese contenido en favor o en contra de un candidato. Hay que intentar llegar a ese “paciente cero”.

P. Una de las falsedades más extendidas durante las elecciones del pasado noviembre fue que los migrantes estaban siendo “traídos” por los demócratas para votar ilegalmente. ¿Qué impacto tiene este tipo de narrativa?

R. Se articuló una narrativa en la que los migrantes latinoamericanos eran presentados como personas violentas, asociadas al crimen organizado. Incluso se mencionó explícitamente el Tren de Aragua y las pandillas centroamericanas, generalizando sobre toda la región. Y ese discurso caló. Algunos latinos que llevan años en Estados Unidos, que han atravesado procesos largos y complejos para regularizar su situación, expresaron cierta resistencia frente a los recién llegados.

P. ¿Por qué las promesas grandilocuentes, vagas o emocionales en el entorno político resultan tan efectivas?

R. Hay un fenómeno que se repite en distintos líderes alrededor del mundo. Donald Trump, tal vez, es el caso más obsceno, explícito y brutal en sus formas. Pero no es el único. Lo hemos visto también en figuras como Javier Milei en Argentina, Jair Bolsonaro en Brasil, [Nayib] Bukele en El Salvador, e incluso en algunos rasgos de Cristina Fernández de Kirchner o de AMLO en México. Todos comparten una cuestión de mesianismo: la idea de que solo ellos tienen la solución, de que pueden resolverlo todo con voluntad propia. Y eso conecta profundamente con un deseo muy humano: que la vida sea más sencilla.

En el caso de los latinos en Estados Unidos, ese deseo es aún más fuerte. Es una comunidad que enfrenta múltiples desafíos. En ese contexto, los discursos emocionales y simplistas resultan muy atractivos. Son como comida chatarra: generan placer inmediato, aunque después nos demos cuenta de que no nos nutren.

P. ¿Qué reacciones suelen recibir de los personajes públicos poderosos cuando son corregidos públicamente?

R. Son reacciones muy dispares. Por ejemplo, en una ocasión recibimos una respuesta del equipo de Trump en la que, de manera bastante despectiva, nos sugerían que deberíamos dedicarnos a cosas más importantes. Fue una forma de minimizar nuestro trabajo.

P. ¿Ha tenido consecuencias negativas por realizar su trabajo?

R. Cuando empecé en Chequeado, en 2012, el contexto era muy distinto: las redes sociales no tenían el nivel de polarización ni el grado de violencia que vemos hoy, especialmente contra mujeres periodistas o mujeres en el espacio público. Desde entonces, el ambiente se ha vuelto mucho más hostil. Pero incluso entonces sabíamos que hacer este tipo periodismo no era una tarea que nos ganaría simpatías universales.

He sido blanco de campañas de desinformación, algunas más agresivas que otras. Pero si analizamos lo que han vivido colegas en otras partes del mundo, como Patricia Campos Mello, ganadora del Premio Gabo, quien fue atacada judicialmente por Bolsonaro y logró ganar varios de esos juicios, lo mío parece menor. Nunca tuve que ir a juicio ni salir de mi país, y eso ya es una diferencia enorme.

P. Recibió el Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo, junto a Patrícia Campos Mello y el equipo de Armando.info. ¿Qué significa este homenaje en un momento donde la verdad parece estar constantemente bajo ataque?

R. Me tomó totalmente por sorpresa. De todos estos años, una de las cosas que más me enorgullece es haber inspirado a muchas y muchos periodistas. Pero creo que este premio también reconoce algo más: la audacia de hacer periodismo. Emprender no es fácil —menos aún en contextos complejos como el actual en Estados Unidos—, pero si algo no funciona, hay que atreverse a cambiarlo. Porque cuando logramos construir modelos que realmente sirven a las audiencias, que les devuelven confianza y herramientas para comprender el mundo, entonces todo el esfuerzo vale la pena.

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Sobre la firma

Marisol Jiménez
Es redactora de redes sociales de EL PAÍS US. Estudió la licenciatura en Ciencias de la Comunicación y Periodismo y la Maestría en Estudios México-Estados Unidos en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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